Bajar documento - La nueva concepción de la historia

sólo son posibles al final de la historia productiva, esto es, una vez llegado a cierto grado de
desarrollo de las fuerzas productivas.
El Régimen de Democovivencia, es la forma superior de relacionamiento humano, una
vez superada la crematística económica; constituye un sistema: no político de coordinación de
los esfuerzos racionales en condiciones paradisíacas, en el que la igualdad es efectiva, el
trabajo ha perdido su razón esencial, mientras que las miras del esfuerzo colectivo están
centradas en el nuevo desafío de la humanidad: dominar cada vez más amplia y objetivamente
el mundo. La palabra “cracia” con su acepción de poder, aquí: ya no tiene sentido, pues, el
abastecimiento indistinto, la producción y provisión de los satisfactores necesarios
emparentados con la reproducción de la vida humana de procedencia automatizada, hacen
innecesaria toda tarea productiva, diferenciación social, percepción contradictoria de la vida o
sistema de gobierno, sobre todo cuando el objetivo y las tareas de la vida se han determinado
de una vez y para siempre. De modo que, el pueblo se mantiene en tanto humanidad
indiferenciada; mientras que los actos de simple asociación para vivir y apoyar el objetivo
supremo citado, niegan de plano al poder, transmutándose –éstos- en simples episodios de
covivencia. Ahora bien, es posible a futuro que se produzca la emergencia de una nueva
modalidad de alienación de corte no negativa, cuando un software de gestión, organice el
desenvolvimiento de la vida racional.
En su trabajo se pone la monta en tres películas: El nombre de la rosa, Masada y la serie
de robots: Yo, robot, The sentenninal man, Matrix y Trasnformer (implícitamente
Terminator). ¿Por qué?
El nombre de la rosa, en razón de experimentar pertinaz propensión a la ciencia, a la
Filosofía, a admirar vidas ejemplares que renunciaron al Eros; Masada (sin la primera y
última partes, por supuesto, en las que se hace propaganda del poder genocida sionista),
puesto que personalmente se tiene cierta tendencia hacia el pensar estratégico: al desempeño
de la inteligencia frente a la tensión del conflicto; y, las demás, en cuanto su motivación viene
dada en la curiosidad sobre el devenir, pues, se busca la identidad: pero de ningún modo en el
pasado, sino en el futuro, no en un segmento humano en particular, sino en la humanidad en
conjunto; no en la ontología de dónde se viene, sino en la teleología asociada con el proceso
relativo a la esfera a la que se va (es mentira eso de que “pueblo que desconoce su pasado está
condenado a repetirlo”, pues, seria burdo sostener, que joven que desconoce su niñez, está
condenado a re-vivirla). Esta “diversión”, este “pasatiempo”, por tanto, tiene un sentido serio,
igual que todo lo que se pretende hacer, en virtud de que la consigna sobre el carácter de la
vida personal tiende a estatuir el racionalismo absoluto en todos los actos.
Quiere decir, que Ud. no da mucha importancia a la historia.
Diría, más bien, que se la pone en el lugar en el que ella debe estar en la maraña de
preocupaciones y esferas de realización humanas, esto es, en la dimensión gnoseológica. Mire
Ud., sería insensato que una persona madura ponga pertinaz, sostenido y especial
preocupación en sentir regocijo mediante el pasaje de revista a los episodios de su niñez y
juventud, en lugar de centrarse en los procesos presentes, e imaginar los que se presume están
por venir. Es verdad, por ejemplo, que en la comedia épica griega, Ulises retorna al punto de
partida (que curioso, también una década se ha demorado en la escritura del documento, que
está en reflexión); pero lo hace con completa conciencia, con el favor de la sabiduría, en la
medida en que, como sostienen los pensadores Orientales, el proceso real es un círculo: alfa y
omega entrelazados (nada más, que este entrecruzamiento produce momentos de progreso,
por eso la noción dinámica de desarrollo en espiral); ahora bien, a partir del punto de vista
personal, debe secularizarse más la perspectiva sobre la historia, de lo contrario se asumiría la
manida posición de los cristianos, de los budistas, de los sintoístas, de los taoístas, etc., esto
es, de quienes son míseros esclavos de los llamados “libros sagrados”.
Es auspicioso advertir a los viajeros, con la mirada siempre adelante, fija en el
porvenir: la máxima preocupación son sus maletas; permanentemente predispuestos a ser cada
día pioneros: “hijos del viento”, jamás dispuestos a retroceder ni siquiera para tomar impulso,
sino a emprender, a conocer. El mirar atrás, a fin de cuentas, vuelve la conciencia al recuerdo,
al romanticismo, lo cual oscurece la mente, dado que pone al “ser” a merced del imperio del
cerebro emocional, del corazón, de la pubertad y de la feminidad. En suma: ser un águila real,
atalayar todo ubicado en las alturas: captar la riqueza del pensamiento del mundo; vivir: como
si éste fuese el primer día (no el último) de la existencia, hipotetizando una estructura de
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