Bajar documento - La nueva concepción de la historia

(hardware: memoria y procesador), (o en las microfibrillas) y que lo “configura”, mediante el
proceso educativo y perceptivo o de internalización subjetiva del mundo.
La conciencia: no es ningún misterio, como al respecto sostienen investigadores, que
“dan palos de ciego” al querer entender ese rico y extremo fenómeno histórico-natural, por su
sectarismo ideológico. A decir verdad, ya se cuenta con conocimientos, que permiten
formular un concepto objetivo, empírico, del hecho (es por eso que John Jorgan se atreve a
sostener, que la ciencia ha llegado a su fin); de modo que las ideas que se le están exponiendo
han superado el nivel de la especulación filosófica. La conciencia ha sido producida
históricamente por el homo sapiens sapiens en la práctica histórico-social del trabajo, en el
proceso de autoproducción de su vida material (incluso la propia conformación material del
cerebro, puede decirse, que es obra humana); técnica y simplísticamente aparece como
información, como datos: como el banco de datos, que maneja la humanidad; la conciencia
(información ideológicamente sistematizada, software) se instala socialmente en cada nuevo
hardware biológico (cerebro del recién nacido), por las experiencias a que ésta se atiene y por
la relación con el entorno, y la misma se desarrolla generación tras generación (de lo cual se
sigue, que la primera generación de seres humanos modernos, no tenía conciencia, pese a
tener cerebro -hardware natural, biológico-, debido a que ésta debía ser producida por aquel:
con la primera promoción humana, en verdad: empezaba a ser lograda).
La conciencia (información que ha recibido y sigue produciendo/recibiendo el
individuo) configura y reconfigura la estructura físico-química del cerebro (pero “respetando”
la columna vertebral de ella; caso contrario se borraría la personalidad, la identidad; lo cual
indica, que ciertas neuronas deben vivir toda la vida del sujeto en contraposición con quienes
actualmente sostienen, que han encontrado que también el tejido cerebral se regenera; en ese
sentido se está de acuerdo con la propuesta expuesta en términos opuestos a la de la referencia
anterior por Philippe L. E. Panchout). A propósito, extraordinario el estudio de Philippe L. E.
Panchout (El funcionamiento cerebral; philpaninvcer@hotmail.com), al que se tuvo acceso
afortunadamente al horadar en Internet, en la búsqueda de la explicación más pertinente en
torno del “asiento de la memoria”; no obstante, cuando el autor trata de introducir la variable
histórico-social en el proceso de intelección de la operación del cerebro y de la conciencia,
como ocurre normalmente con todo exponente de las ciencias naturales de adscripción
ideológica burguesa, se enfrenta con límites. De este modo la conciencia (que es materia
cerebral en movimiento, según deseos y en el mundo real presente) nunca deja su status
material, pues, el mundo material se instala en la materia cerebral a través de estímulos
(movimiento de la materia) que afectan los órganos de los sentidos, estos envían información
al cerebro, la cual no es más que cambios “energéticos” (modificaciones entre las propiedades
de la masa, es lo correcto decir) químicos y físicos de la materia a nivel biológico y
subatómico. Incluso los procesos de codificación, decodificación, reconocimiento, de
ubicación de cada suceso en el momento específico de la vida y tantos otros, están ya
teóricamente establecidos.
Las ideas (uno de los componentes de la conciencia), trasparentan la imagen (como el
programa informático) de que son inmateriales; esta falzación, esta fetichización de los
hechos, ha conducido a diversificar de modo idealista el fenómeno con la creación de esas
nociones absurdas de mente, espíritu, alma. No obstante, las ideas son materia y deben
materializarse todavía más (instalarse en el hardware del ordenador, afectar la materia dada o
en el cerebro como memoria asentada) para producir nuevo movimiento: quizá pensamiento.
La voz (ondas sonoras –aire en movimiento, y el aire es materia- producidas por un órgano
material –materia “dura”) produce movimiento ondulatorio de la materia blanda (el aire,
precisamente); el sentido del oído recepta estas vibraciones y su mecanismo los transforma en
movimiento físico-químico, el cual es llevado por las “neuronas transmisoras” hacia las
“intermedias” en las que se almacena como memoria de larga duración: las ideas, que
aparentemente son inmateriales, se han ontologizado. De modo que todo el proceso del
pensar, el “estado de conciencia”, los planes, constituyen nada más que movimiento material.
Cuando el individuo muere, el cerebro deja de moverse como forma ordenada,
superespecializada, más evolucionada, punto máximo de organización de la materia: las ideas,
la mente, la conciencia, el espíritu, el alma, han muerto. Mas, la conciencia, ya se ha dicho, ha
sido producida históricamente por el ser humano; la idea: es el reflejo dinámico acumulado,
sistematizado, del mundo; requiere de tres componentes: cerebro (neocórtex), necesidades a
ser cubiertas en grupo y condiciones del entorno (la naturaleza, pero, sobre todo: la sociedad).
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