Bajar documento - La nueva concepción de la historia

lejos de ser realidad, sirviendo, mas bien –aquel bajo desarrollo en la automatización-: de
fundamento para la actuación del “revisionismo”. Eso demuestra de manera palmaria, que el
cambio real de la estructura social, no es posible sin robotización. ¿Por qué? Mientras haya
trabajo humano como medio para la autoproducción de la existencia, el proceso siempre
requerirá de asimetría social, de la división del trabajo, de la propiedad privada de medios e
instrumentos de producción, de la dominación; esto es, la disposición de los satisfactores para
la reproducción de la existencia colectiva (la cual es el presupuesto indispensable para que la
especie se forje como “sujeto del conocimiento”), sólo puede alcanzarse con este tipo de
organización. Dicho sea de modo incidental: habría que dedicar todo un volumen, para
demostrar esta afirmación. No obstante, se esbozan algunas líneas primarias al respecto a
continuación.
Se cuestiona normalmente el “yo egoísta”, esto es, el “primero yo”; no obstante, se
pone interés en el hecho de que ésta es una razón ontológica de sobrevivencia de todo ser, la
que puede ser superada sólo alcanzadas determinadas condiciones históricas: cuando la vida
del ser humano está garantizada en el grupo por el conocimiento y la técnica (esta afirmación,
no debe tomarse en el sentido intencional, que naturaliza la psicología, pues, el individuo
humano es el animal más inerme en el momento en que nace o cuando se encuentra solo, lo
cual le lleva –de modo natural- a asociarse, a fraternizar, y hecho que, mas bien, en una etapa
determinada –clasista- de la especie, se enreveza; y, este argumento aclaratorio se incluye
directamente en el texto principal, mas no en el aparato crítico de pie de página, por su
importancia). Individuos asociados en grupos de trabajo requieren del mecanismo de
“división de tareas” impuesta por la multiplicidad de necesidades a satisfacer, las cuales se
multiplican y empujan el desarrollo de la división del trabajo y del cambio. Esta estructura
genera status y privilegios (esto es, una de las razones de la aparición de la propiedad privada,
de las clases). Si en ciertos organismos comunitarios, estas funciones vienen fijadas en la
información genética ontologizada en órganos inamovibles (cada ser es propietario de una
función en la cual desarrolla su trabajo), en el ser humano este esquema emerge de modo
natural con el desarrollo de las fuerzas productivas, y de forma coercitiva cuando un sector
social se sube sobre las espaldas de otro, para organizar y hacer posible el proceso de
autoreproducción de la vida en colectivo mediante el trabajo. Ahora bien, esta coerción sólo
se consigue en grupos humanos, ahora sí: frente a recursos escasos y mediante la intencionada
limitación de las condiciones de acceso a la satisfacción de las demandas de la supervivencia
del grueso de la población (el ejemplo clásico que pone Marx es el caso de Mr. Pell). Si el
trabajo ha pasado a “otras manos” (el robot), toda la colosal estructura social clasista
sustentada en la propiedad como forma única que realiza el trabajo humano, éste: cesa. En el
trabajo artesano, esta función se cumple en similar condición: el padre de familia, el jefe de
hogar, el dueño.
De manera que: la fase humana superior que debe negarle y reemplazar a la actual,
tiene como supuesto necesario a la robotización. ¿Puede ser contradictoria esta aseveración
con muchas de las reflexiones hechas en este escrito sobre el particular? No; por cuanto aquí
lo que se afirma es, que si bien es cierto que determinados ejercicios de reproducción solidaria
de la población tienen éxito en algunos sitios del mundo, eso se debe a que el proceso de
mecanización productiva es ya una realidad y marcha hacia su concretización, es decir, que
las manos humanas ya no son imprescindibles para la labor productiva, quedando cesante la
tendencia a la esclavización, a la servilización o a la proletarización. El proceso, también es
complejo y conflictivo. En sociedades tribales alrededor del mundo como podrían ser
catalogados ciertos grupos humanos de Africa y, sobre todo, los árabes, la transición, que hoy
se pretende guiarla de modo ordenado con las tesis unionistas del Socialismo del Siglo XXI,
puede ser menos o más cruenta, lenta o rápida, según las condiciones puestas por la
hegemonía del atraso y la dimensión ideológica sobre la vida. En América Latina, como bien
se ve, el sector que pretende comandar el ritmo en la continuidad (plasmación) del cambio:
los ciudadanos, debe formar su superestructura propia para efecto de conferir racionalidad al
proceso. El liderazgo colectivo, es decir, el sistema de inclusión y participación recoge en su
seno las diferentes formas de reproducción de la vida, como cenáculo de incruenta e
inteligente discusión de temas de interés general. Coexistir, aplicar una política sinérgica con
sus hermanas mayores: las organizaciones sindicales y populares que quedan: ¿es lo propio?
o, negarles, aladearles, ejecutar una política fratricida: ¿lo es? Es fácil advertir, que por su
raigambre socialdemócrata los movimientos ciudadanos desean desembarazarse de los
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