Bajar documento - La nueva concepción de la historia

universal y con el deseo de renunciar, por parte del ser humano, a la inmortalidad) 1242 . Ahora
bien, la noción “expansión del universo”, tiene sentido sólo como la capacidad máxima de la
propiedad de la materia compacta de transformarse en su contrario: la materia blanda (ésta,
tiene su límite: la entropía).
En el Universo, la presencia de la masa y del “vacío” (“lugar”, según Aristóteles),
configuran las formas de la composición y organización de la materia, pues, si la realidad
estuviere atiborrada de masa compacta, faltaría la condición para que la materia opere
procesalmente (por ejemplo: la transmutación recíproca entre partículas); por su parte, la
“energía” (el otro “modo de ser de la materia”), la luz, la información, en suma, son
cualidades (segmentos de masa más pequeños), son características del movimiento de la
materia misma, puesto que la materia, de conformidad con su masa, detenta una cierta
cantidad de “energía” cinética (y ésta no existe tanto real como en su valor sino en su
condición de atributo de la materia; la “Carne” opera en su cualidad esencial: el “Verbo”; sin
embargo, el Verbo es Carne). Otro tanto debe reafirmarse sobre el “tiempo” (el movimiento de
la materia es el que genera la entelequia: “tiempo” en la idea, a la vez que crea el
“espacio” al cambiar ésta de “forma” –expansión/compresión- y no al revés, como
históricamente filósofos, cosmólogos y físicos erróneamente lo han creído; si la materia no se
moviera, no existiría el tiempo; de modo que es equívoco subsumir a la materia en el
interior de la noción “espacio/tiempo” y no a la inversa, como debe ser); en efecto, por
ejemplo: en el sueño no hay movimiento alguno (propiamente: la conciencia no registra el
estado de movimiento de la materia, no hay tiempo –y no por que falte la conciencia que lo
capte o que produzca dicha noción), en rigor, el tiempo inexiste tanto en su noción como en la
intuición de sus estados retardados o acelerados de tránsito: se puede dormir media hora o seis
horas, da igual. En consecuencia, las categorías de “espacio”, de “tiempo”, de “energía”, de
“nada”, son presunciones estrictamente idealistas.
En otro orden de reflexión, para el caso de las llamadas “regresiones”, no es que el
sujeto vuelve en el tiempo, sino que –por el contrario- éste se limita a hurgar en sus recuerdos
–introspección, se llama a este proceso- (tampoco es posible volver al pasado: esa realidad
–comprendida en sentido racional- ya no existe). La “adivinación”, por su parte, puede ser
intuitiva, regulada por la llamada “creatividad”, por operación del “lado derecho del cerebro”,
esto es, como aventurada y deficiente especulación; ésta, no obstante, puede gozar de
credibilidad (pronosticación, prospección), si se sustenta en factores, en proyecciones, en
deducciones, esto es, cuando la misma se halla mediada por la racionalidad, por la deducción
lógica, por la operación del “lado izquierdo del cerebro” (del cerebro como un todo
indivisible, debería afirmarse). La conciencia, por tanto, es la realidad para la persona, sin
embargo lo es, jamás al margen de la verdadera realidad del mundo. En ninguna persona el
“tiempo” pasado existe, como no sean las representaciones de procesos que tuvieron lugar, las
que al evocarse inducen sensaciones, fenómeno sobre el que se dice que fue un “regresó al
pasado” (con el sufrimiento –en el presente- de su efecto virtual). El “tiempo” pasado –en
sentido figurado- existe, porque se tiene memoria y materia modelada (por ejemplo: una
pintura, un libro,...); el “tiempo” presente existe (el movimiento en curso de la materia en sus
distintas formas, una de las cuales es, precisamente, el movimiento que lo capta: el de la
conciencia) por cuanto existe conciencia y materia modelándose; el “tiempo” futuro “existe”
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De hecho, más que un solo Big Bang, la observación de los procesos posiblemente pruebe la existencia de
múltiples Big Banges parciales (Hoyle; Teoría del Universo Cíclico), o sea, el despliegue de la multiplicidad
procesal, cíclica, en espiral, de la manera de ser y “proceder” eterno material (de todos modos, hay un “antes”
del Big Bang –R. Penrose). Y esta posibilidad debe ser realidad por sobre la insistencia de que al principio todo
era tinieblas, nada, energía e información (el comienzo era todo, menos materia, para la cosmovisión idealista),
luego advino –por generación espontánea, por voluntad de Dios: el misterio- el fenómeno de “fluctuación de la
información” en el “alto vacío”, en los tres primeros segundos que precedieron al Big Bang (esta aseveración –
no obstante- en la realidad se halla antinómicamente inscrita en otro hecho: el proceso ininterrumpido de
“autogeneración constante” del Universo; apreciación teórica, que no tiene un límite de unicidad, sino que
perfectamente posibilita la idea sobre la generación permanente de este fenómeno). Sin embargo, en el Universo
el comienzo no es el comienzo, pues, éste es el final y éste último es, a su vez: su recíproco contrario, los dos se
interpenetran, se vuelven “el otro” en conflicto permanente (y este es el impulso inicial y, a su vez, el acto final,
como eterno proceso de movimiento y desarrollo). Los límites del pensamiento asociados a las nociones sobre el
primer impulso, el final, a la forma, conforman preceptos mentales (prejuicios) refigurados sobre la vida
cotidiana; éstos se los extrapola en el ensayo de representación de substratos, cuyo entendimiento se halla en
estado embrionario (la mente –la conciencia colectiva- actual no tiene la capacidad funcional suficiente para
ser coextensiva con el “objeto real” macro universal).
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