Bajar documento - La nueva concepción de la historia

En la existencia inquieta, ser humano alguno se halla satisfecho con sus realizaciones:
siempre se espera más de uno mismo, esa es la exigencia que ha enseñado el trabajo (Así se
templó el acero): la responsabilidad que impone normas a la vida, en la que se modela la
auténtica personalidad frugal, positiva, y en cuyos productos se determina la real catadura de
las potencias del “ser social” (empero, en la “sociedad” sin trabajo, la personalidad viene
determinada por la sapiencia y el orden que instituye la necesidad de continuar a la meta
como designio: realizar plenamente la conciencia y trasponer la condicionalidad hasta hora
impuesta por la matriz material a la especie, cuanto la asignada por el carácter contradictorio
social a los pueblos dependientes: constituir “honrosamente” la simple reserva de los pueblos
“elegidos” –europeos, japonés y estadounidense; los chinos quieren torear ese sino cruel, y lo
están logrando con la cada vez creciente pujanza de su sistema semicapitalista asimétrico
ultramoderno-, esperar la oportunidad de ingresar a protagonizar la “historia cósmica”).
“¡Qué sepan que viví en tiempos de...” de Ernesto, de Mao, de Salvador, de José Omar, de
Enver, de Camilo, de Arnulfo, de Angel Felicísimo, de Pablo, de Jorge, de Leónidas, de
Consuelo, de Agustín, de Jaime, de Anwar, de Tránsito, de Manuel, de Daniel, de Abimael, de
Gabriel, de Evo, de Hugo, de Fidel, de Samir, de Maurice, de Hebbe, de Paúl, de Diego G., de
René, de Rafael, de Eva G., de Néstor, de Cristina, de Luís, de Noammar, de Alfonso C., de
T. Borge, de Piedad C., de Mahmud A., de Martha H., de Los Indignados! No obstante, debe
llegar de todos modos el momento de “doblar” la esquina (“tránsito” definitivo, acompañado
de tambores sonoros: tambores africanos, de belleza negra), pero: “…no nos viense todavía,
aún estamos vivos,... enderiesa, enderiesa... ”, pues:
“Somos como paja de páramo, que se corta y vuelve a crecer.
Y de paja de páramo cubriremos el mundo”.
En consecuencia, la Materia se mueve, la vida sigue; la humanidad se dirige a su
destino: redondear el pensamiento en torno de la realidad (saber total, perfección y libertad).
Ahora bien, ¿y qué respecto de la conciencia presente, expectante; conciencia forjadora, en su
momento y parte correspondientes, de la estructura del destino de largo plazo y final de la
humanidad, sobre todo si se “conoce” (se “intuye”, da igual) el desenlace? (conciencia de
todos modos efímera, minúscula –a no ser que Dios se esté creando, construyendo a sí
mismo a través de la evolución del ser humano, el cual llegará a ser “El que Es”, cuando
éste cumpla su misión total: figurarse en la mente las leyes completas del Universo; lo que:
es lo más probable, y lo cual implica que el ser humano es el principio de Dios, tanto en la
mente como en la realidad: la mente creó la idea de Dios, deviniendo ésta en proyecto
indeliberado, que debe alcanzar objetividad). En ese ser, un esfuerzo más debe hacerse:
conseguir cómo ubicar el ser y la conciencia individuales en la conciencia desplegada y
colectiva. Naturalmente, el pensamiento hasta hora de vanguardia: el marxismo, no se
preocupa de tales minucias existencialistas; en el marxismo clásico, en cambio, no se
presentan (no en referencia con Marx o con Engels) en su campo de visión estas cuestiones.
La praxis humana, en todo caso: “es producción material y producción de ideas sobre
el fundamento material de esa producción -la realidad objetiva- y sobre esa práctica”. La
pugna entre paradigmas respecto del futuro de la vida consciente que se ha mantenido en
secreto entre unos cuantos sabios y el resto de la humanidad: sale a la luz; antinomia dada
entre quienes sostienen que la vida se efectiviza en los esfuerzos por alcanzar el favor de
Dios, la realización plena de las facultades del ser humano entendida la meta como felicidad y
puesta en términos que impone el estado de conciencia vigente, frente a aquella visión, que
llama la atención y compromete al género a insertar cada uno de sus actos en la ruta
caracterizada filosóficamente, atinente a desplegar sin más pérdida de “tiempo” (de vida) los
esfuerzos en pos de plasmar las propiedades superiores de la inteligencia: el conocimiento y la
técnica, para alcanzar la plena conciencia de las cosas. Eso no quiere decir, que no se tanga
fuertes sentimientos de afectividad ante tantos seres buenos que ha producido la humanidad
(tanto en sentido individual –el llamado: liderazgo- como en el de tipo agregado, por ejemplo:
el gran pueblo ruso de la Revolución de Octubre); es la razón la que fija ese proceder.
Sin embargo, el arte humano: el máximo esfuerzo de la mente, de las destrezas y de las
actitudes puesto al servicio de la sensación bella, el rol que ésta despliega en la razón básica
de la sostenibilidad humana, es excepcional: todo honor y pleitesía para la más grande obra
humana: la objetivación de la sensibilidad argumentada, la fusión de hormonas con las
formas, con los hechos y procesos que inciden placenteramente sobre la conciencia; en
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