Bajar documento - La nueva concepción de la historia

mientras más la senectud se afinca, el individuo retorna formalmente a la etapa de arranque de
la vida: se vuelve sentimental; de modo que tanto el desconocimiento como lo mucho que se
conoce, son los presupuestos de la sensorialidad.
El capitalismo tiene el mérito de haberle dotado de conciencia científico-técnica
positiva al ser humano, pero lo ha hecho en el contorno de procesos precedidos por lágrimas,
sangre y muerte de la entera población mundial 1066 ; hoy ese grado de conciencia permite al ser
humano continuar con el compromiso de desarrollar la conciencia con prescindencia de las
relaciones capitalistas, esto es, avanzar sobre el camino de la conquista del Universo a través
del desarrollo de la ciencia y de la técnica en escenarios en los que se ha proscrito la
competencia, la explotación, las guerras genocidas, la dominación (la “gobernanza”), o sea, en
la “sociedad” robótica, comunista, comunidad: que se prepara a instalarse en el planeta. Hoy:
es necesario revaluar la historia con serenidad, a la luz del nuevo objetivo, en el cual se
comprehende el desvelo del género. Según dicha consideración, todo ser humano presente en
el mundo (pasado y en el que vendrá): vale solipsísticamente por sí mismo, puesto que se
encuentra formando la masa humana, otorgando seguridad a la estadía y avance de la especie
(“… yo me salvo porque hago cosas, que otros continuarán haciendo” –dixit Rafael Chirbes);
por más cosas inútiles o tontas que haga un ser humano, éste: tiene un lugar en la historia (a no
ser que conspire directamente contra la ontología de la especie), puesto que él puede ser padre
de quién a futuro designe la historia, el grupo, para conducir procesos esenciales. De modo que
nadie está demás ni tampoco puede censurarse a persona alguna por bobo que parezca ser,
pues, Beethoven (el genio que escribió música para otros cerebros, para otros tiempos, para
otra humanidad), si existiera hoy, de seguro que sería un perreador, un roquero, un melenudo
hippie. ¿Por qué la juventud humana en el instante en el que se acerca al más alto nivel de su
productividad y de perfección automatizada, cuando precisamente pone el supuesto abstracto
sobre el que se instalen las dimensiones ordenadas de racionalidad, serenidad y sabiduría
–experticia-, no debe ser recogida como etapa transcurrida en medio de procesos repletos de
solemnidad, como un momento en la existencia, que se deja atrás con pesar y que está presto a
perecer? No. No es posible perder de vista la nostalgia que produce en la conciencia el ingreso
del atardecer (la reducción del trabajo a pura abstracción), tanto como la noción de la realidad
del cierre de la vida, de la posmodernidad: el anochecer. Muchos pueblos actuales ya están
entrando en esta categoría; europeos y japoneses son viejos normales: han trabajado en el
interior de formas conflictivas, primitivas, de relacionamiento social –la mayoría, todavía lo
hace, pese a su cosmética madurez y magnanimidad-, han entregado a la humanidad el trofeo
de la ciencia y de la técnica; su misión, por tanto, está cumplida. El muy elevado respeto y la
admiración que produce esa fase de desarrollo (la burguesa de la febril acumulación en
declive, presupuesto necesario del mundo nuevo, de conclusión del proceso de reproducción
ampliada del capital, en la extensión transnacionalizada del sistema de dominación), deviene
del hecho de que la misma representa el futuro y el desenlace de las contradicciones maduras
inscritas en la dimensión de la reproducción material de la vida, como planos superados, al
final de cuya senda forzosamente las sociedades neocoloniales se hallan destinadas a
integrarse, como portadoras del “código genético” del nuevo amanecer.
¡Subversivos del mundo, uníos!
derechos (monstruosos) homosexuales, constituye un claro indicador y, al mismo tiempo: la notificación de un
factor insidioso de aceleración y de descomposición de la sociedad levantada sobre el matrimonio monogámico
(pero, a su vez, es un golpe sobre la ideología de la “diversidad”; cierto día –cuando la reproducción
orgánica de la especie se lo consiga por medios técnicos- ya no se requerirá ni siquiera de la diferenciación
sexual; el ser humano puede llegar a ser un ser hermafrodita naturalmente infértil).
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El símil es el petróleo: es la materia prima más conspicua, tanto en el proceso de desarrollo industrial,
como en sus efectos negativos para con el entorno natural. En efecto, el petróleo ha sido el elemento natural
(uno de los valores de uso), que ha movido a la humanidad, que la ha colocado (por interpuesta persona) en el
nivel en el que ésta está; pero, sobre todo (paralelamente a su índole contaminante, por supuesto) el
combustible y la petroindustria han puesto la base para la realización del nuevo impulso de racionalidad
científico-técnica; época, dicho sea de modo incidental, en la que incluso se podrá producir petróleo
técnicamente a partir de transformar materia orgánica de deshecho, haciendo en días, lo que la naturaleza ha
tardado siglos.
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