Bajar documento - La nueva concepción de la historia

todo el incesante movimiento complejo del mercado se apoderan de la mente, de modo que
ésta al final adolece de dirección. Esta ceguera es condición de integración de la conciencia en
esa realidad cotidiana, fenoménica, en la que se ha sobrevivido y por medio de la que se
aporta a la institucionalización de las condiciones generales, de los demás. Al pasar el trabajo
a las máquinas, al quedar por sentado y seguro el abastecimiento de bienes y servicios para la
reproducción material simétrica de la especie en el largo plazo, puesto que en dicha coyuntura
se hace presente el aporte de un proveedor/protector históricamente generado fuera de la labor
humana (el robot), la forma y el contenido de la mente cambian, dado que la disponibilidad de
satisfactores deja de estar fetichizada, cosificada, mediada por las relaciones salariales, por el
poder, por las formas transfiguradas del sentido de la realidad; mientras que el principal temor
instalado en la incerteza de contar con bienes para responder a la existencia, es reemplazado
por la garantía de saber, que se podrá comer cuanto se quiera sin preocupación en el
transcurso de la vida que vendrá (como un botón de muestra más, la necesidad de agradar con
la belleza, ya no tendrá sentido, por tanto, caerá en desgracia toda esa colosal industria
edificada para generar belleza artificial; en materia jurídica, de los pleitos humanos, los
juicios por la paternidad o para tormentosamente conseguir la pensión familiar, dejarán de ser
necesarios, de manera que la magra labor de los abogados, que defienden a inocentes y reos
por igual, que cuanto menos propenden conseguir la menor pena para el delincuente, se
quedará sin piso). Esta es la verdadera “transferencia” del atavismo ideológico (como lo
sostienen los psicoanalistas) al pensamiento alineado y real.
En este escenario, se transforma todo en el mundo (en la “época cambiada”: todas
estas alteraciones que constituyen el ejercicio de dicha determinación, se produce en estos
precisos momentos y ante nuestros ojos); de modo que del cerebro sale ese amasijo estorboso
de tanta fantasía, temor y demás acumulado de representaciones imaginarias y deformadas
(es verdad, que las “representaciones” pueden ir más allá de “lo representado” –desarrollo
teórico- pero no en forma surrealista, sino para ser de modo más exacto su expresión), que
constituyen el “objeto real”, el “objeto de conocimiento y transformación” para el despliegue
de la práctica de otra fantasía: el Psicoanálisis; esto es, de ese cúmulo de construcciones
lógicas, por su sistematicidad creíbles, forjado en sentido paralelo a la parafernalia del
discurso bíblico (el sólo considerar el aspecto superficial de los fenómenos) 906 . Esta forma
filosófica de reflexión se apoya sobre todo en la profesión de los literatos, en sus obras: en
idealizaciones que no pueden alcanzar el status de la memoria real, pues, ésta no es capaz de
ser remodelada por el material ideológico o falseada (refigurada) luego, puesto que si la mente
es “memoria –‘entidad personal’- en movimiento”, esta expresión no significa que se
modifican los recuerdos, si no que a éstos se incorporan otros que implican el obtener de ella
nuevos significados. El ser humano: no es recuerdo, olvido y represión; la memoria: no es
imaginación, la memoria: es grabación, es decir, hechos o datos asentados en las neuronas
intermedias del sistema nervioso central en el plano subatómico (Q bits); los recuerdos: no
constituyen fantasías, son –mas bien- información, que integran la conciencia. El ser humano
formado rectamente, es racionalidad, máxima objetividad y atenta vigilancia sobre la justeza
de sus ideas (ser racional: ir a la esencia y abarcar el todo).
En el marco de las consideraciones expuestas, no se puede hablar de los cerebros en
general y de forma ahistórica; tampoco es intelectualmente probo “introducir en un mismo
saco” a todas las mentes, de modo de tratarlas, lograr entenderlas y actuar sobre la que está
necesitada de terapia, sin distinción, como está tentado de hacerlo el psicoanálisis. En todo
vulgar, corriente, directa de los hechos. Ideología: sistema orgánico de fetichizaciones (mercancía, plusvalía,
Estado, Cielo, Dios,…), estructura de efectos ubicada en la mente que oculta la causa, la determinación, la ley.
En la esfera doctoral, la presencia de la ideología es obra de la división del trabajo: la conciencia de la
realidad “cree que es algo más… algo sin representar… y se dedica a la teoría pura, a la teología…”.
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El “complejo de Edipo”: es un tipo de hecho analizado a partir de una perspectiva de entre varias; es verdad
que la sexualidad en la vida temprana se constituye en factor que modela la subjetividad cuando el cuadro del
mundo está restringido al infante y a sus padres en el clásico patrón familiar monogámico en momentos en que
la nueva vida aún no se ha socializado: no se ha disuelto en otras identidades, que conduce a conductas
“incestuosas”; pero esa experiencia lleva más bien a formar la reciprocidad órgano-función en la esfera
reproductiva y no a provocar problemas neuróticos, como cree el psicoanálisis freudiano. El psicoanálisis:
examen cronológico de la estructura de componentes significantes de la conciencia grabada y su relación con el
proceder, es procedente; la forma de realizar dicho estudio es el que compromete la disciplina, puesto que por
lo general se da prioridad a la parte grabada de la inhibición o compulsión (y a la terapia coherente) y no a la
situacional que obliga a actuar o no en función del bloqueo o descarga de los llamados mecanismos de defensa
o protección.
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