Bajar documento - La nueva concepción de la historia

movimiento de las fuerzas productivas per se, es decir, se hace abstracción de la influencia
histórica –sobre ellas- de los conflictos intrínsecos de la humanidad, sobre todo de su etapa
social. El cambio de una forma humana por otra, constituye producto regular, esto es, le
precede legalidad; estas leyes (de movimiento) son dos: 1.- la ley del desarrollo progresivo de
las fuerzas productivas y, 2.- la ley de la lucha de clases; en suma, proceso de determinación
material –efecto de objetivación de la inteligencia en instrumentos que encaran nuevas
necesidades-, de toma de conciencia y operación de la voluntad conducente a superar la
explotación y conferirle un nuevo orden al mundo; en ese sentido, quizá tenga razón J.
Posadas, cuando asevera que los extraterrestres deben ser una civilización superior, es decir,
comunista].
Comprender la “cuestión humana” (no en la connotación estrecha de “problemática”
aparejada a dicha expresión –o sea, como contradicción intra humana territorializada que
cuestiona al poder-, sino en la de su relación con la necesidad cosmo-histórica), para mentes
ubicadas en el seno mismo de la etapa del género de dinámica producción de conocimientos
como del vertiginoso progreso de la técnica en la que se ha ingresado (de cambio
imperceptible en las relaciones sociales: la transición), implica asimilar correlativamente los
saberes cientificista-positivistas y el marxista, en el contorno de un nuevo acto de la mente de
generalización integral: la Cosmología y la Sociología Política. No obstante, la segunda
exigencia deviene bloqueada por los devaneos descentralistas de la conducta perceptiva
adosada a la noción de posmodernidad; mientras que la primera es presa del inconveniente de
hallarse inscrita en la admonición de Newton: “Física, cuídate de la Metafísica”. ¿Cómo
“sociologízar” a un Físico? ¿Cómo “cosmologializar” a un Sociólogo? –excepción lo fue el
gran Federico Engels- (la “Teoría para todo”, exige trasponer esta barrera, este atavismo, esta
unilateralidad; empero, necesariamente se requiere superar las bases materiales de este vicio:
las relaciones residuales burguesas de producción). La tendencia natural de la mente –su
extrapolación- hacia la formulación de “grandes paradigmas”, tiene la palabra (el ascenso
estructurado de la dimensión simple hasta la compleja, es la determinación en consuno con la
operación del principio de la “autonomía relativa” de la conciencia).
En la expansión reflexiva del patrón de ideas expuesto, deben añadirse ciertas
aseveraciones concebidas en perspectiva generalizadora. A grandes rasgos, con la instalación
de las condiciones básicas necesarias para el despliegue del ciclo orgánico-consciente de la
materia en el Universo: 1) la naturaleza concluye el proceso de conformación de la vida
orgánica superior, habiéndose iniciado con los “coacervados” en dirección del homo sapiens;
2) el ser humano –luego- disperso etnográficamente en diversos lugares del planeta, produce
ideas e instrumentos, el móvil en esta caso ha sido el propósito de garantizar y de mejorar el
proceso de simple sobrevivencia; 3) el ser humano, de manera clasista subsiste y progresa:
genera –en el marco de relaciones mercantiles competitivas- todo el conocimiento y el
sucedáneo del trabajo: la producción mecanizada, automatizada y robotizada (en un momento
dado, de igual forma como ciertos pueblos primitivos no contaban con la esfera espiritual de
la existencia, puesto que el trabajo físico totalmente absorbido por las necesidades ligadas a la
sobrevivencia material lo impedía, a futuro este mismo trabajo reduce el “tiempo” que puede
ser asignado a las labores de la esfera espiritual); y, 4) el ser humano ingresa (lo está
paulatinamente haciendo) en la era denominada de la “espiritualidad”, esto es, deja atrás la
forma social burguesa en la que el proletariado ha inseminado las determinaciones de la
“comunidad covivencial” –“democovivencia”: los problemas que experimenta la
democovivencia, se superan con más democovivencia- (renuncia a la esfera que le formó
como ser humano: el trabajo), la cual tiene por objeto posponer la constitución genérica e
instrumental, continuar el desarrollo de la vida en el plano de la satisfacción de necesidades
hedónicas del espíritu, pero, sobre todo, redondear el conocimiento, profundizar la esfera del
desarrollo técnico, a fin de otorgar sustento empírico a su saber, hasta ese entonces filosófico.
En la coyuntura, sin embargo, la humanidad se encuentra entretenida, enredada en el
acto colectivo de resolución (en verdad: en el proceso de cristalización definitivo, de los
presupuestos de la herencia legada por la lucha marxista proletaria) de la contradicción más
cercana y fundante, de apertura y ejercicio inherente a la etapa de forja de su destino superior:
superar el reiterable status de sus minucias conflictivas clasistas, el ejercicio de la dominación
de un reducido sector poblacional sobre el resto y el efecto de enajenación, del predominio de
la estructura ilusoria en la esfera espiritual. Los aciagos momentos en curso, abren la senda
para que tenga lugar el despliegue pleno de la potencia singular específicamente humana: la
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