Bajar documento - La nueva concepción de la historia

motivado por la sugerencia, que un estudiante de Ingeniería de Sistemas hiciera, cuando
advirtiera cierta impresionante similitud entre los puntos de vista dados en clase con los que el
señor había encontrado en la “autopista”), fue sorprendente advertir la existencia de una
concepción sobre el proceso de evolución del ser humano, por ejemplo en el algoritmo
progresivo: universo inanimado, vida no consciente, humanidad, transhumanidad. Se declara,
en consecuencia, que este mismo fenómeno (proposición indeliberada de ideas que ya han
sido sacadas a luz), en el presente opúsculo con frecuencia se repite en relación con temas
conexos con otras disciplinas del saber, como en relación con la Filosofía.
La propuesta personal al respecto fue: Universo mecánico, vida orgánica, vida
consciente, trascendencia; o, en lenguaje de la Singularidad: salto en el proceso de la
evolución humana, en el que la “primera naturaleza” se fusiona con la “segunda naturaleza”
(la cultura) para dar origen a la “tercera naturaleza” (“naturaleza celestial”), en la que las
promociones humanas protagonistas del hecho, modifiquen su condición en dirección hacia su
divinización según la “concepción científica del desarrollo humano”, pero todo el proceso se
hace con mediación del trabajo humano, lo que implica la exigida presencia de factores como
división del trabajo, propiedad privada, organización jerarquizada del grupo, dominación, en
su índole de condiciones necesarias para que un organismo formado por seres que no vienen
determinados en sus funciones de modo biológico, se acoplen a una arquitectura social –
división de tareas- conflictiva, única capaz de guiar a la humanidad hacia la automatización
(“naturaleza natural”, “naturaleza humana”, “naturaleza divina”: las tres naturalezas son
producto lineal, progresivo de la materia); al final, el ser humano debe elegir entre “ser por los
siglos de los siglos” o renunciar a dicha condición (el “Ser Supremo” opta por la segunda
disyuntiva y de este modo se cumple “el principio dialéctico de la negación inmanente que
elimina el carácter acabado del sistema”). Debe recalcarse, que el defecto de la comunidad
científica oficial, que modeliza el futuro, sea que se sustente en tendencias reales como en
figuraciones filosóficas, consiste en que, al no ser sus miembros economistas, sociólogos o
politólogos, pasan de largo, en sus conjeturas, ante las “relaciones sociales de producción”;
esa la razón fundamental por la que sus conclusiones fallan, cuando las ubican fuera de la
geografía técnica (los principales son: R. Penrose, C. Sagan, John Jorgan, Ray Kurzweil,
Miguel Nicolelis, John Hopkins, Willan Gibson, Michio Kaku,…). De ese modo es: estos
científicos y escritores de ciencia ficción burgueses padecen de ese límite, pues, tienen el velo
del perjuicio de clase; además, la prepotencia propia de sabios que les invade, redoblada por
su adscripción burguesa e imperial, los ciega. De manera que siempre la proposición justa de
los hechos deba estar predestinada a salir de la pluma, en este caso, de ciertos “pre-
Singularizados” marxistas.
La persona que de mejor manera captó el fenómeno, dada su condición de ser uno de los
pioneros europeos de la robótica, fue Hans Moravce; su opinión es objetiva, debido a que
encaró el dilema con los supuestos lógicos de la Economía Política: entrevió el nexo entre el
avance tecnológico y la exasperación competitiva (calidad y precios), o sea, el ejercicio de la
ineluctable ley marxista de la “tendencia decreciente de la tasa de ganancia” (“fuerza objetiva
que afecta la acción humana”; esta herramienta que “… es decisiva para comprender la
dinámica histórica del capital... y su tendencia al colapso…”). El investigador en la rama de la
tecnología ha llegado a comprender el mecanismo: cuando la productividad marginal de las
ganancias asignadas a investigación y desarrollo tecnológico se nivelen con su retorno, se
habrá perdido el interés por parte de los inversores, de la iniciativa privada, de la libertad de
empresa, etc. [el enunciado original de Moravce sostiene que el capitalismo acabará en el
momento en que las industrias sean totalmente automatizadas, en las que la producción
económica ya no sea rentable (la competitividad –el nivel de- será absoluta, mientras se
desarrolla la ciencia y la técnica; cada vez más las empresas invertirán en este proceso,
consumiendo todo su excedente en él y pagarán menos a sus propietarios; una vez que la
carrera tecnológica consuma todas las “ganancias”, ya no habrá razón para la producción: el
sistema capitalista cesa)] 670 . El pronóstico formulado en los años 90 del Siglo pasado
avizoraba que el suceso iba a ocurrir en 50 años, esto es, alrededor del 2040, tal como son las
previsiones de Immanuel Wallerstein, Vigno y otros. En efecto, por esas fechas, el robot se
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H. Moravce, francamente coincide con Marx: “… a medida que la tasa de ganancia decrece, el crecimiento de
la cantidad total de ganancia debe frenarse e, incluso, posiblemente detenerse. En el momento en que las nuevas
inversiones ya no generen ganancia adicional, se reducirá la inversión y estallará la crisis” (Shaihk, Anwar.
Valor, acumulación y crisis).
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