Bajar documento - La nueva concepción de la historia

perennizando en la medida en la que esta conciencia genérica se internaliza en las nuevas
unidades cerebrales a través del “hecho educativo” (de forma no mentalista, como sostienen
los “constructivistas” de pacotilla, para quienes cada individuo debe acceder al conocimiento
de modo individual y por propia práctica: estos idiotas piagetianos seguirán descubre y
redescubre el “agua tibia”) y se desarrolla con el aporte de las nuevas generaciones. La
conciencia humana históricamente formada, se apodera de cada nuevo cerebro y lo pone a
operar; este cerebro capta, aprehende, refigura información y métodos para su uso en
dirección de la sobrevivencia (de la formación de “culturas” como rayanamente insiste el
culturalismo antropológico) y para cumplir su rol de acuerdo a cada momento histórico, pero
siempre en razón, en el telón de fondo del flujo general de la historia hacia el conocimiento o
conciencia total.
Un cerebro moderno, dotado de las más variadas y versátiles proyecciones de su
estructura (inteligencia artificial, mejoramiento neurogenético, asociación intercerebral) es el
tamaño de la realidad como esencia en su síntesis más apretada, es decir, la cuenta que da de
aquel cuadro de “pocas y hermosas leyes generales con que opera el universo” (leyes, se dice;
pero, en la realidad se trata de las propiedades de la masa y de la regular relación entre ellas);
en su despliegue pleno, en su carácter multilateral y en su complejidad –en cambio-, esta
“medida” requiere el aporte del trabajo de diversidad de cerebros articulados, por así decirlo,
a la manera de las conexiones sinápticas (el cerebro –sociedad- “red”; esta condición, que la
estudia de modo sociológicamente vanguardista Castells, aquí es necesaria), para producir el
reflejo y la representación. Por eso mismo, entender/explicar el cerebro en su orden de
movimiento consciente (su estructura y funcionamiento) es un trabajo intelectual tan
elaborado como aquella tarea destinada a proveer del sentido a la conciencia del Universo en
tanto tal (esto es, de la realidad a comprender por parte de la mente). Se requiere tener –en
dicha empresa- como premisa epistemológica, heurística, cognitivamente, al materialismo
dialéctico e histórico, pues, si la dialéctica tiene que ver con el movimiento del mundo, la
dialéctica histórica (y la lógica) lo hace con el de la humanidad: la potencia de las dos (tres)
debe conjuntarse para alcanzar la máxima proeza intelectual; lo contrario consiste tan sólo en
“dar palos de ciego”; y, también aquí la reflexión hipotética (teórica, filosófica) cobra
realidad.
Según F. Engels, es el trabajo en colectivo (su división social y técnica, y el
intercambio “económico”, como determinaciones que individualizan y, a la vez, integran) y la
modificación de la conducta alimentaria (hacia la ingesta de proteína animal) los presupuestos
que dieron cabida –en el mundo- a la irrupción del cerebro humano (al órgano generador de
sentido: de las interacciones mediadas por éste, en el lenguaje); es obvio, como fenómeno
condicionado por el movimiento de las necesidades histórico-sociales (la práctica colectiva
material), del ejercicio de las tendencias de desarrollo material (puede parecer cursi y pedante,
el tener que recordar estos tópicos; pero el hacerlo, es necesario, frente a la escalada de todo
tipo de especulaciones empiristas deformantes del criterio, que nuevamente invade el mundo).
Su estudio (de la psiqué y de su fundamento real: el desentrañamiento de los “misterios, de los
enigmas insondables de las profundidades de la mente”) debe partir de la relativa separación
entre la estructura “arcaica” (sustancia blanca) y la que forma la base de la conciencia (los
grandes hemisferios). Pues, suponer que el funcionamiento fisiológico de las estructuras
corticales y subcorticales del cerebro, es la conciencia, es una aberración; como también lo es
el pensar, que el cerebro funciona simplemente por acción remota. Es natural, que el mal
funcionamiento –o su estimulación directa, por ejemplo: cuando se perturban, con fines
experimentales, los centros del sueño- del neocórtex y de los lóbulos frontales crea problemas
a la estructura de la conciencia y pone límites a la operación de ésta; también una “mala”
conciencia (modelo mental clasista, que se impone desde fuera: la denominada “reingeniería
mental” burguesa en orden de buscar la sumisión del neotrabajador) puede aprovechar de
modo incoherente los “órganos” cerebrales; mas, es la conciencia la que, de todos modos,
asume la posición dominante en la conducta. El cerebro es uno solo; por tanto, segmentarlo
mediante la división del “cuerpo calloso”, divide al cerebro de una persona en dos mitades, las
que progresivamente asumen el papel del todo inhibido por la separación (se diría, en apoyo
risible a los apologistas de la “inteligencia emocional”, que en cada cerebro de los dos con los
que contaría una persona –una vez dividido éste por “particionamiento” a través del “tercer
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