Bajar documento - La nueva concepción de la historia

“juicio final”; la preocupación sobre el futuro toca a la estructuración de “cadenas de montaje
nanométricas” de producción de nanorobots (tecnología pequeña; próxima revolución
industrial –presuposición que no es fáctica, si se la advierte al mismo tiempo que el
movimiento de las relaciones sociales), que pueden ingresar en una fase de auto replicación
descontrolada como efecto de una falla en la programación; riesgo que emana, mas bien, de
obstáculos políticos y de límites temporales del conocimiento (no obstante, la praxis
tecnológica es un programa en ejecución exitoso: “todos mis calculados –planes- están
fríamente movimientos –en ejecución-” –dixit el Capulín Colorado).
Salta a la vista la gran paradoja del progreso humano (desarrollo de la especie): el
peligro y el deseo de trascender. Las contradicciones políticas entre naciones in abstracto,
indujeron el armamentismo (modelo de corte neoconvencional: política económica absurda:
producción que no se consume), la promoción de la ciencia y de la técnica; su ausencia –en
cambio- lo habría imposibilitado, mientras que su freno o desaparición, bloquearía su
progreso, con lo cual la humanidad solamente existiría en un estado puramente vegetativo. La
tecnología ha avanzado sorteando peligros inmanentes a su desarrollo, provenientes de
oposiciones catastrofistas y religioso-moralistas; su paradoja se resuelve en el plano de la
antinomia: miedo y razón (en la razón –in abstracto-, se halla implícita la Ética, concebida en
sentido supra humano: como lo justo, debido, bueno, legítimo,...; pero lo está, en la razón
objetiva genérica, no en la segmentada del saber científico unilateral de las disciplinas
aisladas). Ahora bien, la tecnología también ha hecho su ingreso en la ideología, como móvil
de programación de la mente humana con la llamada “Deontología”, esto es, en el diseño y
aplicación del fundamento teórico de la estrategia de reingeniería mental conducente a forjar
la “cultura” (creencias, valores, hábitos), el “clima” organizacional (cultura, ingresos,
promociones -motivaciones-, marco físico del trabajo) propicio en la empresa, para elevar la
productividad del trabajo: el grado de su explotación. Si bien es cierto que la tecnología no
sirve para solucionar problemas sociales, una vez resueltos estos por el canal pertinente: la
mediación política, la tecnología se convierte en el mecanismo exclusivo para resolver las
fricciones de otra índole que experimente el género; por ejemplo: el “autismo identitario
posmoderno”, mediante la conexión en interface entre individuos.
A propósito, si se mira la historia en la dimensión de la conciencia social (más o
menos a la usanza de quienes sostienen, que ésta no puede ser burdamente reducida a la
reseña rectilínea de los episodios económicos y políticos, sino que hay que poner la monta
–mas bien- en el arte, en las convicciones, en los valores, en la “cultura” o en otros
componentes del modo de vida como los gustos, las distracciones, la cotidianidad, etc.), puede
advertirse, que no solamente la lucha entre Ciencia y Religión ha sido protagonizada como
segunda contradicción (si: segunda antinomia, pues, Marx sostuvo frugal y objetivamente,
que ni la ideología explica el esclavismo ni la política el feudalismo; por el contrario, son las
contradicciones de la reproducción de la vida material las que lo hacen con la una y con la
otra), sino también se advierte la pugna soterrada sostenida entre arte y ciencia, entre doxa y
episteme, entre ética y estética y ciencia positiva. Los cultores del arte no se notifican, no les
interesa lo que pase en la esfera de la ciencia (de este modo son felices), amén de profesar
velado rechazo hacia ella, sin embargo de que de ella y de la técnica se benefician todos los
días; la comunidad científica, selecta, seria, madura, tampoco se preocupa del arte, de las
faenas menores del espíritu y magnifican (como es lo debido) la ciencia viendo como bichos
raros a los cultores de los impulsos del corazón, de los cuales no pueden recibir sino influjos
perturbadores. Y, aunque tanto el arte popular, de denuncia, cuanto la ciencia han estado más
cerca de la política y de la concepción materialista de la realidad, en su orden, este tipo de arte
no puede trascender y ubicarse en la seriedad de la disciplina científica, mientras que la
ciencia se encamina siempre en la perspectiva del porvenir, de la plasmación progresiva del
propósito de la mente (tiene sentido la concepción estaliniana del arte: pertinente como
subsidiario de la liberación social 831 ). De manera que, no solamente en el frente de la
ideología religiosa sujetante ha debido batirse la ciencia, sino también en la arena del sentido
común, del arte, de las tradiciones. El mérito de la ciencia está allí, para despecho de quienes
recusan el positivismo.
831
A una obrera soviética, ejemplar, premiada en el período de Brezhnev, se le pregunta su posición frente al
arte; ella responde: “el arte debe llevar a las personas a realizar cosa mejores”. Esa es la legítima postura
estaliniana sobre el arte: instrumentar la emocionalidad (que ésta salga de su encierro per se), para mejorar la
productividad de la racionalidad (el trabajo).
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