Bajar documento - La nueva concepción de la historia

en conexión funcional a los dos sectores de vanguardia implicados en el proceso de
reproducción contradictoria de la civilización hipermoderna. Por un lado, Silicon Valley o el
esquema empresarial de innovación tecnológica, productor de mercancías “que todavía no
existen” (invención de necesidades, de problemas que todavía no ha puesto la realidad, que
aún no tienen condicionalidad material), en materia de electrónica, comunicaciones y
desarrollo de la inteligencia artificial; por otro, los movimientos masiva y mundialmente
dados por precautelar la simple existencia del común de los mortales. El más moderno sistema
de economía sustentado en el poder del capital (de la explotación, de la coerción y de la
sujetación), esto es, en recursos asignados a abastecer la reproducción del conocimiento y la
innovación tecnológica, por el momento se inscribe en el mundo como determinación
abstracta, que choca con las formas populares de reproducción humana. Las susodichas
formas, como estructuras posmodernas de valorización, perviven y, al mismo tiempo: tienen
sus días contados, en la medida en que la competitividad dinámica de la permanente
creatividad no puede abastecer estructuralmente toda la inteligencia, la conciencia, la mente
humana; no obstante, la conducta de sobrevivencia comunitaria, solidaria, básica humana, no
solamente que es posible pragmatizarla en masa por su sencillez, sino por cuanto es una
determinación necesaria de la historia, la cual debe supeditar y aprehender a las formas
tecnológicas del poder, hasta volcarse como modo concreto de la vida. Es pertinente sostener,
que la forma más visible de expresión del “poder”, es la operativa, esto es, la tensión entre
“estrategia y fuerza” individual o colectiva, que establece lo que se puede hacer: recibir y
producir efectos (M. Foucault); sin embargo, ella misma no es más, que una forma
transfigurada de “lucha de clases” (políticas ortodoxas del Consenso de
Washington/economía popular solidaria), que se lleva a cabo en el escenario de la
institucionalidad, como viva expresión de las antinomias desplegadas en el frente de la
reproducción de la vida, en el interior de un curso histórico ya dado.
El “modelo malasiano” (y el de Porto Alegre) pensado como patrón de reproducción
futura de la especie, por su parte, tiene sus diques: el peligro de ralentizar el dinámico
desarrollo de la técnica en perspectiva única de absolutización de esa vía de reestructuración
societal (si no se tiene conciencia de ello –de la importancia de la técnica frente al destino
serio humano- y si no se hacen esfuerzos solidarios deliberados por conferirle continuidad a
dicho progreso en marcos de vida no burgueses). El quid de la importancia recusatoria dada al
hecho se reduce a la conjetura siguiente en torno de lo que puede sobrevenir: emplear la
inteligencia para dar cabida y procesamiento, a tres órdenes de preocupaciones: 1) la
mitología (el Clero y las religiones en general); 2) la felicidad hedónica (el “socialismo del
Siglo XXI”; la personalidad superior, que debe derivarse de la forma “socialista” tiene sobre
sí el peligro proveniente de la visión incursa en la noción del “buen vivir” -falsa salida para
la humanidad-, y este tipo de autorrealización, es un atavismo en todo caso: superable) 597 ; y,
3) sustentar procesos de proyección animal (los grupos culturalistas). ¡Qué horror! En
realidad, parece indigno, un disparate sonoro, un desperdicio letal (¿dónde está el juicio?)
para aquellas personas que vienen utilizando (cuya visión pretenden legarla a su
descendencia) la inteligencia para reconocer dioses y convertir en centro de sus vidas la
adoración a esos inventos; similar absurdo se descubre al analizar la conducta que tiende
solamente a alcanzar la felicidad en tanto dada en el acto de consecución libre de la
multifacética realización de todas las cualidades humanas, hasta hoy concebidas, en este
mundo (superar la explotación y conquistar la igualdad, buscar la paz, alcanzar niveles
adecuados de “calidad de vida”, detentar estabilidad psicológica, arribar al más alto status de
conciencia del entorno inmediato, mostrarse sensible ante la belleza); obviamente, que la
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No puede plasmarse el ideal del “buen vivir”, al margen de la forja racional, lógica, de las condiciones
materiales que sostengan dicho status, es decir, de la preexistencia de un proceso de generación automatizado
abundante de bienes y servicios, en operación en las cadenas de la economía postmoderna global, que permita el
acceso espontáneo, requerido y por igual a los satisfactores inherentes a la reproducción de la vida de todos los
miembros de un colectivo o de la humanidad en cuanto tal, viabilizándose, de ese modo, la creación de un
entorno de justicia y equilibrio. Sólo la moderna producción permite plasmar un nuevo tipo de civilización, mas
no el retorno a la vida natural de antaño de las comunidades vernáculas, como proponen ciertos movimientos
indigenistas, en su lucha en contra del capitalismo salvaje, esto es, según se cree entre la dirigencia de los
llamados pueblos originarios americanos, que siguen pensando que pueden atender sus demandas recuperando
los modos pasados de vida per se (no es el criterio de la plurinacionalidad o el de la multiculturalidad, la
percepción proactiva saludable en el presente, sino lo es: la noción de la diversidad étnica históricamente
coyuntural –la que también pronto perderá su substrato real-, la proclama de reivindicación subjetiva válida).
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