Bajar documento - La nueva concepción de la historia

categorías materialistas con las cuales se comprehende mentalmente el Universo, por tanto, se
mantienen: la realidad es materia en movimiento sujeto a leyes, esta última ni se crea ni se
destruye: solo se transforma –y la “energía”: es tan sólo una propiedad de ella-, el
resultado es precisamente el Universo –tanto del viable como de los inviables-; así,
pues, materia (masa compacta y masa blanda -“espacio”), movimiento y desarrollo
constituyen la trilogía, en el supuesto antiescatológico de su eternidad, infinitud,
multiformidad e indestructibilidad.
Este movimiento (sujeto a leyes como interacción regular permanente de propiedades
en desarrollo de nuevas), no obstante, puede ser descifrado (lo está siendo ya); esto es,
conocido en su expresión sintética, en su dimensión ontológicamente esencial. En efecto, las
siete franjas principales, matrices, del Arco Iris (las siete leyes generarles fundantes del
Universo viable: las “constantes cósmicas”), son enteramente representables, aunque la
eternidad de las formas, de productos de la combinatoria de éstas (su complejidad), pueden
ser infinitas, o sea, no representables en su totalidad. Sin embargo, la realidad se transforma
permanentemente: si viviéramos en un planeta en el que nada cambiara –comenta Sagan-, no
habría mucho por hacer, nada que resolver; no habría impulso para la ciencia; pero vivimos
–finalmente concluye-, en un mundo intermedio, cambiante, pero dentro de ciertos patrones,
reglas, que llamamos “leyes” de la naturaleza; al captarlas, es posible descifrar cosas, puede
haber ciencia y así mejorar nuestra vida; en una palabra: dar rienda suelta a las potencias de la
mente, el reto para la conciencia (“…la raza humana no tiene futuro si no va al
espacio” -Hawking). Por tanto, las fuerzas materiales inmanentes, que mueven al Universo
(su metacomprensión: Strong Unification Five –SU5), que explican diáfanamente “todo” el
movimiento comprehendido en el mundo, y que ponen a la mente humana y a sus manos en
condiciones de abarcar con la mirada el misterio en torno suyo y ejercer el sentido de la
manipulación, o sea, de poner esas “energías” (-propiedades- leyes) a la orden del imperio de
la razón. En su articulación apropiada, completa en sus rasgos nodales, esta comprensión en
torno de la totalidad de los hechos reales más generales y en su más alta abstracción, la misma
deviene ejercicio teórico de revelación de la realidad del movimiento de autogeneración
procesal de todo tipo de existencia o presencia material, de su desplazamiento progresivo
enmarcado en momentos (estructuras) de estabilidad relativa, de cambio y culminación, de
“reinicialización”.
En la perspectiva cuasi penrosiana, guthsiana, saganiana, eraciana (modelo teórico que
transparenta mayor coherencia lógica y correspondencia con la realidad hipotéticamente
abordada), la característica propiamente ontológica de la materia: su naturaleza contradictoria
(en su abstracción física más inicial: las cargas positivas y negativas –propiedades de los
polos de la materia preexistente, por supuesto), deviene en permanente inestabilidad (la
potencia de todo proceso no desarrollado, pero que tiene que realizarse forzosamente).
formular la traslación mecánica de conceptos de la Física al locus de la Filosofía, con el fin de realizar
analogías (apela a las reflexiones de Mario Bunge); 5) que la existencia de energía sin masa, es un hecho
comprobado, pues, la masa de un fotón es igual a cero, pero que sin embargo, algunos físicos sostienen que la
“radiación electromagnética”, puede contener, por último, pequeñísimas partículas (neutrinos, antineutrinos)
con masa liviana no detectable aún; y, 6) que la concepción de Guth sobre el Universo, lleva a la conclusión
sobre su irrealidad, su afirmación es que “el Universo es nada”. En torno de las objeciones, debe responderse,
más o menos, del modo siguiente. La masa, muy pequeña, desplazada a alta velocidad es de difícil detección
precisa (principio de “incertidumbre”), de allí la ilusión sobre que la masa se convirtió en energía; y, la
energía que reduce su velocidad hasta “detenerse”, se “transforma” en corpúsculo, lo cual da pie a sustentar la
idea ilusoria de que la energía se materializó (la desaparición y el aparecimiento súbito de la partícula). La
reversión del movimiento: no existen el antes, el hoy, lo posterior (en la noción descriptiva, fenomenológica de
“tiempo”: el pasado, el presente, el futuro). Partículas cuya aceleración excede el límite de velocidad lumínico:
“regresan antes de haber salido”; el taquión se mueve más rápido que el fotón, el cual debe interceptar al
taquión e iluminarlo, para que la vista lo detecte. Sobre este último caso, también puede considerarse la idea de
que la velocidad reduce la distancia hasta anularla el instante que alcanza su valor absoluto, o sea, la velocidad
devora la distancia, pues, a mayor velocidad “menor” distancia (el “espacio” se ha “comprimido”), hasta que
ésta asume el valor cero, a partir de lo cual el “futuro converge con el pasado”. A este nivel, se dan la mano
Heisemberg y Schrödinger: el “principio de la incertidumbre” y el límite del conocimiento (el “gato de
Schrödinger); el nihilismo: no se puede conocer nada con exactitud debido al carácter de la propia realidad,
porque el observador modifica el objeto, por cuanto ésta reacciona de forma estocástica. Sin embargo, en el
plano de la tozuda esperanza del saber, debe reiterarse el criterio en torno de que estos límites serán superados
con el desarrollo intelectual (en su esfera óntica y en la cognitiva) y técnico, futuros, cuando el modelo puro del
experimento, sea capaz de admitir la interferencia del investigador y su posterior discriminación, e incluir la
complejidad de la realidad.
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