Bajar documento - La nueva concepción de la historia

¿Por qué esto? Porque la inteligencia es un grupo especial de neuronas, que producen
el pensamiento; pensamiento, es el proceso de comprensión/interpretación de los hechos,
cuyo efecto es el programa de acomodación superior del entorno a las necesidades conocidas
(conciencia, razón, libertad) y a las nuevas: 1) materiales, que ofrecen la posibilidad de
producir y reproducir la base biológica de la inteligencia y del pensamiento, 2) espirituales,
aquellas que demandan acceso al sentido de las cosas y del propio ser humano como
inteligencia (sólo en la esfera de las necesidades espirituales se produce el verdadero cambio;
en las de tipo material, su requerimiento siempre es el mismo: comer, cubrirse el cuerpo,
guarnecerse).
Cierto es, que existe toda una gama de necesidades espirituales llamadas “culturales”:
recreación en el arte; pero todas estas formas de protección y promoción de la vida humana en
una etapa determinada, constituyen también una “estrategia”, esta vez: de la propia
inteligencia, movilizada para proteger y garantizar de modo “legítimo” la existencia. Otro tipo
de necesidades: tanto las conducentes a precautelar la integridad humana en la salud, como
aquellas encaminadas a forjar la base material del mundo nuevo (del nuevo estadio humano:
la transición, la supramodernidad, el socialismo del siglo XXI, en la coyuntura; o el
comunismo robótico, la comunidad de objetivo, o el sistema de la democovivencia, en el
largo plazo): el desarrollo del conocimiento positivo y de la técnica, se torna crucial e
indispensable para el sino humano, al llegar éste a una determinada etapa de la historia; es
evidente que, felizmente: esta necesidad ha sido cubierta con la mecanización, con la
automatización, con la robotización, con la inteligencia artificial.
El Derecho Positivo como un elemento de la “cultura espiritual”, no es un hecho
abstracto, sino muy concreto e histórico. El llamado Derecho es la materia, que más se ha
desarrollado (división del trabajo) tanto en su vertiente romana como anglosajona,
complejizado y ampliado, en relación con el resto de disciplinas del saber y de la práctica; no
en vano sus cultores académicos se vanaglorian de su sabiduría y tildan de ignorantes al resto,
incluso a quienes apelan al argumento de que toda persona tiene juicio, racionalidad, sentido
común. Ahora bien, si se reduce su examen a los principios generales, dicho fárrago se exhibe
tan simple y el mismo revela su carácter de clase: también el Derecho es esa colosal farsa
montada para la realización de la voluntad del poder, de modo que su exquisitez y su amplitud
se reducen a trivialidad parafernálica (en círculos indistintos de la abogacía se sostiene –en la
perspectiva de la concepción jurídica del “poder”, sobre el Estado de Derecho-, que la ley es
el sistema de preceptos, elaborados para “poner límite y someter al control al poder”). Ahora
bien, la historia, la vida se “hacen dentro y fuera del Derecho”. Las normas, sean tradicionales
como neoconstitucionales o neojurídicas, se entienden en la responsabilidad autoimpuesta en
el marco de un sistema: el mercantil burgués, y las que dictaminan el reconocimiento de
necesidades y la fijación de funciones, pero sobre todo los nexos requeridos para que se
desarrollen los intereses, sobre los que el sistema se reproduce.
Esta tendencia de permitir juzgar y sancionar los actos de vida sometidos a la
ideología de la juridicidad, que ha producido tantos documentos sobre hechos baladí y de
coyuntura, aproxima un colosal derrumbe; desplome del derecho de propiedad, que es la base
del economicismo de la ley; aunque es cierto que esta filosofía prescriptora del poder se
legitima como efecto de la reducción del número de obreros y del incremento del
cuentapropismo, del desempleo y de la marginalidad en general, de manera que dicha esfera
de la teoría y de la práctica se amplía al cooptar el derecho de las inversiones a su letra, pero
también esa generalización completa de su esfera, es la base de su negación y superación.
El movimiento completo de la historia, integra a todos estos procesos, como fases
necesarias en el camino a advertir la “necesidad madre”, hacia la consecución de la cual:
todas las llamadas “culturas” parciales han reportado éxito a la inteligencia, en tanto han
sobrevivido (unas avanzando el desarrollo de la idea: un tipo específico de conciencia y su
terrenalización práctica –tecnológica-; otras: reformulando el marco estructural en los que
tiene lugar la perennización de la vida inteligente y su despliegue futuro -las relaciones
humanas democovivenciales-; mientras que unas terceras, como simple material genético
acumulado, seguro social de la conciencia –reserva germoplásmica de la especie humana), y
de este modo han contribuido para que ésta llegue a ser global, universal, humana, y de inicio
a su cometido: representarse la Materia “en sí” y “para sí” (comprehender la dimensión total
de la realidad en la conciencia y materializar ésta, como facticidad).
En la Tierra se han levantado “culturas” hedonistas (en su mayor parte, incluso en la
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