Bajar documento - La nueva concepción de la historia

costado al trabajo humano, en ese momento termina el aprovisionamiento fundado en el
valor, el ser humano se dedica a cosechar los frutos del sistema automatizado de
producción, a conocer y a controlar la naturaleza (listo, terminado, archivado).
La alternativa se toma de manos del sistema burgués de reproducción
humana.
En la Tierra –como es deducible de modo inmediato-, el proceso de desarrollo de las
fuerzas productivas (proceso: fundamento real del actual progreso espiritual pero, sobre todo:
del que debe llegar) ha devenido en realidad en la operación de normas inscritas en la
inherencia del movimiento de la realidad material misma, hasta un momento dado; al asumir
carácter de aspecto principal la esfera de la racionalidad instrumental en la humanidad, este
desplazamiento progresivo ha receptado impulso de inusitado dinamismo en virtud de la
acción sobredeterminante en su ser, de la regularidad social. Strictu sensu, en la moderna
forma de organización humana, el capital ha invertido el “plustrabajo” proletario directamente
o a través de los programas estatales, en el desarrollo de la técnica, mas lo ha hecho de modo
calculador, esto es, sólo hasta cuando y en la medida en que ésta asignación ha rendido
beneficio 571 ; en adelante, el proceso corre peligro: ¡pende de un hilo –“de la estatua de la
Libertad” yanqui- la continuidad necesaria del proceso de desarrollo científico-técnico y, por
tanto: del desarrollo espiritual dinámico de la humanidad!, pues, éstos quedan a merced de la
acción de la sola ley natural del desarrollo desigual de las fuerzas productivas, puesto que
puede retirárselos el alto incentivo dado por el designio de una determinación social (la
contradicción): la competencia intracapitalista y entre otras formas de reproducción social. En
la preconceptuación del escenario, la división histórico-social del trabajo, en la coyuntura
mundial, perfila dos frentes saludables para las pretensiones futuras de la especie: los países
centrales, tienen el deber de desarrollar la ciencia y la técnica posible por vías de la
inteligencia natural; a la misma hora, las neocolonias deben terrenalizar las premisas
sociopolíticas de la “sociedad” sin clases automatizada, que debe tomar la posta para que el
desarrollo de la ciencia y de la técnica prosiga (y los pueblos otrora ignorantes, tienen esa
catadura ya; y, la misma: es el aporte dado por parte del propio poder nervioso, ansioso,
codicioso burgués, al salto que experimenta la población mundial en general: la capacidad de
diagnosticar, de planificar, la conducta estratégica, el dominio de la teoría de la negociación,
la comprensión sociológica, la psicológica y la inferencial –la televisión, el teléfono celular, el
Internet-, ha convertido al sencillo cerebro colectivo, en toda una potencia).
Por una parte, el sistema burgués de reproducción social: grosero, generatriz de los
estados sostenidos de perfidia psicológica, en su condición de denominador común en los
habitantes de la mayor parte de la esfera terrestre, sustento –en verdad- de las más bajas
pasiones inimaginables que pueden anidar en la conciencia humana; strictu sensu: el
capitalismo y sus secuaces, se han avenido a desarrollar el conocimiento, pero tan sólo en
aquella modalidad en la que se impulsa el proceso de valorización; las religiones, en actitud
tozuda de “machacar y machacar” parafernálicamente sobre la Biblia, han entorpecido
consciente, deliberadamente, el desarrollo del conocimiento, por otra. Son los grandes
investigadores en Ciencias Naturales (muy particularmente quienes realizan procesos
esforzados de búsqueda –y divulgación- de la verdad en dominios de la Física, pese a que
también en alguno de ellos: en su movimiento evolutivo intelectual, de cuando en cuando se
hayan filtrado momentos de deslucidez escolásticos), quienes han afianzado una concepción
científica de la realidad. No obstante, el mérito, en el proceso cruento de consolidación de la
racionalidad en la conciencia humana, se lleva el pensamiento materialista y, en especial: el
marxismo, el cual expulsó de la esfera cognitiva –y del resto de dimensiones estructurantes
del modo de reproducción societal-, toda forma de idealismo (en esta ideología científica, toda
representación que no detente substractum real o de demostración plena, está proscrita).
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En el interior de la formación social capitalista, el trabajo es quién ha financiado al sistema racionalmente
inducido de desarrollo tecnocientífico -pues, los trabajadores productivos son los únicos que generan valor (el
ingreso del trabajo científico-técnico es una forma transfigurada nueva de “plusvalía”); es obvio, que una vez
retirado su aporte al sostén de la humanidad, ya no provendrá de su fuerza productivo-material-multilateral este
colosal mérito, pero entonces el mundo habrá cambiado radicalmente de modo de producción-; este proceso ha
avanzado de forma mediatizada a través: sea de los programas de investigación patrocinados por parte de los
empresarios (como en Estados Unidos, país en el que las empresas se han vinculado con las Universidades para
el efecto) o mediante el uso de las “rentas institucionales del Estado”, en este último caso: de la forma clásica, en
virtud de la que el poder ha descargado sobre la sociedad todo este peso.
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