Bajar documento - La nueva concepción de la historia

ealidad muestra –amén de su falacia- el carácter histórico de la teoría económica neoclásica.
La economía (en la realidad) fluye de modo natural (es verdad, que los seres humanos actúan
en el mundo con conciencia, pero esta cualidad poco puede hacer para orientar procesos que
se determinan multifactorialmente en las barbas del propio individuo burgués, promovidos
por éste en las nociones y prácticas del individualismo, la iniciativa particular,...), allí reside el
“objeto real” de la teoría económica clásica y neoclásica (su “objeto teórico”; Hudson,
Michel: ¿Econometría o ideología en ecuaciones?); no obstante, si la economía empieza por
ser dirigida, conducida racionalmente en aquel margen en el que el ser humano puede
intervenir de acuerdo al grado de libertar alcanzado por el conocimiento de las regularidades
sociales y naturales al momento, desaparece la realidad de la que la economía política
burguesa es su abstracción; en esas condiciones, la mentalidad liberal no guarda
correspondencia con los hechos, con los fenómenos que dice preceptuar, por lo que se hace
necesario generar una nueva base teórica, para la que el bagaje categorial del “comunismo
científico” no le es extraño, puesto que representa la conciencia de sí, del movimiento futuro
de la especie.
La ideología económica clásica ha generado un patrón de prescripciones teóricas
estándar, respecto del cual se hacen esfuerzos por integrar estudios sobre los nuevos
fenómenos (lo cual es válido si dichas representaciones responden o son derivaciones de la
matriz epistémica); mas, esta vez se está frente a fenómenos que tienen carácter distinto, ajeno
al sistema material objeto de teorización neoclásica (esto, por cuanto hoy por hoy se está
formado un bloque sólido denominado “economía solidaria” alrededor del planeta, el que se
desconecta y se opone a la forma convencional de pensar y ser, y el cual constituye el germen
de una nueva “civilización”). Un ejemplo de sofisticación y de pretendida actualización en la
praxis “teórica” económica neoclásica, merece introducirse en esta parte. Cuando el
matemático estadounidense John Nash, recibiera el Premio Novel de Economía en 1994
(“Teoría de los juegos”), se pensó que el principio de “equilibrio de Nash” había resuelto
“científicamente” la proposición fenomenológica ideológica de Adam Smith sobre la “mano
invisible” (“no tener patrón; recurrir al azar”; hecho que se dice, cambió todas las estrategias
de programación y de marketing). El mencionado galardonado y apologéticamente admirado,
actuaba en la continuidad de la perspectiva de sondear fenómenos sociales inherentes a un
momento histórico de la humanidad con ojos del físico, del matemático: el mítico paralelismo
entre procesos naturales-físicos y los de índole económica (todos estos cerebros han incurrido
en el “error de querer dar a sus principios mayor alcance que el estrictamente físico”) 895 ; su
contribución se dice que fue el crear un modelo explicativo/predictivo sobre el
comportamiento de los individuos en juegos no cooperativos con información incompleta en
circunstancias estocásticas (empero, si bien es cierto que oferta y demanda agregadas son
fuerzas ciegas –competencia, espontaneidad, anarquía-, no obstante, de esta ceguera se
estructura el orden que sostiene la polarización y diferenciación social, la crisis y las luchas
populares: la dialéctica del desarrollo de la historia; por tanto, la realidad mercantil tiene
supuestos –las necesidades, la división del trabajo y la integración de los individuos por ésta
decisiones" de orden probabilístico; pero en la inferencia lógica, inmediatamente lo consigue. Pero la
ideología, la fabulación clasista de la existencia es también paradójica en su determinación tramposa. Si frente
al positivismo, la Religión ha debido realizar ingentes esfuerzos por conceder fundamento material a las
creencias (se sostiene por ejemplo: que “científicamente” ha quedado demostrada la existencia en todo ser
humano de una glándula en el cerebro, como la pineal, la hipófisis, la pituitaria, a la que se le atribuye
directamente ser la residencia de Dios, o la que preestablece el contacto con Dios); esta misma proposición
–producto de actos de ingenuidad descarados e insidiosos, expresión concentrada de la ideología neoclasista-,
esta neomitología es una trampa en la que ella misma cae: si la creencia viene condicionada genéticamente (si
cada ser humano tiene una glándula que lo vincula a Dios), no tiene sentido la presencia de profetas y
predicadores, puesto que Dios se relaciona con todo ser humano, sin excepción en forma privada sin necesidad
de que ocurra la generosa y denodada mediación de los chamanes (Dios debería “proceder de oficio” a asistir
y salvar a los buenos, aunque éstos sean heréticos). Desgraciadamente para el dominio que se asienta también
en la ideología, queda un escollo: los ateos y los idólatras (así como los primeros homo sapiens), o deben
carecer de esta glándula o ésta funciona atrofiadamente (una intervención en ella o su implantación arruinaría
a los ateos).
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Esta novedad, también ha querido ser introducida en el marxismo. Las teorías de los juegos y de la elección
racional: los llamados “microfundamentos” del fucionamiento social (J. Roemer, J. Elster), como criterios
optimizadores, deben ser objeto de análisis por parte del marxismo como un proceder funcionalista registrado
en el seno del modo de producción capitalista, pero no como un componente teórico-metodológico constitutivo
del marxismo.
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