Bajar documento - La nueva concepción de la historia

El sistema de nocionalidad comprehendido en las presentes anotaciones: ¿puede
asumírselo como extensión de la forma clásica de modernidad en la cognición: continuum
iluminista de percepción, sujeta al modo de ser de la realidad, que refleja pero que se
mantiene a distancia frente al objeto pensado? o ¿no es más que la respuesta a los entuertos
generados en la mente por la “hegemonía cultural” de las disciplinas de la “deconstrucción”
posmoderna? En todo caso, es la “fe ilimitada” en las potencias de la inteligencia, mucho más
que en la racionalidad de la voluntad. La “modernidad occidental”: ¿ha fracasado? ¡No! El
sistema social en el que paradójicamente se inspiró y desarrolló está agotado (una vez que el
mismo ha servido de vehículo para que la inteligencia se objetualice como instrumentos de
promoción ulterior de su realización); los productos civilizatorios de esa etapa (el modo
burgués de producción) se elevan refulgentes y siguen siendo la base de los futuros procesos
humanos (no obstante, el porvenir no se “construye”: un recién nacido no “construye” su
futuro, sino que inicia la realización del sentido de su existencia –dado por su “tiempo”
histórico y por el grado de maniobrabilidad permitido sobre él, que él mismo lo estatuye-,
mientras transcurre el desarrollo orgánico de su ser prescrito de modo genético y mediatizado
por el avatar social que se rige por la ley que cronológicamente lo preside). La humanidad
continua su avance hacia nuevos escaños de civilización sobre los “lomos de la ciencia”;
guerras, pobreza, afectaciones a la naturaleza, escatologización de la vida, han sido
subproductos necesarios del proceso civilizatorio, que deben –van a- ser eliminados en la
nueva etapa; pero al margen del sistema dado y de sus secuelas, el ser humano –los grupos
que no se autodeterminen de ese modo- se encontraría entrampado todavía en la
premodernidad (la aseveración puesta, no es justificadora del capitalismo; simplemente con
ella se levantan descriptivamente los hechos). El ser humano no ingresa en una nueva etapa
(”paradigma”) porque sea su deseo; tampoco se puede hacer responsables (como lo hace
indebidamente el posmodernismo 184 ) a la ciencia y a la técnica del curso y fin que han
seguido, con lo cual se deja incólumes las testas de quienes los han instrumentalizado. Este
“saber”, luego, tiene poco de dogmático, puesto que la fuerza argumental decidirá sobre su
verdad (tampoco habrá de variar en su esencia en relación con la postura subjetiva contraria a
que dé lugar 185 ); solamente, en cuanto proceso gnoseológico, manifiesta que unos pueblos
distribuidos en la Tierra se mantendrán entretenidos en el mundo y así retornarán a la forma
primigenia de materia inconsciente; mientras que otros (desgraciadamente los capitalistas de
la modernidad positivista, iluminista, ilustrada, del progreso) desplegarán todo el poder de su
inteligencia en términos científico-técnicos y llegarán a coronarse como “dioses” (del
‘verdades establecidas’. Si ‘lo que dijo Marx’ o ‘lo que dijo Lenin’ es cosa que poco me interesa si ello no sirve
para producir –aquí y ahora- una posibilidad revolucionaria” (ninguna revolución efectiva ha salido de la mente,
de la pluma, de este personaje, como es usual en el comportamiento pedante de similar tipo en otros “teóricos”).
Soberbia, que no permite reconocer el esfuerzo precedente, su aporte, como fundamentar en él, los nuevos
desarrollos teóricos (como negar, matar las ideas anteriores de Arquímedes, Galileo, Kepler, Newton,
Einstein,…).
184
Es tan estúpida la conducta observada por las bases y la intelligentzia integrantes de esta supuesta fase
histórica, que la misma puede reflejarse empíricamente en el cretino cambio de la palabra conocimiento por la de
“relato” (tal cual como a un macho humano se lo puede hacer pasar por un homosexual masculino); este giro es
monstruoso (como es la tolerancia al homosexualismo, que combaten –imos- los “homofóbicos”): compromete
al conocimiento, ubicándolo en el plano simplemente de la descripción vulgar.
185
Sobre las apreciaciones de Terry Anderson en torno del “nuevo Materialismo Histórico”, cómo es posible,
uno no se explica, que gente que se cree tan genia (trotskistas, gramscianos, neomarxistas): estudiosos,
comentaristas, críticos, historiadores, voces autorizadas, eruditos, académicos, creativos y demás “malahierbas”
subjetivistas, no hayan advertido lo elemental, una simpleza: en sus periodizaciones sobre la evolución del
pensamiento marxista (marxismo económico –Marx-Engels-, marxismo político –Lenin-Trotsky-Gramsci-,
marxismo teórico –Althusser-Godelier-, marxismo cultural –Habermas, Lechner-, -sic), que sí es verdad
–parcialmente- que en el período de organización socialista real (de Stalin, por supuesto), se pospone en cierto
modo la producción teórica marxista, eso se debe a que el proceso había pasado a una nueva etapa, básicamente
práctica (de organización de la base de la “revolución ininterrumpida mundial”: el proceso de producción para la
reproducción del sujeto histórico soviético), a la que se le sumó la guerra, la reacción restauracionista interna y
externa, lo cual condujo a privilegiar la lucha política y el urgente y necesario desarrollo de las fuerzas
productivas (los contrarios oponen de memoria a esto la libertad, la democracia, el marxismo abierto),
prioridades a las que quedaron subsumidos, por dictados de la historia, desde el más humilde habitante como los
más encumbrados cerebros. Parece que sólo por animosidad y mala fe se puede dejar de lado esa circunstancia al
juzgar el período de Stalin, por parte de palabreros “teóricos”.
195