Bajar documento - La nueva concepción de la historia

frentes que deben encontrarse en un punto, creándose de ese modo las condiciones para que
entre a operar la ley del “´valor´ de usufructo”, en el interior del régimen humano de
democovivencia, en el género. Este proceso evolutivo se asume como políticamente
intermedio, socialdemócrata, en el sentido en que los picos extremos de la onda natural
capitalista son recortados para dar lugar a la plasmación de un senda “más amigable” (al
poder transformador posmoderno no le interesa destruir al Estado sino penetrarlo 87 ); la crisis
y la presión política popular amainan la radicalidad acumulativa del capital en el lado de la
neotriada, mientras que el “ethos” de libre cambio conduce a la mayoría de la población de
los anillos periféricos del sistema a admitir formas mercantiles simples de vida. Ni reacción ni
revolución 88 . La citada división del trabajo es corolario del desarrollo de las fuerzas
productivas y de la actuación de la conciencia revolucionaria de la clase ascendente sobre la
historia 89 . No se trata, por tanto, de la alusión a ese saber doctoral, de quién dice tener la
receta (vara mágica) para ordenar los hechos: a esa conducta voluntarista de arbitrario sentido
de libertad para actuar, sino al cuadro de condiciones inevitable a través del cual se desplaza
la historia. Ahora bien, este proceso se inscribe en la marcha de la especie por la senda del
cumplimiento del designio que impone la propiedad de la inteligencia al ser humano (destino
común de la humanidad).
El “capital” monetario y el mercado (el segundo presupone al primero) preceden y
suceden a la relación concreta: al capital; sin embargo, éstos no constituyen elementos de
determinación del sistema (como se presenta el hecho en la reflexión, por ejemplo: de
Mészáros 90 ), en verdad, esta relación social lo estatuyen las condiciones materiales de
reproducción; en la transición (momento “postcapitalista” –sic 91 ) dicho papel pasan a cumplir
la mecánica y la manufactura; y, en el estadio “democovivencial” es la automatización, etapa
ésta en la que –por otra parte- la economía ha desaparecido por completo, cuando el ser
humano que ha dejado de trabajar, conectado por el cordón umbilical de la necesidad de
reproducción colectiva al sistema automatizado de proveeduría, opera por racionalidad,
mediante consenso, y cohabita y colabora en la obtención de metas progresivas elevadas del
espíritu. En esta realidad verdaderamente poscapitalista, cambio y dinero son una abstracción,
ya que la producción de “bienes de usufructo” ha pasado de las manos del valor (del
empresario –del trabajo) a las de las máquinas, y se desarrolla como proceso en sentido
plenamente esraffano: producción de outputs por medio de inputs, o sea, prodigio que se
realiza en ausencia de la actividad laboral humana en el proceso de producción material, la
cual ha quedado atrás en la historia como configurante de la vida y de la conciencia; en
realidad, trabajo, valor de uso, valor de cambio salen de la escena histórica, pues, la
producción se transforma en hecho impersonal: input-proceso-output; en tanto que el ser
humano se dedica, a aprovechar de la “pensión”, del “seguro social”, legado por el trabajo de
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Esa noción es apropiada, pues, “la historia cambió y hoy la propiedad privada es la fuente que dinamiza el
desarrollo de los pueblos; no siempre fue sí, pero hoy si lo es… La historia toma el puesto de la maestra cuando
está no está y educa: su enseñanza es trascendente, permanente, pero terriblemente cruenta...”.
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En el escenario puesto, la derecha (el poder global del capital como la red de micropoderes formalmente
nacionales) piensa que si supera la crisis financiera con la administración de medidas ortodoxas y se agota la
tendencia hacia la izquierda sobre todo en el subcontinente luso latinoamericano, en el planeta el capital va a
iniciar un nuevo ciclo de prosperidad, que dure el clásico medio siglo; la izquierda (los sectores que piensan dar
al traste con el sistema), en cambio, abriga la esperanza de que la crisis se va a agudizar, que las
socialdemocracias autodenominadas “socialismo del siglo XXI” quiebren o se radicalicen, lo cual conduzca
hacia una nueva situación revolucionaria, la que la esperan (otros la “construyen”) para hacer un nuevo intento.
Pero, se inicia por reiterar: que nada de eso es real; y, lo que se está haciendo es “dar palos de ciego”. El mundo
ha cambiado para todos y el centrismo político es el que se halla sobre el potro de la historia: el mundo se
desplaza por donde debe, y la socialdemocracia va con él.
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A este proceso se lo denomina “transición”, esto es, a esa especie de síntesis hegeliana real: capitalismo y
socialismo se hallan presentes (los dos sistemas se anularon en conjunto o han triunfado de consuno) cada uno
convertido en su contrario e interpenetrados; el socialismo se disolvió en la “multitud” y se expresa –como lo
hace el capitalismo en el desarrollo contemporáneo de las fuerzas productivas: electrónica, biogenética, robótica,
inteligencia artificial, nanotecnología, carrera espacial- en las reivindicaciones microdimensionales: de género,
étnicas, en los derechos humanos, ambientalistas, de desconexión económica, espaciales.
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Mészáros, István: Más allá del capital.
91
El verdadero proceso industrial dedicado a la producción de bienes y servicios para la reproducción social se
reducirá al mínimo, cuando, como en las películas de ciencia ficción, el posthumano haya sido reducido
únicamente a su cabeza; sostener a este músculo y no a todo el cuerpo humano requiere de un exiguo sistema
económico; esa será la auténtica fase postindustrial, en la que la producción real, a más de abastecer la pírrica
demanda del músculo cerebro y sus sentidos, provea y abastezca el sistema de investigación y desarrollo de la
ciencia exclusivamente.
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