Bajar documento - La nueva concepción de la historia

de la clase burguesa europea, de modo que le permita actuar, en conjunto, de manera
defensiva y competitiva en el interior de la “neotriada” (“… la política de salvataje a costa de
vecinos es muy visible en las devaluaciones competitivas y en los aumentos de aranceles… ha
puesto en peligro a la UE…” –dixit C. Katz): de los campos comerciales definidos de modo
imperialista (demarcación, defensa y avanzada de, de y sobre mercados de demanda y de
oferta –puntos de venta de productos y de fuentes de materias primas). En el interior de este
Acuerdo, las contradicciones entre los intereses de las distintas fracciones del capital persisten
(antinomias que cuentan con la base normativa e institucional para su procesamiento en los
Acuerdos de Maastricht: política monetaria, BCE, Euro); a éstas, el sector dominante y rector
del proceso de este componente neotriádico (las recientes firmas de “Tratados
Internacionales”, precisamente demuestran el carácter trunco de la “globalización”,
acomodada por vías capitalistas), las trata en orden subsidiario frente a la contraposición
imperialista general, dominante y principal; mientras que la contradicción clasista: capitaltrabajo,
se vuelve secundaria y su “resolución” ha quedado confinada al “Estado-nación”.
En una palabra, si una definición de tal tratado debiera darse, la misma se ensayaría en
los siguientes términos: la UE es una liga de las oligarquías europeas, en cuanto contradictoria
unión de capitales multinacionales, forjada para ampliar el ámbito de acumulación, luego de
lo cual proceder a enclavarse, a protegerse, con el fin de armarse estratégicamente para
competir de forma corporativa en el globo con el resto de fracciones multinacionales
oligopólicas del propio capital (UE –nueva determinación supranacional del Estado-:
trinchera de la “sociedad política” –contratendencia dilatoria- “bloque histórico”, supremacía
intelectual, política y económica de definidas multinacionales). En la UE, en el año 2005, no
se pudo aprobar su Constitución; en consecuencia, esta “Unión” evoluciona trunca; el hecho
se debe a la coexistencia de intereses contrapuestos en el interior de la estructura de actores
que operan en la cumbre estratégica del ensayo, esto es, entre Estados miembros anglosajones
y eurocéntricos, sobre los que se yuxtaponen intereses estratégicos extracontinentales de
grupos con propensión hegemónica como el estadounidense y el ruso. Mucho tiene que ver en
los episodios, la fuerte tradición monárquica de la Europa nórdica y el espectro de la Thatcher
(liberalismo económico absoluto) frente a la mediterránea y socialdemócrata, en la que sin
embargo no ha dejado de incidir la índole mercantilista de la praxis económica (la
financiación de estos modelos ha tenido como fuente de ingresos y de reducción de gastos en
su orden, a las exportaciones y al efecto comportamental social de la racionalidad dada en el
feed back de la política de austeridad indirecta, apoyada en el control del crecimiento de la
población). Dos factores, en realidad, registran mayor incidencia en la marcha del proceso de
desbalcanización: 1) la política monetaria de la Unión, cuya estabilidad sustentable,
necesariamente afecta al sector laboral (razón estructural); y, 2) las distintas visiones sobre la
realidad y su movimiento (razón ideológica-política), circunstancias que no permiten que este
grupo de países pueda programar una verdadera política interna y definir la política
internacional en coherencia. El denominado “enanismo político” de la Unión es, pues, la
expresión de las contradicciones económicas y de la disidencia ideológica en el seno del
actual liderazgo.
El tratamiento del problema que embarga a la UE, es una cuestión de “sentido común”
(sic): mientras no se reduzca la avaricia del capital, no se limite el poder del sector financiero
(tanto en Europa como en el planeta), se democratice la estructura de detentación de los
recursos económicos y se apoye a la economía real (lo cual implica ralentizar deliberadamente
el desarrollo y uso de la técnica, con el fin de incrementar significativamente la oferta de
puestos de trabajo; y, políticamente, que sobresalga un sujeto parcial del propio capital: el
sector productivo, cuyo interés asuma la supremacía en la composición y operación de la
economía, en la dirección de la mancomunidad), no se puede racionalizar el funcionamiento
del capitalismo en éste y en otros anillos centrales del sistema (la crisis financiera de los
Estados europeos conspira contra el establecimiento de un “gobierno común económico”
–Manifiesto de los economistas aterrados: Philippe Askenazy et al). En su defecto, la crisis
estallará en cualquier momento en Europa, en virtud de que el proceso requiere de la fuerza de
la unidad para enfrentar el impacto del ejercicio de las contradicciones desplegadas en el
escenario de la geoeconomía triádica global (y ha ocurrido con la crisis financiera yanqui del
2008); en tal virtud, esta unidad es artificial: tiene como pegamento a la “saliva” del
voluntarismo frente a la asimetría social intrínseca (Merkel debate el costo de mantener la
Eurozona: los programas de rescate de la banca de sus miembros, que restringe el sector
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