Bajar documento - La nueva concepción de la historia

unidimensional en la compenetración de soma y piqué 630 ; ontología en la que históricamente
el ser humano aprende a distinguir lo bueno de lo malo; de modo que no es el “soplo divino”
en la creación, el acto que le insufló la conciencia, pues, un recién nacido no tiene conciencia
(alma o espíritu), no sabe distinguir entre lo aceptado y lo repudiado (los animales, los cuales
no han recibido el “soplo divino”, saben distinguir de modo instintivo, por ejercicio de la
información genética heredada, el “bien”: no sacrificar y, mas bien: proteger a sus críos, y el
“mal”: cazar a animales de otras especies, que son su alimento); se colige, por tanto, que en el
momento en el que éste –el hardware humano no configurado- hace suya la conciencia al
integrarse a la práctica social, es cuando la racionalidad se instala en su mente (incluso lo hace
la famosa “ley natural”). La conciencia, en suma, es el producto del proceso de captación
histórico-humano del mundo –en la práctica social del trabajo- por parte del único órgano que
puede hacerlo: el cerebro humano; la conciencia es: pura y simple información
completamente ligada a la esfera afectiva, conocimiento grabado, estructurado histórica y
sistemáticamente de modo filosófico, cosmovisivo; la conciencia, no se exime de recibir la
determinación del carácter de la naturaleza interna de la materia: del tipo de estructura
inherente de la masa dependen su propiedad y la índole de su movimiento, el que se
redirecciona frente a la propiedad del movimiento con el cual entra en contacto, como con el
balance resultante vectorial, respecto del cual procede la instauración de su ley.
El espíritu, en consecuencia: se va formando materialmente en el nuevo ser en los
procesos de experiencia y aprendizaje que despliega, es decir, en cuanto representación,
reflejo, captación por parte de la mente, del mundo (afirmación formulada ésta –y muchas
otras-, sin embargo de que pueden ser simplemente tautológicas). La formación espiritual en
el ser humano maduro, con personalidad, consiste –como se sabe- de un proceso largo, tanto
humano como individual (el ser humano, una vez conformado su hardware cerebral -la
memoria y el procesador-, usa el software natural de partida con el que también viene
provisto, para operar el equipo, al cual finalmente lo desarrolla en forma biológica y, luego:
de modo artificial –la computadora, la inteligencia artificial). La conciencia emerge
paulatinamente con la humanidad; a decir verdad, aquella: se va formando con la evolución de
ésta (con el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales en coherencia).
Pero la conciencia no surge antes de que aparezca el exclusivo órgano que la produce: la
corteza cerebral. En esta última, se empieza a reflejar el mundo de modo consciente, esto es,
de forma no elemental, animal, preconceptual; en la misma, este reflejo se va ampliando, es
decir, la información grabada se cualifica y luego se transmite (este tipo de riqueza se
redistribuye): la investigación –o el conocimiento accidental- es la ampliación de la
conciencia, y el aprendizaje (socialización): la instalación de la conciencia en los nuevos
hardware, o sea, su perpetuación (del conocimiento, de la conciencia, del “alma” de la
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Strictu sensu, toda la realidad es materia: únicamente masa (Bosón de Higgs) en movimiento (y este último,
es la propiedad más general, absoluta, eterna, condición de existencia sine qua non de la materia); la psiqué, por
tanto, es “movimiento de la materia altamente organizada”; es por eso que parece que se pueden somatizar las
llamadas “dolencias de la mente” y a la inversa; en efecto, las “fobias espirituales” se vuelven orgánicas; en el
caso personal, es la mente la que pretende arreglar el soma mórbido, debido a la operación de la ley del primado
de la materia. En verdad, no existen las enfermedades llamadas psíquicas, esto es, inmateriales y espirituales; las
enfermedades del “espíritu” no se somatizan, pues, desde su inicio son desajustes de la estructura material
necesaria, contrario al común razonar espíritu/materia o conciencia/realidad. Todos los procesos de la realidad
son materiales: los deseos son materiales, las penas y angustias son materiales, las fobias neuróticas que reducen
el autoestima tienen como base la operación de hormonas, mecanismo detonado por el impacto sobre el sistema
nervioso de motivaciones externas, las que –por otra parte- pueden ser contraladas por la voluntad (ordenar la
inhibición de la operación de los procesos bioquímicos implicados) o por la influencia de sentidos fraseológicos
(palabras, frases con significado: movimiento de aire que opera sobre las sensores auditivos que llevan
movimientos electro-químicos capaces de modificar las propiedades de los centros respectivos de recepción de la
mente enferma, los analizadores y la respuesta, eventos que no son más que químico-hormonales. La
reflexología es la muestra clara, de que todo es materia y movimiento; en el caso humano: la conciencia, es un
proceso que tiene lugar de principio a fin como simple hecho material. La famosa psicología es tan sólo la
resultante de la operación material del campo conformado por la articulación entre estados representados del
mundo en la conciencia, las necesidades de sobrevivencia y la respuesta (movimiento) llamada conducta de
individuos o grupos, que se distorsiona al encontrarse con escenarios adversos para su realización (satisfacción
de requerimientos primarios, secundarios, suntuarios). El pensamiento es realidad (afirmación ésta, que no es
tautológica), por tanto: materia; las doctrinas constituyen triple materialidad: es materia representada, es
simbolización y, en cuanto escrita: es representación materializada (por esta vía, se llega siempre a la conclusión
de que energía, conciencia, psicología son únicamente formas de actuación de la materia a través de la operación
de sus propiedades intrínsecas –algún día se probará la veracidad de estas afirmaciones).
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