Bajar documento - La nueva concepción de la historia

entra en ejercicio este fenómeno; en efecto, el vertiginoso crecimiento vegetativo de la
población, que no ha podido ser diezmada por las reiteradas guerras, epidemias y catástrofes,
hecho en el que ha intervenido de modo eficaz la característica de adaptabilidad de este ser
–factor inscrito en los cánones de la inteligencia-, induce también la ampliación de
necesidades, o sea, el desarrollo de la producción, de los intercambios por ella motivada y el
progreso de la ciencia y de la técnica (la exigua población, la dispersión, la ausencia de
división del trabajo y de economía liberal, habrían imposibilitado en la humanidad la
superación de la fase de animalidad, emocionalidad, mitoligicidad religiosa, tanto peor
propiciado encumbrarse al cosmos, pues esos no son marcos sociales habilitantes del
desarrollo de las fuerzas productivas) 929 .
En la forma “sociedad” de la humanidad, en su subfase “neoimperialista”, las
relaciones que en ella se contienen, subordinan su movimiento a esta condicionalidad
histórico-espacial particular; las funciones de sus principales agentes constitutivos, en cambio,
de fuerzas progresivas impulsoras de la dinamia sistémica, se transforman en frente de
contención de la reiteración cíclica expansiva. En el continuum transicional, ciertas
instituciones se reconfiguran, otras cesan en su estado procesal (el progreso personal,
concebido en sentido moderno: individualidad, que promueve el desarrollo intelectual de cada
sujeto en el marco del orden vigente, por ejemplo, requisito –a su vez- de producción de la
ruptura en la unidad básica del edificio de las sociedades clasistas: la familia, promoción que
ya no otorga importancia a la reproducción biológica, es la condición de integración social no
mediatizada por la clásica familia monogámica, conforme a la que la forma social de la
humanidad se metamorfosea). Estas transformaciones de carácter cuantitativo, no pueden
operar al margen de su designio, pues, las mismas sobrevienen en circunstancias de índole
esencial, en virtud de la tensión existente entre las nuevas condiciones materiales de
reproducción de la vida y las relaciones que, en coherencia, contraen los individuos en el
interior de la “civilización”. En la comunidad ilusoria de concreción establecida, las
regularidades específicas que enrumban su camino, que presiden su modificación, responden
a un doble carácter de inmanencia y coyuntura: 1) la tendencia creciente a la reducción de la
tasa de ganancia (proceso de desvalorización del capital, propensión a la desacumulación:
“Las tasas de ganancia son más bajas por el gasto improductivo”) y, 2) la incremental
dificultad de conversión del plusproducto en dinero (del trabajo concreto en trabajo nominal);
este hecho asume realidad sustantiva, precisamente como efecto de la reducción del trabajo
(tanto del físico –progresivamente- como del intelectual) a pura abstracción (dixit Marx).
En la fase de producción de la riqueza material, sobre cuyos hombros debe edificarse
la nueva forma social de la especie, cada inversor, constreñido por la determinación
inmanente a la reproducción ampliada del capital, ha debido “acumular, tan rápidamente
como sea posible” (Anwar Shaikh) –incluso de manera parasitaria, expoliadora, especulativa
(en el Ecuador, por ejemplo, jamás terminó –o coexistió con el proceso de acumulación
ampliada- el proceso de acumulación originaria, expresado en el uso del aparataje estatal por
parte del capital financiero -ficticio, parasitario-, para formar riquezas de manera ilícita). La
práctica de reconversión de la “sobreganancia” en capital, basada en la erráticas indicaciones
recogidas de la experiencia de la operación del “libre” mercado, circunstancia ésta –a su vez-
consustancial con la espontaneidad y anarquía de la producción social agregada, concluye en
la formación de condiciones de emergencia de problemas de realización del producto, esto es,
directamente, en la institucionalización de crisis de base recesiva (sobreacumulación,
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Según ciertos estudios de índole geoeconómico-demográficos, el planeta (sus recursos), con el nivel
tecnológico alcanzado, permite sostener, se arguye, a más de dos decenas de miles de millones de personas
(Malthus e incluso Josué de Castro, “han sido rebasados por la técnica”); hoy, la población alcanza a los seis
mil setecientos millones de llamingos en la esfera terrestre (se dice, empero, que si toda la población del planeta
accediera al nivel excedentario de vida que tienen ciertos estratos poblacionales de las metrópolis, se
necesitaría tres planetas para el efecto; uno de ellos se dice que ya ha sido descubierto: Kepler-22b, gemelo de
la tierra). La tendencia moderna en el proceso de poblamiento define la reducción “consciente” de su número
(la ley económica del momento, deriva en ley de la población: el movimiento ascendente de las fuerzas
productivas, en su expresión como proceso de hiperurbanización). En un futuro mediato, la población va a ser
reducida drásticamente (la clonación y la fertilización in vitro no serán suficientes para detener esta propensión
al despoblamiento). El riesgo es –dicho sea de paso-, que también la población humana ingrese en la
determinación inherente al movimiento de las “especies en peligro de extinción”. En este punto, se impone una
regla opuesta a la clásica: “el ser humano es el lobo del ser humano”, en el sentido contrario de: “la persona
protege a la persona”, caso contrario, la especie se extinguirá sin la práctica permanente y activa de este
cuidado solidario mutuo (la moral, el sentimiento, tienen base material).
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