Bajar documento - La nueva concepción de la historia

ha hecho con el triunfo es el que también ha visto crecer de modo inusitado sus capacidades a
la luz de las convicciones; esta característica permanecerá como fuego vivo en la generación
portadora de la condición transformadora y se irá apagando, cuando la marejada haya pasado
y la calma se instale nuevamente.
Sin embargo: “¡Yo escribo lo que debe ser dicho!”: ¡en su parlante me convertiré! (dixit
Venerable George); “¡... tengo razón!”; “... Willan de Baskerville, sin medir las
consecuencias, para sí o para alguien más, siempre debe probar, que tiene la razón” (Eco,
Humberto: El nombre de la rosa). Es verdad que el gran Newton rechazó propuestas
matrimoniales reiteradas (que Herodes “El grande”, por su parte, “amaba al pueblo que le
odiaba”), que a Marx se le murieron tres hijos, que Lenin no dejó críos, que Rosita
Luxemburgo se inmoló en su proyecto revolucionario; no obstante, una es la conducta que
asiste al deceso del semejante filial en estado de entendimiento del acontecimiento, otro es
–en cambio- el llanto que emana de la reacción del corazón, esto es, la simple manifestación
sensitiva del dolor por la pérdida irreparable; pero, de lo que se trata es –por ejemplo- que la
mujer a la que se le halaga con todo tipo de detalles zalameros de seducción en el rito de la
conquista, consienta la relación en pos de sacar adelante el objetivo de reproducción humana
mediante la procreación (las “unidades de inteligencia” natural no deben escasear mientras
todavía haya preguntas científicamente qué responder; esta es una enunciación alternativa,
neopositivista, en torno de la noción “calidad de vida”). Cuando uno ha llegado a la etapa
vespertina de la vida, no se experimenta conmoción alguna, por ejemplo, el releer o recordar
los episodios de ese hermoso cuento El principito del señor piloto francés Antoine de Saint
Exupery; únicamente es la leve nostalgia a través de la que se filtra la sensación anterior con
aquella que produce (no produce) el posar la mirada sobre la pasta de aquel pequeño libro;
solamente una mente que no ha madurado puede sentir emociones juveniles, pues, el
verdadero viejo no lo hará; es por eso que se dice que la humanidad adulta mayor es fría,
seria, arrugada, racional: no cree ni pone el corazón en nada.
La fría razón debe imponerse, finalmente, como norma absoluta de vida del género. Si
la tendencia real es el movimiento del trabajo físico al no trabajo en la historia humana
(superación histórica-humana de la esencialidad del trabajo -Marx), en la conducta
conciencial la propensión se deja ver como sistemático y progresivo reemplazo de la
afectividad, intuitividad, por el cálculo racional, la contención de la iracundia, el control y la
espera oportuna, sustentadas en el conocimiento científico, racional, “positivo”. El cerebro
humano, como instrumento de índole singular, debe evolucionar para allá; lo cual muestra,
que hoy por hoy impera la forma anterior –como evidencia de su subdesarrollo-, de estructura
y movimiento de la conciencia, de manera global en el mundo. Este camino: es pesado para el
género, pues, se trata de la vigencia de la próxima contradicción letal, o, del obstáculo más
grande que deberá rebasar la especie supramoderna: someter primero la emocionalidad a la
razón y luego anular la esfera de los sentidos por completo; y, esa es una difícil empresa, que
no obstante, tiene sus apoyos: la maduración de la conciencia, la superación del amor y del
sexo (Escocia: 5 de julio de 1996; Dolí: “el sexo está obsoleto”) en la reproducción y la
presencia de las máquinas que reemplazan al trabajo. El ser humano superior debe ser
indiferente ante el dolor y el placer, frente al bien y el mal, debe ser sereno, frío: todo un Dios.
En la vida en curso, si el ser humano renuncia a la razón científica, está destinado tan
sólo a repetir un ciclo eterno en el transcurso de ella. Al momento, el progreso material de la
especie se halla transformando la fisonomía estructural de la humanidad; advienen, en
coherencia, colosales revoluciones en todas las esferas de la vida (lo cual no es más que una
pura anotación tautológica), pero en correspondencia con el camino que tiene en frente el “ser
social”. Empero, para que tenga lugar este proceso, el vector de la vagancia de la juventud (y
del trabajo burocrático que no produce bienes para la reproducción material de la especie –el
lumpen: la reproducción improductiva) debe toparse en un momento y punto precisos en el
curso de la historia, para que no se desaten conflictos sociales (el movimiento de los
“Indignados” de España en Agosto del 2011, es la primera expresión de ese conflicto), con el
vector de la mecanización, de modo que las máquinas abastezcan a las generaciones que ya
no trabajan 643 . El trabajo decesa, pero una vez que éste ha realizado su potencialidad (acto y
643
Esta es una conjunción, que debe darse de modo incruento, o sea, previsivo, consensuado, diplomático o de
forma crítica, sangrienta, caótica. Ya se antelan pronósticos devastadores: “la revolución tecnológica y la
explosión urbana están, pues, en rumbo de colisión” (entrevista realizada por Araceli Ortiz y Lucía Iglesias a
Osvaldo de Rivero, autor peruano del libro El mito del desarrollo). Paradójicamente, la tecnología es la opción
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