Bajar documento - La nueva concepción de la historia

iología e inteligencia; formaciones humanas: comunidad, esclavismo, feudalismo,
capitalismo y comunismo; trabajo humano individual, trabajo colectivo y trabajo robótico;
condición animal, condición racional y condición divina; Dios, alma, cielo y vida eterna;
producción, distribución, intercambio y consumo; concepto, juicio, raciocinio y discurso,
constituyen necesariamente el orden de determinación progresiva y conformación de los
hechos, en que se expresa la univocidad de historia y lógica de manera descomplicada sobre
el ser real y su conocimiento: independencia y relación y en tanto premisa que aparece como
tal al principio, y que reaparece como supuesto en cada nuevo nivel, que da al traste con el
surrealismo en el pensamiento. Todo hecho de la vida, tiene como comienzo a la economía,
como premisa de producción y reproducción de la vida; y, este simple hecho, se halla
implícito, presupuesto en las ideas y en los actos, en las instituciones y en las normas, en la
política y en la ideología, en la superestructura y en las formas de conciencia social, como
ortodoxia jamás superable, sino por la aberración de la mente, por retroceso en el proceso de
la conciencia. El principio: la contradicción, el movimiento, la concatenación universal, el
salto: la negación de la negación (“… no sólo como proceso de superación de lo existente,
sino también de conservación de los elementos viables de lo superado…”), el progreso; luego:
nada de “rizoma”, de “estrategia deconstructiva”, de “pensamiento complejo”, de
premodernidad, modernidad, posmodernidad o hipermodernidad; siempre trabajo y
producción de ideas y no “relaciones comunicativas”, acto en el que “la mente mantiene
independencia antes y después frente a la realidad y recibe la determinación de ésta”.
El socialismo, fue; cumplió su papel transformador en la historia y no será más; se
trató de un caso de nueva sociedad en los primeros 30 años de la experiencia del ex Bloque
Oriental: dejó su ideal, batalló con el capitalismo, acelerando el movimiento de éste hacia su
sobremaduración (neoimperialismo, posmodernidad, posindustrialismo, transición, época de
cambios, cambio de época, globalización, era espacial) y se abstrajo. En el escenario
resultante de esa confrontación, la mente se ubica frente a la índole de ambivalente estándar
de la realidad; ésta promueve el doble discurso, pues, aparece tal como se lo mire, como sea el
interés que la conciencia lo estatuya: la interpenetración entre los rasgos (de futuro) todavía
limitadamente perceptibles y la indelebilidad de su huella (del pasado) en el pensamiento, en
el pertinente o impertinente primado de una u otra forma de la ideología: por un lado,
groseramente mercantil burguesa, remozada, triunfante, eterna; o –en su defecto- en crisis,
descompuesta, sin horizonte (los forúnculos de Marx pesan en el recuerdo de la burguesía,
mientras ésta se encuentra con vida). En el polo obreril se produce hecho similar; la
conciencia percibe: para el trabajo nace una nueva etapa de constitución en el trabajo
trasnacional emigrante (la fraternización e integración entre los sudacas y la clase obrera
española, por ejemplo), global, en la apertura de un nuevo ciclo productivo de acumulación
absoluto, planetario (dixit José Martins), o bien: su depresión crecientemente incremental en
la mecanización, en la desideologización. Como sea su proceder, el conflicto histórico impone
la tendencia del devenir en la confusa indiferenciación de todo hecho humano en transición,
en cuyo interior aceleradamente se constituyen los rasgos netos del porvenir, aunque
perentoriamente la conciencia le dé la espalda.
Se debe a esa preconfiguración social que, por ejemplo, la dominación –en la
presente sociedad y a medida que ésta avanza- aparece como si se encontrase desprendida de
su ligamen con el poder del capital (del poder político, o sea, de la capacidad de aprobar
decisiones e imponerlas a las nueve décimas partes de la población, como efecto de detentar
la propiedad privada del capital; en términos de Marx: “...de la violencia organizada de una
clase, para la opresión de otra”). Se percibe, que la moderna forma de supremacía: aquella que
se apoya en el "conocimiento", marcha tal si se encontrase sustentada en una base propia
(aquí, “la realidad se presenta también como sólo imaginaria” –como la forma ficticia del
capital-; afirmación, que no deja de alcanzar status de cada vez mayor veracidad, en tanto la
realidad se virtualiza), y esta apariencia permanente y progresivamente asume dominancia en
la idea, de modo recíprocamente paralelo al carácter secular que predomina en la comprensión
sobre un hecho histórico singular, en el que la estructura de reproducción material de la
sociedad, en la "era pos industrial", parece que no actuase más como la determinación de las
formas organizativas, y éstas: de la conciencia social (en verdad, prevalece la imagen atinente
a que la existencia en colectivo ha sido objeto de indeterminación, debido a que se ha retirado
el influjo de ese “éter especial, que baña todos los colores y que asigna su peso
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