Bajar documento - La nueva concepción de la historia

ealidad clasista y su comprensión en los pueblos, fruto combinado entre su larga experiencia
en el interior del vía crucis de la explotación, del efecto del discurso antisistema del liderazgo
de izquierda y popular, y del impacto del legado proletario, es el pueblo el que tiene la
claridad, el que se moviliza y se entronca con el liderazgo para conducir el cambio en la
historia. En esas consideraciones, al Socialismo del Siglo XXI, debe reconocérsele con su
propio concepto: la audaz sobreimposición en el movimiento natural, capitalista de la historia
(en su interior y con sus propios recursos) del programa de la voluntad, que edifica las bases
de la humanidad supramoderna, a la que directamente se le debe llamar también con su
nombre: el comunismo.
En realidad, el “socialismo pequeño burgués”, de la actuación de la “socioburguesía”,
que recurre al Estado para realizar reformas estructurales como antaño, que reduzcan las
diferencias y forje una “sociedad de propietarios” (también por esta vía el trabajo obrero
decesa), se encuentra entre los vivos. En el mundo, en la década de los 50 del Siglo pasado en
adelante, habría sido recusable por parte de la Izquierda radical pronunciarse en el sentido
expuesto: enarbolar las tesis fiscalistas; sin embargo, hoy constituye una vía de desarrollo
histórico humano tan pertinente como la que reside en la reafirmación de la proletaria, de la
guerrillera o de la democrático parlamentaria. La historia, en todo caso, ha de juzgar si esta
“apuesta” es un engaño más del poder o si se trata de todo un proyecto evolutivo, destinado a
completar la obra iniciada por el proletariado en el escenario posmoderno, de múltiples
progresos de las fuerzas productivas, o sea, si el mismo consiste en un desplazamiento
“táctico”, que permea su necesidad. Del mismo modo como la lucha política planteada para
suprimir la explotación y la diferenciación social con la abolición revolucionaria de la
propiedad privada, ha sido enteramente pertinente, también lo es la obra revolucionaria
conducente a evitar, que el grueso de la población del planeta se mantenga en la ignorancia, es
decir, en un estado mental, que deviene en caldo de cultivo para que emerja y prospere la
conciencia idealista y el sensualismo concupiscente en la fracción mayoritaria de la
humanidad, esto es, para que este tipo de modelo mental no someta al individuo, o sea, que no
haga de las suyas.
Pero, una cosa es que una persona o que todo un grupo de ellas deban mantenerse
como “suplente(s)” en estado de folclor frente al movimiento de la historia como efecto de la
opresión y de la dependencia (por razones ideológicas o de subsistencia), y otra muy diferente
el pacer en estadios atrasados de la razón con entera “conciencia” del hecho o como
derivación de la abundancia de capital, que habilita procesos superavitarios de reproducción
ampliada del espíritu en la modalidad suntuaria del placer (el Casino, los club privados, las
playas, las reuniones sociales,...). De modo que las prácticas ancestrales de existencia del tipo
citado, llegan a su límite de aplicación y de funcionalidad (lo dicho, se lo explicita sin pena,
pues, ellas cumplieron su papel: fueron la expresión y jugaron la función al unísono, de la
hermosa vida que desplegó la juvenil humanidad en varios refugios del planeta); las mismas,
no pueden ser reclamadas en acto de rescate, de rememoración del pasado proveedor de
“identidad”, según se sostiene (para que no hayan actitudes de animosidad frente a la
aseveración, debe decirse, que la “memoria” es lo que no se debe perder: la contribución dada
por los pueblos y los proseres humanos, en la efemérides de la especie: el haber llegado,
empujado el caro de la existencia colectiva hasta aquí, con posibilidades ciertas de avanzar a
la cima de las cimas, en enfrentamiento, a su reto esencial). Es verdad, que el ser humano
pudo desplazarse en el pasado a grandes distancias a fin de colonizar el mundo, conquistar
pueblos, ampliar sus horizontes por razones de diversa índole, precisamente en el momento en
que aprendió a conservar alimentos; no obstante, las técnicas vernáculas, por ejemplo (a las
que se las llama: “cultura”), no pueden ser rescatadas cuando estos desplazamientos son
interestelares, o sea, de conquista del conocimiento creciente de Lares supragalácticos; en la
pragmaticidad del caso: el “tostado” no sirve más, mientras que el alimento simplificado y
comprimido en cápsulas, es lo propio. Por tanto, resulta en consecuente política
revolucionaria el propender que Hawking, Sagan, Penrose,... se reproduzcan en la mente,
verbi gracia: de los marihuaneros, de los borrachines, de las meretrices, de los rumberos, en
suma: de quienes tienen como norma de vida tan sólo atender los placeres de la carne.
Según la consideración dada, las sugerencias que anteceden, no son, por lo menos, del
todo dogmáticas; pues, debe advertirse el hecho de que: cuando los procesos –en este caso:
humanos- se universalizan: se vuelven “espíritu del mundo” (naturalmente, con la oposición
–inefectiva- de las singularidades); y, al mirarlos en su índole de procesos vertebrados en una
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