Bajar documento - La nueva concepción de la historia

“conciencia” pone su parte auto conformándose ontológica y gnosceológicamente). Por otra
parte, es pertinente preguntarse, la conciencia: ¿es sólo para el disfrute del ser humano en
forma individual o ésta, tiene otra instancia de incidencia? ¿Qué se propone la materia
mirándose o reafirmándose en el espejo de la teoría? La materia “necesita” saber quién es ella
misma (ésta es una instrucción “genética”, que inadvertidamente cumple la potencialidad
inconsciente de la ley del desarrollo ligada a la inquietud de la conciencia humana –“Elan
vitae”), qué procesos ha desatado, qué puede hacer consigo misma y qué debe alcanzar:
inmanencia conducente a la trascendencia; al mismo tiempo, el ser humano debe proveerle del
sentido del punto de su realización plena: esta es la determinación de la conciencia universal
(el paso del “ser” al saber; en verdad, eso ocurre entre el recién nacido y la persona adulta: el
movimiento evolutivo de la inconsciencia a la conciencia en su mismo ser, acción que luego
le retorna al “no saber”, por anulación del “ser” altamente organizado: la muerte). Lo
maravilloso, lo “milagroso”, lo sorprendente de la combinatoria “infinita” de las propiedades
sencillas de la materia hacia las complejas por adición conmutativa, proceso en el interior del
cual tiene lugar el establecimiento de las poderosas leyes de movimiento del Universo y del
desarrollo, es que la misma se autodetermina de modo inconsciente y que va hacia la
formación del “espíritu universal” (de ningún modo en el sentido hegeliano, en su totalidad),
hacia su reflejo como idea, hacia su racionalización, hacia su autorregulación por el cerebro
humano. La materia alcanza su “dualidad” (“ser” y saber) en su estado cumbre; luego,
renuncia a ella y retorna a la unicidad (la simple substancialidad material y su software -sus
leyes de movimiento-: el “ser” en cuanto tal), conforme requiere la reiteridad eterna. El bien y
el mal son tan sólo una misma cosa; la realidad y el saber, también lo son; en verdad, primero
es la materia en su sentido mecánico, luego, de ésta (dado que contiene los presupuestos)
deviene la –misma- materia en sentido procesal (movimiento de ésta): la conciencia el espíritu
(la materia se autoprovee de trascendencia; trascendencia, que no está por fuera de ella,
puesto que esta propiedad, sigue siendo material), él, que por un momento es expresión de la
forma más alta de organización de la materia misma; posteriormente: este último lo supedita y
se retrotrae.
El Universo (según el carácter de su optimidad): mirado en su pura fenomenología,
constituye una máquina, un dispositivo mecánico en el entero sentido de la palabra (según
–sobre todo- es la concepción de cierto sector de cientistas de la “Cosmología Física” –la
Física Cuántica), o sea, en la percepción de tal como éste antológicamente es y procede, sin
mediación de la suposición refigurativa de la conciencia; en su evolución –se arguye a
continuación-: en el proceso acumulativo de cambios cuantitativos, la materia contiene en sí
la determinación de la producción de la conciencia, con la cual se representa ella misma. Este
proceso es de este modo, hasta cuando eclosiona la vida: la vida, incluso simplemente
orgánica; no obstante, una vez que ésta –la vida orgánica- insurge, el simple movimiento
mecánico concluye y mucho más todavía, en el momento en que se produce un nuevo gran
salto: la emergencia de la vida consciente. La conciencia –dicho de un cierto modo- plantea el
ajuste de cuentas con el azar, con el dominio del orden sobre la casualidad (la racionalidad, la
previsión, la planificación –el Plan Quinquenal, el Gosplan), con la intermitencia: con la
forma mecánica, en su noción y en su devenir; en efecto, a medida que la inteligencia se
afinca y recorre el mundo, el rango de probabilidad se estrecha, y la naturaleza simplemente
mecánica de los hechos: los estados primeros, infantes, convulsivos (el recién nacido actúa
mecánicamente, mas éste evoluciona: llega a tener “uso de razón” y a gobernar su vida –y en
las sociedades clasistas de acuerdo a su posición estructural: la vida de la mayoría de sus
congéneres-, en un proceso dado por la sociedad en su desarrollo histórico y en la
interiorización del momento histórico: “el ser humano es el reflejo de su tiempo, de sus
circunstancias); los cuales –finalmente- se supeditan a un orden dictado por la conciencia, su
auto manumisión.
La producción espiritual, frente a la realidad material, de la operación de la sección más
altamente organizada de la materia, que sin embargo es ella misma en unicidad, pues, la
conciencia (la teoría) es siempre que su base material exista y opere –y, aunque ésta se
independice del sujeto y se perennice en las más disímiles formas documentales: restos
arqueológicos, libros, medios electrónicos –escaneo- e incluso en la temporal forma
testimonial de la memoria viva-, en cuanto forja su reflejo (el concepto que tiene el ser
humano de sí, es siempre la operación de la esfera neuronal, de ningún modo en su estado de
disociación con el entorno inmediato), no es más que un puro, súbito e inmanente fenómeno
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