Bajar documento - La nueva concepción de la historia

premiados por su buena conducta; en realidad, la pasada experiencia será reabierta sólo en
cuanto “datos”, sobre los que se formularán pronunciamientos remozados, en la medida en
que la historia procesa los hechos en sentido positivo necesario, en que la “naturaleza hace
nacer sin memoria al individuo, para que éste sea más grande, pues, no se puede vivir con la
cabeza embotada sólo de estadística de maldades y con el Código Penal bajo el brazo”.
Contenidos en la praxis humana de formación cruenta del “sujeto de la espiritualidad”, los
procesos históricos premoderno, moderno y postmoderno (hipermoderno) se hallan en estado
decurrido y moribundo, respectivamente; por consecuencia: su reclamo constituye “obstáculo
para el avance de la humanidad, para que se produzca el necesario cambio en las ideas, para
que éstas tengan correspondencia con la realidad y con las demandas del movimiento que
continua; por eso es que se necesitan percepciones básicas para poder avanzar, puesto que las
visiones actuales no sirven de mucho; es necesario dar un gran salto en lo que respecta a las
grandes concepciones de la humanidad: el conocimiento, la vida espiritual y la moral como
condición para el quehacer de la historia”.
En verdad, “hubo un crimen en ciertos procesos de la banca, del comercio, de la
explotación del trabajo, de la conquista de tierras, del saqueo y liquidación de pueblos enteros
(la conquista de Norteamérica), en suma: la conquista, la explotación, la acumulación
originaria en la historia, esos son hechos reales, que no pueden desconocerse”, y que deben
ser formulados como lecciones que induzcan a la humanidad a tomarlos como escarmiento
que conduzca a llenarse de procesos nuevos: el conocimiento como esfera que realiza los
sueños. Ver sólo maldad en la formación social hegemonizada por la fracción burguesa de la
especie: dominación y bienestar sectario para el capital, al margen del impulso inconsciente
dado por él al desarrollo de las fuerzas productivas, al de las ideas, de la historia, es
contemplarlo con una visión limitada, es simplificarlo y recusarlo sin beneficio de inventario.
En realidad, el marxismo, por ejemplo, emerge como forma de concebir la realidad y advertir
su carácter histórico como la necesidad de la acción consciente para su superación, en directa
relación con la naturaleza de la significación dada del género; todo el positivismo y la
tecnología, que han mejorado las condiciones diferenciadas de realización de la vida, son obra
directa de dicho sistema (en la existencia dominada por la inconsciencia, es la esfera de la
negatividad la que se alza como el canal merced al cual se ponen en pie los más significativos
saltos que da la historia).
Según el plano formal de recapitulación de la historia, en ella se perfilan tres episodios
de periodización epifenoménica de su cronología, vigentes y combinados en diverso grado,
“tres temporalidades”, pues, “el mundo tiene más de una edad” (diferentes formas de
producción articuladas) al concluir el largo período clasista de su movimiento: la
“modernidad”: “... pensamiento ilustrado, racional, humanista...” (sus rezagos: “confianza en
el progreso, búsqueda de la razón globalizante, imperio de la racionalidad, capitalismo
industrial”), la “posmodernidad” (determinados ecos de atomización y de desestabilización
espontánea del orden: “fractura de la sociedad disciplinaria, apertura de la sociedad
flexible”;... “reemergencia de nociones emparentadas con el particularismo, la diversidad, el
cambio de papel en la estructura de funciones de la gente joven, la actitud voluntarista ante la
vida social”, la percepción del “sentido de la vida como tránsito que desemboca en la muerte”,
la relativización de las nociones de lo malo y lo bueno,...; “sociedad de consumo de objetos y
de símbolos, de la informática, de los medios de difusión de masas, de la tecnología
sofisticada, conducta hedonista, de confort”;...; en una palabra: “… el hundimiento de los
grandes sistemas totalizantes basados en la fe, en la razón, de tipo racionalista o
cientificista…”) y los rasgos en maduración del porvenir (la supramodernidad; “la condición
supramoderna”: algunos sujetos aislados, como el que escribe estas líneas,
experimentan/proponen un “cambio existencial” subjetivo (“castillos en el aire”, “soñar
despierto”), el cual deja atrás los cuadros de la modernidad y la posmodernidad, para ubicar la
conciencia en el supuesto de ideales de racionalidad “lógica” única, madura, es decir, estilo
de vida, en el que cada uno se sabe en los otros como sujeto de pensamiento). No obstante, la
auténtica partitura, en verdad, extrae sus elementos formativos de las dos primeras fuentes: la
genética de la evolución y la potencia de la fuerza productiva desplegada.
La fase de asociación humana aprehendida con la categoría descriptiva de
“modernidad” (dicho sea de paso, del “desplome de la Edad Media, de aquella forma
civilizatoria de la cual ella procede”; la “era del petróleo”), se instituye en el tipo de
comunidad ilusoria de Occidente, en inmediata conexión con el imperio del sistema de
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