Bajar documento - La nueva concepción de la historia

Ampliando algo más la reflexión consignada, se sostiene, por parte de ciertos
estudiosos (genios), que en la actualidad el mundo asiste al obrar de un nuevo tipo de niños
(¿a la manera las conclusiones de K. Lorenz?): niños superdotados, índigos (de forma chusca
se sostiene, que esta nueva especie, estaría equipada con una nueva mutación natural: una
tercera hélice en el ADN, que les dota de condiciones espirituales superiores, de la
telepatía,…, y que todas estas nuevas posibilidades se harán efectivas en año 2012; en
realidad, todas estas fantasías sí van a ocurrir en la humanidad, pero como efecto del
desarrollo de la ciencia y de la técnica, y en el mediato plazo). ¿Una nueva especie de la
familia homo sapien sapiens producida por la cultura? Aunque se diga que el proceso humano
no es estático: ¡nada de eso! De manera que se arguye, que los niños actualmente han
acelerado su sentido de apropiación del mundo: entienden de mejor manera su medio personal
–pero siguen convencidos de que “la leche sale del refrigerador”-, del mismo modo lo hacen
con el entorno de los demás, de forma que pueden más fácilmente acomodarse a la
civilización con inusitada rapidez (a esto los “expertos” lo nominan: “Teoría de la mente”).
Ahora bien, estos estudiosos no cavilan sobre el hecho de que todo este seudo prodigio no se
corresponde con la pretendida conclusión sobre el nuevo estado de genialidad que estaría
acompañando a los nuevos seres que la humanidad trae al mundo, sino con el carácter de la
sociedad en materia de pensamiento (conciencia) y desarrollo científico-técnico, esto es, de la
experticia de los viejos, o de lo que llaman “cultura” (no se debe olvidar también el hecho de
que los genios han trabajado en condiciones especiales, especialísimas); en efecto, es el poder
del desarrollo material y espiritual y el trabajo de los adultos sobre los niños (por ejemplo: de
la llamada “estimulación temprana”) los factores que arrancan proezas que erróneamente
imputan las llamadas “voces autorizadas” a la capacidad cerebral de los infantes
posmodernos. Por ejemplo, es posible mermar el número de años actualmente asignados al
aprendizaje escolar, secundario o universitario, una vez que nuevas tecnologías han reducido
la cantidad de vida dedicada a los procesos educativos formales (compresión del tiempo y del
espacio –sic); pero antes de este colosal desarrollo de la técnica, no es dable.
Desplegando mucho más el argumento expuesto en párrafo anterior y ubicándolo en el
caso sobre el desenvolvimiento sobrio, que muchas personas jóvenes en la reflexión política
presentan, puede argüirse lo siguiente. Todo el poder de la reflexión generada por el
movimiento humano (información, métodos, técnicas, instrumentos) se condensa en la forma
de operación del pensamiento actual e, incluso: en el trabajo intelectual de mentes jóvenes. El
mérito no está en la complejidad, versatilidad, objetividad o en el rigor del discurso, que sale
de labios de ciertos cuasi adolescentes, con el cual pueden dejar “abierta la boca” a personas
adultas; pero sí lo está, en el deber, que tienen los modernos cerebros de plasmar con justeza y
resultados óptimos, la potencia contenida en la conciencia legada, que ha llegado hasta ellos.
Eso es lo que también hoy “hay que poner en diálogo”; de lo contrario, el proceder intelectual
actual y el inmediato futuro, pueden transparentar la idea de que recién con ellos empieza el
verdadero pensamiento, de que éste no hubo antes de la era presente. Más que la idea sobre la
calidad y profundidad del pensamiento, está el juego la responsabilidad de demostrar, que la
“lógica” posmoderna de la renovada izquierda juvenil, se halle a la altura de las
circunstancias. La idea es, luego: ¿”descolonizar la memoria”?; o, por el contrario:
¿desmitificar la memoria? La realidad social se descoloniza; mientras que a la conciencia se la
desideologiza. En todo caso, la falla de toda forma de pensamiento crítico actual, es que
impugnan sin beneficio de inventario la presencia del capitalismo en la historia, y de que no
tienen noción alguna respecto del sino final humano.
Dicho en otros términos y en sentido complementario, sería fantástico que las personas
pudieran, en la actualidad, “nacer sabiendo” o poseedoras de destrezas especiales producto de
haber heredado capacidades fijadas en los genes de sus padres y transmitidos en forma
gamética; dicha capacidad sería mejor que la proveniente de la “estimulación temprana”, de la
de la “educación y liderazgo”, de la que promete enseñar a leer un libro de 200 páginas en una
hora, etc. Lo anterior no quiere decir, que no pueda (y deba) darse el salto hacia un nuevo
estado de la mente en el propio individuo naturalmente conformado (aunque en los dos mil
años de la era cristiana, dicho fenómeno tampoco ha ocurrido), como efecto de la incidencia
en la humanidad de la colosal cantidad de cambios en la civilización (instrumentos), esto es,
en la producción tecnológica y metodológica inherente. No obstante, estos cambios, que tal
vez pudiesen quedar fijados en el genoma como ontología a heredarse, sería posible
traspasárselos a las futuras generaciones, pero por vía artificial. En el plano especulativo
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