Bajar documento - La nueva concepción de la historia

de uno de los motores que impulsa el desarrollo material y espiritual. Si se considera que la
vida racional encarna objetivos superiores: conocer y dirigir la naturaleza, el capitalismo
posee sentido al interior de la lógica histórica; si, en cambio, el enfoque asocia felicidad
dionisiaca y comunitarismo igualitario armónico con el medio natural, el capitalismo es
demoniaco y el hedonismo culturalista, eticista y ecologista del Sumak Kausay (hedonismo
que lleva al marasmo), la panacea 46 . Vivir en avenencia con el entorno como un animal más
(como se sabe, los animales afectan el entorno –son sistemas abiertos- hasta que éste de modo
coercitivo restituye el equilibrio); convertir a dicha conducta en razón de la vida y
prepotentemente pretender generalizarla, es abofetear a la humanidad 47 .
El sistema de creencias y la práctica correspondiente de corte hedonista ecológico
culturalista (aun el de tipo marxista) han invisibilisado la verdadera ruta humana; han sacado
del “imaginario” (sic) de la población el trabajo de la inteligencia sobre el entorno conducente
a la satisfacción de necesidades que cada día se renuevan en sentido ascendente, el cual se
plasma en nuevos medios de trabajo (que trabajan), como el fenómeno humano que realmente
da sentido a la historia, que la despliega, en cuanto es objeto y sujeto de ese desarrollo. Las
sociedades en las que el desarrollo de las fuerzas productivas ha llegado a su más alto grado,
son aquellas quienes han sido tomadas por la historia; en buen romance, debe decirse, que por
ahí está yendo la historia; y, éstas son las formas humanas capitalistas de tipo imperialista.
Son también aquellas en las que el capitalismo se halla más desarrollado (hoy
sobremadurado); lo cual no quiere decir, “que el capitalismo sea el desarrollo que resuelve
todas las demandas humanas, pues, muy bien se conoce que este sistema ha afectado a
amplios sectores de la humanidad a los cuales ha sacrificado”. El susodicho, aunque puede
parecer brutal en su consideración subjetiva, es un hecho real, todavía inevitable, que está
fuera de la voluntad, que respecto de él se hace consideraciones morales.
Ante la mirada de aquella conciencia estructurada con reveladores grados de
perfeccionamiento, la contrariedad que le asalta en cuanto prurito permanente, es “el no
contar con la adecuada fórmula explicativa respecto de “para qué se vive”; en realidad, para
ese tipo de cerebros racionales, esa es la preocupación existencial más letal (desasosiego
atemperado por las distracciones que provienen del frente de la reproducción individual y
colectiva de la vida: la exigencia de cubrir las necesidades básicas, las espirituales, la
suntuarias; las enfermedades, los peligros, los falsos atajos ideológicos de orden religioso
luteranos 48 ); eso ocurre con una mente no hedonista 49 . El 99% de la población del planeta no
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“¿Desarrollo tecnológico o cambio cultural?”. ¡La realidad lo decide! En el paso de la pubertad a la
adolescencia (de acuerdo con el ejercicio de la determinación evolutiva gradual y por saltos, que es la ley que
precede el desarrollo de todo proceso orgánico) los componentes del cuerpo cambian drásticamente (maduración
de los órganos reproductivos, se estira el cuerpo, se modifica el timbre de voz en el barón tanto como su aspecto,
etc.) y la forma de ver el mundo al ingresar el individuo en la nueva fase de su desarrollo también se modifica
sustantivamente, los intereses y las funciones en coherencia se renuevan. Entre los pueblos, este proceso se
produce de modo espontáneo (no es que las comunas china, rusa o andina –estructuras que no producen
excedente, que trabajan solamente hasta alcanzar el techo de cubrimiento de necesidades fijas en la vida-, se iban
a mantener en su status anquilosado por siempre) o por inducción mediante efecto de contacto de cualquier tipo
fuese (fusión y sincretismo, imposición, asimilación), con grupos humanos que han accedido a una nueva etapa
de existencia. El rechazo sin más, al “modelo de la biotecnología” (los transgénicos), es un síntoma. No obstante
hoy la ofensiva ideológica opera con signo invertido: fregados los empresarios, pues, antes decían al trabajador
que los problemas debían dejar fuera del negocio, ahora proponen los psicólogos industriales, que el gerente
debe hacer suyo los problemas de sus empleados; se sugiere, luego, propiciar que las emociones afloren, que no
se repriman, cuando la humanidad debe empezar a pensar en que las tales emociones no solamente que no deben
eclosionar, sino ser eliminadas para dar paso al ser humano superior: racional, frio (empero, con dicha política de
gestión del personal en la coyuntura la empresa se desinfla, empieza su desactivación).
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Hasta determinado momento, el exceso de consumo exosomático (el cual depende del status social, de las
costumbres y conductas) es una demanda necesaria del proceso; luego se impone la restricción del “crecimiento
cero”. La prosperidad sin crecimiento para las economías ricas, como se plantea actualmente, es el debido
proceder, puesto que ya se ha llegado al techo de establecimiento de las posibles necesidades materiales en
sentido cuantitativo y cualitativo; las necesidades relacionadas con el desarrollo tecnológico que demanda el
progreso de la ciencia, del conocimiento, deben adquirir carácter prioritario de atención: ese es el sector en el
que se debe medir la prosperidad, tanto en sentido espiritual como material.
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A veces quisiera ser como los prosélitos de Cristo: sin ningún interés sobre los avatares de la ciencia, puesto
que tienen resuelto de un solo tajo el dilema filosófico merced a su creencia en las revelaciones de la Biblia. Por
ejemplo, cavilar sobre el hecho de que, si bien el capitalismo no puede resolver los problemas sociales que el
mismo genera, los relacionados con la producción de las condiciones materiales para el establecimiento del
mundo nuevo, si lo puede. Contrario sensu, el interés que mueve el curso y desarrollo de las presentes ideas ha
sido el intentar entender el carácter de esa entidad, denominada por sí misma: humanidad (autoconciencia), y,
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