Bajar documento - La nueva concepción de la historia

- El capitalismo se halla en la subfase (época cambiada: neoimperialismo, transición) de
cierre como sistema; esto es, en la tercera y última fase: de descenso, senil,
degenerativa, de su onda 336 .
- Pero la lucha no ha concluido: es la revolución mixta subversiva/intelectual/mundana,
la que debe derrotar en toda su extensión, al capitalismo (la tendencia decreciente de la
tasa de ganancia –la determinación del desarrollo de las fuerzas productivas- coludidas
con las luchas planetarias contra el establecimiento, en las que se hallan
comprehendidos el marxismo, el proletariado y de forma viva: el partido
marxistaleninista renovado) 337 .
Como correlato, en la actualidad están de moda aquellos investigadores que hacen gala
presuntuosa de manejar extraordinarias, modernas, sesudas bibliografías (centenas de títulos
acompañan a un trabajo); pero tratan, por lo general, temas comunes y las conclusiones que
sacan, no se compadecen con tanta “información”. De igual modo, en el presente, el peso de
las evidencias y del pensamiento plasmado (lo que la derecha ha denominado “efecto
paradigma”) es tan grande, que incluso una persona que ha podido sobreponerse a la
“parálisis paradigmática”, de cuando en cuando luce aturdido, se deja casi reabsorber por el
criterio vigente; de modo que una forma de no consentir el impacto de esa recolonización en
las ideas (de mantenerse en el ambiente de “ruptura de paradigmas”), sea no hacer caso,
taparse los oídos y tozudamente continuar por la veta de análisis encontrada 338 . Si me recluyo
en Gramsci, en Laclau, en Foucault, en Lechner, en Derridá, en Guattari, en Jameson, en
Echeverría, en Habernas y en el conjunto de epígonos, vuelvo sobre el “efecto paradigma”:
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La periodización de tipo formal gaussiano como onda larga, completa, compuesta por tres fases que con el
objeto de graficar al capitalismo se asume, se cohonesta con la formulación leninista: fase competitiva y fase
imperialista del capitalismo, a la que se le incluye una última (que, en realidad, no es más que el proceso ulterior
de la propia fase monopólica leninista: capitalismo parasitario, en descomposición), según es el enfoque de
Mandel (Mandel: “Considera que las ondas largas constituyen períodos históricos cualitativamente
diferenciados y correspondientes a las etapas librecambista, monopólica y tardía del capitalismo” –dixit C.
Katz: Ernest Mandel y la teoría de las ondas largas; marzo del 2000). No obstante, intentar entender la realidad
con la teoría de los ciclos (kondratieff, por ejemplo) lleva a la especulación: a cómo encontrar factores que
explican la realidad y no a encontrar la explicación directamente en ella; la teoría de las tres fases
–concurrencial, monopólica y decadencia-, en cambio, aunque es lógica, tiene pertinencia, puesto que se basa en
el comportamiento observado en todo proceso vivo.
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Estas conclusiones, herejía para los señores trotskistas y comunistas archí ortodoxos, en modo alguno ponen
la monta en la ralentización que el proceso de desobrerización ha experimentado el mundo en los últimos años
del siglo XX, puesto que la tendencia fundamental (la ley), con flujos y reflujos, perfila una propensión de
prescindencia del trabajo humano en los procesos de valorización del capital y de reproducción social; si la
productividad del trabajo aumentó o no, tampoco importa, puesto que el capital puede regular el movimiento de
esa variable; y, si el mismo proceso de desbocado desarrollo de la tecnología amaina, eso se debe al efecto
búmeran: la eficacia marginal del capital, que el MIT ya planteó como “límite al crecimiento”, al igual que las
declaraciones de ecologistas retardatarios y el parecer de ciertos pueblos autollamados “originarios”. Martha
Harnecker (Harnercker, Martha. ¿Cómo afrontar hoy la transformación?; Fundación Andaluza José Díaz;
Rebelión, página de Harnecker, mayo de 1998), aunque realiza esfuerzos de modernización ideológico-teóricopolítica
sin proponerse abdicar al marxismo, toda la trama de la problemática teórico-política que aborda,
permanece prisionera de la ortodoxia que impugna y en muchos de sus argumentos paradójicamente quedan
incluidos los “desarrollos” revisionistas hechos por los exponentes del neomarxismo y el postmarxismo europeo
y latinoamericano (N. Bobbio, por ejemplo). En otro documento (¿“Crisis del trabajo” o crisis del capitalismo?,
elaborado por Juan Chingo, Julio Sorel y Graciela López, publicado en Estrategia internacional Nro. 11/12,
abril/mayo 1999), se procura minimizar el efecto civilizatorio progresivo que produce el desarrollo de las fuerzas
productivas (la automatización; pero se critica a A. Gorz, precisamente allí donde el señor sociólogo tiene razón)
en el proceso de substitución del trabajo físico e intelectual humanos por las operaciones de las máquinas. Para
quienes militan en el círculo de ideas expuesto, es imposible figurarse una humanidad holgazana (“… fines que
los individuos tienen que encontrar en sí mismos” –Adiós al proletariado: Adré Gorz, 1980); en él se piensa que
el cambio social (al cual se aspira como quienes esperan la “segunda venida de Cristo” -para algunos nunca hubo
socialismo, luego ansían la primera venida del profeta) sin la clase trabajadora no es posible; si el sujeto, el
discurso, la estrategia y la “nueva sociedad” se han ido de las manos (hay resentimiento por no haberse podido
hacer la revolución y construir una variante particular de socialismo), es normal dedicarse a abominar de la
robótica. No obstante, solamente es posible entender el flujo humano y encontrar sentido a cada modo de
producción, si es que se hace el ensayo heurístico de salirse de la realidad, representarse todo el proceso histórico
e inferir el devenir; caso contrario, prevalecerá la trampa de la ortodoxia y la maquinización será vista como una
simple estrategia mañosa del capital.
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Ahora bien, “el ser humano modifica sus circunstancias bajo efecto de esas mismas circunstancias” (K. Marx:
Carta a Pannekoek); esa la base real, material, de la “ruptura de paradigmas” (qué curioso que tal pretensión de
manejo voluntarista de la formación del concepto haya emergido precisamente en la intelligentzia representante
de la fracción conservadora de la sociedad: aquel que se opone la intervención humana en el mercado).
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