Bajar documento - La nueva concepción de la historia

Con la desactivación de la “ley del valor” (la crematística económica capitalista), los
ciclos emanados de la convulsiva evolución de la economía, se detraen; en verdad, las citadas
intermitencias se desvanecen en el frente de la reproducción material de la especie, pero de
ningún modo ellas ralentizan el trabajo del motor inveterado (en realidad, la “profesión más
vieja de la humanidad”: la búsqueda del saber) que impulsa el antediluviano prurito
comprehendido en el frente de la percepción: la antinomia entre “ser y pensar”, la necesidad
de cerrar la brecha entre realidad y representación; dicho enfrentamiento, por tanto, poco tiene
que ver con el objeto de sobrevivencia de la inteligencia (ésta queda a merced del sustento por
la máquina), puesto que la misma se realiza en el área de la abstracción: la búsqueda del
dominio intelectual y fáctico sobre la naturaleza. Con el coaching en técnicas y “estrategias” a
líderes que dirijan equipos de alto rendimiento en la esfera del pensamiento, es el momento en
que el ser humano procederá a reenrumbar las leyes de la naturaleza o a corregir los errores en
la concepción y operación del “diseño inteligente” (la mala obra de Dios: en ese sentido el ser
humano pasará a ser el verdadero “ser superior” 144 ), por ejemplo, el hecho de que una
“familia” de impalas atreviese tantos rigores para que finalmente termine entera o con parte
de sus miembros en las fauces del león: hoy da pena, repugnancia y produce rechazo la
circunstancia (lo chusco es, que para que no se distorsione el orden natural, la alimentación
artificial del felino debe simular el proceso real: un impala artificial en la selva tendrá que
realizar los procesos de escape tal cual ocurre en la vida) 145 . Pero con el triunfo de la
conciencia sobre el “ser”, con el conocimiento de éste, las oscilaciones presentes en el
movimiento contradictorio entre conciencia y materia, también cesan: amargo preludio
paradójicamente triunfal, que anuncia que el período mayor: el metaciclo universal
(Universo viable y óptimo en curso), está por concluir.
En una palabra, en búsqueda de argentus (del satisfactor filosófico-epistémico, que
atienda la urgente necesidad existencial de explicación sobre el dilema del mundo),
efectivamente se topó con El Dorado: la hipotética respuesta en torno a cuál es el sentido de
la vida humana; devaneo inferencial, hipotético-deductivo, que no es otra cosa que el
desarrollo teórico de los postulados anotados por Marx sobre la tópica: la reapertura de la
mina que fuera encontrada por Carlos hace 155 años, en 1857 (Los grundrisse: tomo segundo,
pp: 592-594, el capítulo sobre las máquinas 146 ). La fusión de la inteligencia artificial (AI, por
antropomorfo (antropopsicológico); de manera que es el ser humano quién ha inventado la idea de Dios “a su
imagen y semejanza”.
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El deseo (soberbia) de elevarse a la posición de Dios, propicia la caída del ser humano (al llegar al
pensamiento total, no hay nada que hacer ya, se apodera de la conciencia el fastidio). El Demonio: la tentación,
es la sed de conocimiento, que al principio le fue utilitario al ser humano para sobrevivir y multiplicarse
(sustentar el cromosoma de la inteligencia), pero una vez garantizada, realizada ésta, el Anticristo se vuelve
deseo de ponerlo todo en términos de idea, de comprensión. Este ángel caído (que conoce todo) no vive para
siempre: renuncia a ser, se suicida, una vez realizada en su totalidad la propiedad de la inteligencia (soberbia y
modestia se anulan recíprocamente).
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En el momento en que el ser humano produzca Inteligencia Artificial, puede empezar a sentirse Dios o igual a
Dios, para despecho de los creyentes (“cuando no se sepa quién es quién entre máquina y ser humano, la
diferencia entre los dos se habrá borrado”); si a la IA se la fusiona con la natural dándose lugar a un dispositivo
superior, el ser humano puede pasar a pensar en sentirse único; sólo el origen: la “creación” según la Religión,
pone al ser humano en un plano subordinado.
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Nadie es responsable de nada o todos hacen el proceso de lo real: malos y buenos (dialéctica) sostienen el
movimiento progresivo de los hechos. Si se pudiera dividir a los individuos en la posmodernidad, la actitud
categorizadora sensata propondría una escisión entre los evolucionados mentalmente y los rezagados; entre los
últimos se pondría a Bush, a la Thatcher, a Cameron, a Netanyahu y a los gringos en general, también a los
artistas y a los religiosos. Son “malos” porque no comprenden la “lógica histórica”, por lo que cumplen
ciegamente un papel para ella, creyendo que el mundo han puesto a sus pies y se saben triunfadores. La historia
procede de ese modo, mientras la correlación de fuerzas (desarrollo espiritual de la clase ascendente, que
depende del desarrollo material de la especie) incline la balanza hacia la racionalidad: el león, por ejemplo, se
beneficia de un proceso adverso para el impala, en el cual, mientras más se diezma (devora) impalas, más fuerte
está para seguir cazando: la desacumulación del trabajo fortalece directa y proporcionalmente al capital (Marx-
Engels: La sagrada familia); el trabajo será el sacrificado hasta el último, pero al fin triunfará la historia. ¿Puede
recusarse al león por proceder como lo hace? Obviamente: no. ¿Puede increpárselo al burgués? No en la época
competitiva y aun en la monopólica; pero en la neomonopólica es lícito y necesario hacerlo: reprocharle su
comportamiento de fiera, barnizado con la envoltura de la “doctrina social de la empresa”. De esa miserable vida
no se salvas los europeos, nipones y los gringos: es a ese fenómeno al que se lo califica como “malos”, es decir,
de subdesarrollo mental, el cual paradójicamente es presa de aquellos pueblos que están llegando a la cúspide del
desarrollo científico-técnico, y que proyectan una imagen aparentemente racional, diáfana, superior.
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El gran Marx, cuya obra no tiene parangón: Marx no podía aparecer en la Comunidad Primitiva, en el
Esclavismo, en el Feudalismo, en el Socialismo o en el Comunismo; tenía que hacerlo para dar cuenta de y en la
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