Bajar documento - La nueva concepción de la historia

supervive la “sociedad civil”, la “hegemonía”, pero en la abstracción del “bloque histórico” o
en su generalización; hecho que se produce, de ningún modo por disolución de la “sociedad
política” (absorción), dada por la consolidación de su antípoda, sino debido al desarrollo e
imposición de las “reglas” del trabajo maquinizado.
Esta constituye la superación y la diferenciación definitiva de la nueva humanidad,
tanto de su raíz natural-orgánica, animal, esto es, de su raigambre ontológica primigenia,
como también de su pasado histórico constitutivo, quién queda atrás, respecto del cual las
presentes generaciones también lo integran, por “desventura”. En la protohistoria –período
precapitalista y del seno del cual emerge la prehistoria capitalista-, incluso la índole
transformadora del ser humano no constituye objetivo superior alguno distintivo de la forma
suprema consciente de la materia; pues, solamente cuando el ser humano inaugura la
dimensión política, empieza por desembarazarse de ese pasado instintivo atesorador,
acumulador. El ser humano advierte su nueva razón de modo natural, exigido y necesario: el
conocimiento (los europeos se han adelantado en dicha percepción futurista y en tal
pronunciamiento; eso se debe al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado por
este grupo poblacional en el planeta). Los leones se encuentran en el mundo para “depredar”
impalas; éstos últimos, han sido puestos en la naturaleza para devorar pasto, todo como parte
de la operación de un proceso estocástico de autorregulación equilibrador traumático cuasi
infinito de la biomasa; el ser humano (además de aprovechar, destruir –transformar- el
entorno natural y regular racionalmente su equilibrio) “viene puesto en el mundo” para
conferir sostenibilidad a la vida, para incrementar las unidades biológicas de la inteligencia:
para reproducir en forma ampliada la conciencia, en el marco de la continuidad de la
evolución general de la materia hacia la noción de su ser en la dimensión ideal. Este proceso,
tiene su “vía crucis” camino del Gólgota.
Las necesidades y los problemas cotidianos, las inquietudes, aun para las personas que
han alcanzado el nivel del pensamiento universal, de punta, se constituyen en antídoto a través
del cual el ser humano puede salir de las fauces del existencialismo (el “genio” –que es útil en
sentido histórico, científico y técnico para el género- experimenta problemas de salud, debe
comer, tiene una familia,…, todo eso le distrae). Las religiones se hallan exentas de la
contrariedad, que deriva de esa incomodidad: ellas pasan en permanente recreo, como los
niños, pues, su objetivo está fuera de este mundo y hacia él apuntan en el marco terreno de
aceptación, integración y promoción del orden (curas, evangélicos y capitalistas, todos
constituyen un sinérgico lastre); es, en verdad, una manera gratuita, fácil, oportunista, de
superar el desconcierto vital, de evadir la responsabilidad de saberse poseedor de conciencia.
La aceptación de la razón conciencial en un momento dado, en cambio, proviene de ella
misma, o sea, de un argumento simple, debido a que se puede decir: “soy un átomo de la
materia consciente, efecto directo del proceder estocástico de fenómenos primigeniamente
inorgánicos”; mi deber es aprovechar ese “don”, captando/transformando la realidad para bien
general, esto es, desempeñando esas funciones adecuadamente. El tramo actual, denominado
pomposamente “posmodernidad”, tiene algo de todo: percepciones del pasado, figuraciones
presentes y previsiones en esbozo, se entremezclan en él. Una de ellas es la recusación tardía
del capital contra su antípoda teórica, eficaz, de siempre: el marxismo (postura, que aparece
como una inocente posición intelectual autodenominada “ruptura de paradigmas”); ánimo que
trasunta la esperanza de la muerte del contrario únicamente por declaración retórica, por
efecto de la idea posmoderna en torno a que el “pensamiento mayor” (en ciertos círculos se
sostiene, que la Filosofía misma es una aberración de las construcciones teóricas marxistas),
ha caído en desgracia a favor del neoindividualismo de naturaleza tecnológica, del
particularismo cosmovisivo y la tolerancia, del facilismo sensualista no complicado de la
existencia.
El conocimiento –principalmente el objetivo y totalizante, al que se lo recusa con la
noción posmoderna de “ruptura”- ha sido siempre factor de liberación (de allí la presencia de
la institución llamada: de las “Reducciones”, instaurada en las coloniales españolas
americanas); Cristo aseveró -se dice-: “la verdad os hará libres” (así mismo es: el
conocimiento total, objetivo, provee capacidad de maniobra al ser humano, de elección, de
liberación –la plusvalía, la explotación como razón de la pobreza; la integración de los cuatro
constantes cósmicas; la conciencia como internalización del saber del mundo), en tanto
la ciencia lo hace primero al pasar a proceder como ideología, finalmente algo similar ocurre con ésta, al
concluir todo el ciclo humano.
1318