Bajar documento - La nueva concepción de la historia

elleza de la mujer –y viceversa, debería decirse- (que es lo mismo afirmar: a la máxima
trampa de la naturaleza): no hay racionalidad –todavía hoy-, que se le resista. Un elevado
porcentaje de miembros de la humanidad da por hecho muchos supuestos en su esfera mental,
sin siquiera ponerlos en cuestión; tales son los casos –entre otros- de la existencia de Dios (se
está tan convencidos, que dicha presunción es verdadera, que tal creencia se extrovierte como
simple reflejo condicionado, automáticamente en todo momento, lugar y circunstancia). Por
tanto, el sexo, la diversión sensorial o el amor son percibidos como indicadores de la llamada
“calidad de vida”, y el arte: su producción o expectación, como norma de existencia. Sin
embargo, la totalidad de las esferas citadas comparten el carácter de monstruosidad, una
aplicación indebida de “energías” de la vida en supercherías; en dichas esferas al ser humano,
por lo general, se piensa verlo como colmado de méritos, como ser y conducta dignos de
realce, de celebración, merecedores de estudio y devoción, puesto que son “actos de buen
comportamiento”, los cuales deben pasar –además- a ser registrados con orgullo en los anales
de la historia. No obstante, la diversión de los sentidos puede ser vista también como
inteligencia, “energía” y acto, que se acomodan –por ejemplo- para adueñarse de pertenencias
ajenas, en las que el ladrón hace una evaluación positiva de lo logrado en el exitoso acto
delictivo, hallándose impedido de ver paralelamente (el marco burgués de vida le impide en
este caso), que en lugar de aplicar todos esos recursos en trabajar honestamente, lo ha hecho
para el despojo; así ocurre con el arte, con la diversión: se ha utilizado vida para el goce
(¿reparador espiritual?), habiendo sustraído “energías” de la existencia a la tarea fundamental
de producción de justicia o generación de ciencia.
Esta “actitud ante la vida” (la citada en parágrafo precedente) se convierte en freno en
el camino de ejercer todo el poder de la mente humana para cristalizarlo en la continuidad del
conocimiento hasta llegar a la cima 866 . Dos cerebros piensan en la especie humana: el
femenino, el masculino; a la vez el cerebro se halla dotado de la capacidad de reponerse en la
reproducción (de producir copias humanas); si la racionalidad fuese un estado del ser:
presente, actuante a partir de los mismos orígenes de la “persona” o del género, la especie
habría perdido viabilidad, pues, la razón habría recusado la puritana vida sensualista; “gracias
a Dios”, el ser humano cuenta con la afectividad, con la sensorialidad, con el deseo, con la
pasión (y con el capitalismo en un cierto plazo), eventos éstos, que realizan su determinación
con firmeza en las primeras etapas de vida de los individuos y del grupo; y, de ello se ha
valido la naturaleza para perennizar la inteligencia (para renovar físicamente a las “unidades
de pensamiento”). Mas, mientras discurre la existencia, progresivamente se instala en la
mente una etapa de insensibilidad frente a la belleza, ante la “cultura” y emerge una actitud
antiingenua neobarbárica (¿Es posible renunciar a la “belleza de sentir”? Si lo es. Téngase
presente a las Mojas Abadesas, a los faquires, a los Monjes Lamas,...) 867 . No obstante, si bien
en la idea se cuestiona el apego hacia la belleza, dicha opinión no quiere decir, que se
desconozca, que el arte, la sensibilidad, el apareamiento, no hayan cumplido indispensable
papel en la evolución humana como hoy lo siguen haciendo, pues, la humanidad huérfana de
dichas tareas no se habría reproducido, hubiese reinado la tristeza y no habría habido
entretenimiento, esto es, “cambio de tercio” en las actividades, como tampoco recuperación
de la “fuerza de pensamiento” (“trabajadores del conocimiento”).
En el plano más personal, dicho sea en la reseña episódica, en la percepción y en la
conducta: ¿se ha producido el fenómeno dialéctico, conocido como: “el salto”? El acto de
revisión de la historia de la vida individual, permite auto advertir, que hace un par de años (a
los 48 años de edad) se disfrutaba, por ejemplo: de la Belleza del primer movimiento de la
sonata Moonligth de Beethoven 868 , lo mismo que de Schubert y su Serenata; curiosamente,
empero, esta etapa, todavía afectiva, inmadura, no produjo inclinación hacia las partituras
pianísticas (Mazurcas) de Chopin, pues, ya se intuyó, que este genial compositor venía siendo
la quintaesencia: el más conspicuo representante del paroxismo de la sensibilidad y el
866
Ahora bien, en estricto sentido, este “poder de la mente” (como mover objetos por telequinesis o
científicotécnicamente) es una ficción; el poder de la mente lo da la inteligencia; lo que se puede hacer
“inmaterialmente” es pensamiento (materia en movimiento: ondas cerebrales), instrucciones electroquímicas y
movimiento.
867
La evolución social rompe el status mental plenamente afincado en el ser, que se expresa en la frase: “las
ideas hace tiempo que están hechas en la cabeza”; es tarde para tratar de redefinirlas.
868
Siempre se estuvo confundido sobre la idea de que el primer movimiento de la sonata Claro de Luna era el
Ave María de Gound o de Bach, cuando en realidad Beethoven había escrito música en honor de una hembra
real.
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