Bajar documento - La nueva concepción de la historia

civilizaciones en verdadero estado de choque: el capital parece destructivo 41 ; mientras que el
tipo de vida de dichos pueblos se presenta constructivo 42 ; mas, estas dos formas vivenciales
son por igual peligrosas para la historia; siendo el llamado “buen vivir” el más letal, por
anacrónico, instintivo y hedónico (digestivo) 43 .
Túpac Amaru tuvo su “tiempo”: sus reclamos se elevan como grito de resistencia, y el
mismo continuará resonando aún en cierto tramo de la vida (las voces que plantean
retrotraerse al pasado: “ethos neobarroco y valor de uso”); pero hoy ya no cabe su vigencia;
esa postura es reaccionaria en la medida en que no “comprende la marcha de los
acontecimientos y subordina a ella su política” (la actitud frugal debe ser necesariamente
europeizante: racionalmente a menester tomar la posta del proceso más desarrollado que
existe: el nivel de progreso de las fuerzas productivas europeo) 44 . El modelo precolombino
cooperativo de “armonía con el medio”, viable para la coyuntura, es nocivo para el futuro de
la especie; muchas personas son parte de ese error 45 . El ser humano usa el entorno, crea
nuevos paisajes incluso alterando los existentes por interés rentista; en ese afán pone en
peligro la reproducción de los ciclos naturales y la vida misma. Esa fricción le ubica frente al
desafío de arreglar las cosas o desaparecer, el cual –a su vez- es un aspecto de la antinomia:
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Esta percepción es unilateral. “Sería erróneo ver en la guerra un fenómeno puramente negativo por
definición, destructor y freno del desarrollo de la sociedad, en oposición a la paz, que sería el curso normal,
positivo, del desarrollo continuo de la producción y de la sociedad. Esto supondría introducir un concepto
moral en un curso objetivo, económicamente determinado” de la realidad (C:\Users\user6\Documents\LAS
VERDADERAS CAUSAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Corriente Comunista Internacional.mht).
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“Buen vivir”: el hedonismo reacciona, se levanta, se repotencia, se relanza. El pensamiento racional se
consolida a partir de finales del siglo XVII y tendrá su reinado hasta la mitad de silgo XX; es el período en el
que campea la trilogía: lucro (acumulación de riqueza), racionalidad positiva (iluminismo, ilustración) y la idea
de progreso (prometeico: dominarlo todo, apología a la tecnología). La crisis del sistema en cuyo seno se
despliega el paradigma: el capitalismo (el anciano se halla atiborrado de riquezas malhabidas: los años y la
obesidad le incomodan, le han hecho ingresar en la fase crítica, terminal), ha dado los argumentos para su
cuestionamiento: la búsqueda de la idea absoluta es contrapunteada por la “doxa” de los “pequeños relatos”, el
consumismo por el retorno a la “frugalidad” del pasado, la naturaleza no está para uso sino para el respeto por
parte del ser humano.
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“Buen vivir”: política coyuntural, definida para atender apremios de sobrevivencia (del banco germoplásmico
humano) de ciertos grupos focalizados, relegados de la población neocolonial. “Neoliberalismo” y “Buen Vivir”
(Sumak Kausay, en Ecuador) -patrones de modelación social- avanzan hacia su anulación conjunta, una vez que
la vida se instale en el sistema de automatización de status concreto; o sea, cuando se realiza la contradicción
entre hedonismo (neoliberalismo y buen vivir) y racionalidad: con la configuración de una nueva síntesis
histórica, en la que el hedonismo se transforma en su contrario como efecto del grado máximo de desarrollo
alcanzado por las fuerzas productivas materiales y, por tanto, de las humanas (de la conciencia). En la neotriada
(EU, UE, Japón), en cambio, la crisis terminal del capital (financiero) cede ante la avalancha de la racionalidad
(imperfecta por ser hedonista todavía) personificada en los movimientos antisistema del mundo.
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Unicamente la humanidad sin trabajo (cuando la condición de los desocupados de hoy, que no solamente que
no son útiles a la sociedad, sino que además son un estorbo, pase a ser un “atributo” del género in abstracto), que
por fuerza debe ser atendida por el cordón umbilical que forzosamente le ata al sistema automatizado de
producción como única opción de sostén de su vida, puede darse “el lujo” de plantearse un “proyecto de vida en
común”. La felicidad no hedónica, sino la de índole superior, no lo da el programa (como el pomposo discurso
denominado Sumak Kausay, en el Ecuador, el mismo que ha despertado interés en el mundo, por orfandad de
ideas o queminportismo y animadversión supina frente al marxismo), sino el desarrollo de las fuerzas
productivas (no en todo momento el ser humano –como tampoco actuando de modo reminiscente- puede
alcanzar la utopía). Y si algún éxito se lograse con este “voluntarismo”, el mismo se debe no a mérito algún
inmanente de la bondad de su “construcción”, sino a que el nivel alcanzado por ciertos pueblos (necesidad
histórica) lo reclama, pero, sobre todo, a las condiciones generadas por la lucha proletaria acentuadora de la
“huella de los hechos”; en verdad, el pueblo que civilizatoriamente se halla en una etapa superior pone al frente
del menos desarrollado, el cuadro de su propio porvenir (Marx).
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Frente a quienes, al interior del marxismo, sostienen (contrapunteando a Althusser) que “no hay dos Marx: uno
inmaduro y otro maduro, uno ideológico y otro científico”, en suma: que no hay ruptura sino continuidad en su
pensamiento, en razón de advertirse a primera vista en él lo que parece solamente ser mayor profundización en el
proceso de comprensión de la historia en el interior de una misma secuencia de reflexión, la realidad demuestra
lo contrario, esto es, que la concepción de Marx sí experimentó un radical, axial y fenomenal cambio. En
efecto, el proceso crucial de maduración de Marx (hecho regular, necesario y normal en el movimiento de todo
intelecto, pues, la naturaleza hace nacer al ser humano sin memoria): el paso de la “alienación antropológica”
(Escritos económico-filosóficos) a la “automatización económica” (Los grundrisse), de la presunción sobre la
“justicia” a la racionalidad del “dominio sobre la naturaleza” como proceso evolutivo normal del sentido
humano, del frente antropológico-humanista al natural-teleológico, fue –a su vez- el triunfo más rotundo dado
por el algoritmo cognitivo sobre el mundo, en el cual se reflejan no sólo los hechos pasados y los presentes, sino
también la proyección de la condición del “ser”, en el proceso de su actividad. En realidad, el proceso evolutivo
del pensar de Marx, claramente muestra el prometeico ascenso de la percepción sobre una necesidad al
interior del capitalismo (la eliminación de la estructura clasista) hacia la comprensión del sentido humano.
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