Bajar documento - La nueva concepción de la historia

la persona. Todo este novedoso desarrollo y la socialización correspondiente de las fuerzas
productivas, son necesarios para que la humanidad ingrese a una nueva etapa de vida. Los
pobres no tienen nada que perder en esta “revolución frenética de la tecnología”, más que sus
cadenas.
Si el conocimiento mediatiza al capital, tanto al constante como al variable (strictu
sensu: lo desplaza en su importancia en el interior del ciclo de reproducción social); luego,
ésta es una forma tutelada clave en la que se devuelve la acción de la “eficacia” de la
acumulación, en la medida en que ella opera siempre, todavía como proceso de reinversión
propenso a la valorización, dada la naturaleza de ser la continuación del proceso tradicional.
El sistema –se insiste- se encuentra frente a sus límites: el capital, ya no se sustantiva en
activos (la inversión bruta de capital decrece e incluso, lo hace la formación de capital social);
el capital-dinero, ya no se transmuta en salarios 966 ; el proceso en su entera complexión se
vuelve “cualitativo”, virtual, (diríase: especulativo, en cierto sentido, pero ésta es una
especulación diferente a la de tipo financiero-comercial, pues, allí éste queda entrampado en
la sola circulación de la moneda y de las mercancías, se realiza y recicla en ellas, habiendo
perdido contacto con la economía real; en el conocimiento, en cambio –podría decirse: en la
“onda larga tecnológica”-, se reproduce la creatividad, en verdad: se realiza una demanda
histórica fundamental del género en su proyección futura), pero la generación de los
productos se vuelve paralela en la mecanización y los agentes económicos pierden solidez en
la historia (en el proceso de automatización “… surgido de la batalla de la producción”, de la
obligación de reducir constantemente los costes unitarios, de acortar la tasa –lapso, el
movimiento- de rotación del capital); y, esta forma histórica concreta misma, se desdice de sí.
En la subfase histórica aquí examinada, emergen nuevas formas de trabajo que
conspiran y paulatinamente arrinconan al capitalismo, en la etapa de acumulación basada en
un nuevo producto: el conocimiento, las que, a su vez, son la expresión sintomatológica de
crisis sistémica: wired, trabajadores de portafolio, emprendedores, los cuales vuelven más
caótica su reproducción. El desarrollo científico-técnico, como forma anhelante y galopante
de sostener adecuados niveles de productividad competitiva, ha puesto en crisis las clásicas
formas sistémicas y funcionales de las empresas; el impacto inmediato de este hecho ha sido
el arrastrar consigo al filo del precipicio al trabajo sustentado en las profesiones: el
capitalismo ha impulsado al máximo el desarrollo del trabajo diversificado, creativo e
individual, con lo cual estas personas pasan a ser los pioneros en encontrar la forma de
concretizarse; en efecto, los nuevos estilos de sobrevivencia en el interior de un sistema en
degeneración asumen el carácter de gérmenes –en un frente específico- de una nueva
civilización, pues, doble, triple, múltiple personalidad, varias vidas en una sola se producen en
un trabajador que es sabedor de algunos mini oficios, lo cual conduce a los sujetos hacia la
complejización de su persona, en pos de su estructuración multilateralizada. La “forma wired
de productividad (rápida, con redes globales, concentrada alrededor de proyectos)...”, en tanto
comportamiento “ultraneoliberal” observado por gente que intenta sobrevivir en las nuevas
condiciones en los anillos centrales del capitalismo en crisis, es la manera más expedita de
formación del nuevo ser humano, aunque la epifenomenía del hecho, denuncie lo contrario.
La “vida animada por las virtudes de la temeridad y la audacia a través de los cuales se recrea
perpetuamente y perfecciona la propia identidad...” (Flores, Fernando y Craw, John. El
espíritu emprendedor y la vida wired: el trabajo en el ocaso de las carreras; Londres, 2000),
la permanente innovación efecto de la plasmación constante de la creatividad, que cambian
formalmente la moral, pues, cada forma económica crea su propia moral, constituyen un
camino que desemboca en una misma y nueva civilización, que el capitalismo ayuda a crear,
tanto por conveniencia de ampliar el mercado o por sus límites internos 967 .
966
Dicho sea de paso, el dinero mide el valor, porque contiene valor por “sí mismo” (imputado por la
legitimidad y juridicidad social –el dinero, aun cuando simple papel, la mercancía-dinero oro, tiene una medida
mínima, despreciable: la cantidad de trabajo empleado en su producción; el valor del papel moneda viene
establecido jurídicamente: es un símbolo que reconoce el valor: la cantidad de trabajo realizado), no entra al
mercado sin valor, como tampoco lo hacen las mercancías contrariamente a lo que piensan ciertos sicofantes
neoclásicos –dixit Marx): representa una cierta cantidad de trabajo realizado (al menos para el caso del
obrero; para el burgués el valor del dinero se determina de otro modo), que se compara con el trabajo directo y
con el indirecto objetivado en la mercancía.
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En realidad, toda política tiene su propia moral, pese a que ésta precede a aquella; en ese sentido, esa esfera
de modo subordinado, unilateral y abstracto, opera en el interior de una práctica más concreta; la política debe
ser suprimida con su consecuente moral; la moral precede a la política, pero se adapta a ella; por tanto, debe
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