Bajar documento - La nueva concepción de la historia

esmithiano de la “mano invisible”, base de la construcción ideológica del autodirigismo
económico mercantil); en segundo, esta población, con su sola presencia y reproducción
orgánica, con el listado de sus pequeñas acciones personales, que le permiten seguir adelante
en el vía crucis de la vida, inscribe su nombre en el movimiento general de la historia (el
cerebro es utilizado para superar los problemas del entorno natural, para afrontar aquellos que
provienen del medio clasista o para entregar respuestas fidelistas a las preguntas filosóficas).
La escena y el proceso, semejan el acto de primera conquista de la cumbre del Everest: todos
trabajan, todos están presentes haciendo lo suyo (pues, deben sobrevivir y lo consiguen, si
voluntariamente se someten a la determinación de la colaboración), son necesarios (se
preocupan por sí mismos, por sus vidas, para poder cumplir su función general), pero sólo dos
llegaron a la cumbre. Visto bien el hecho, la mayor parte de seres humanos en el planeta,
emplean su capacidad intelectual en la esfera de temas relacionados con la cotidianidad en la
que opera la existencia orgánica, sensualista y recreativa de la vida; esta verdad se matiza en
cierto modo, cuando esta simple cotidianidad, es atravesada por preocupaciones religiosas 1805 .
El proletariado por lo menos en su fase política, pensó (y dio realización a su “utopía”) en ser
el sujeto de la transformación de la contextura histórica capitalista, paso previo para que la
humanidad supere el sufrimiento y las contradicciones domésticas, ontológicas, de orden
burgués. Hoy por hoy, los nuevos visionarios de la historia (en operación de la tendencia
media de la ley del desarrollo desigual), se separan de la masa humana general; no obstante, el
auténtico liderazgo orgánico, está llamado a difundir el saber objetivo para que el cerebro
común alcance su máxima realización, en la medida en que no es posible aún ser protagonista
de las colosales realizaciones cognitivas, que se abren a futuro.
La liberación de las potencias intelectuales de la humanidad, es obra de la operación
de una norma natural regente en el interior de la “comunidad”: la división social del trabajo;
no obstante, el ejercicio pleno del poder de la mente, toma cuerpo en el trabajo productivo, en
el trabajo –empresarial- proletario. En la olimpiada universal, en la prueba decatlónica
suprema en la “maratón” épica griega de Leónidas, el marchista Shyri en posta (Jefferson
Pérez: el mundo sabe ¡qué seres humanos se dan en el Ecuador!), conduce la antorcha del
saber al ombligo del mundo: a Rumicucho, hacia el final de la Odisea (dicho sea de modo
incidental: la Odisea, para el viejo obrero, concluye; no obstante, ésta da inicio para el
moderno subversivo –el hijo del gran Ulises-; subversivo, no tan sólo en el plano de la
política, sino también en el de la ciencia: la máxima teoría interpretativa del Universo está
dada; hace falta su sustentación empírica en la realidad objetiva, no únicamente en el
laboratorio). La “energía” que desplaza al ser humano, deviene de la fuerza viva del obrero:
su potencia material (la ciencia ha mejorado su desempeño: la Mecaquántica –los saibors),
poder intelectual: fuerza que extrae el sentido cabal de los hechos (la concepción materialista
de la historia), en la totalización, en la interpretación cuantitativa y cualitativa de la realidad
humana (esta circunstancia, se reitera también, se monta sobre los hombros del conocimiento
generacional: en su aporte, en la fuerza utilitaria de las leyes del Universo y en la tecnología;
mas, este hecho asimismo detenta su par empírico: la necesidad, los problemas registrados en
la marcha, los recursos disponibles y la creatividad).
Ilusiones acrisoladas del más grueso calibre. En efecto, el despliegue del poder de la
mente colectiva: la integración de integraciones: la auténtica integración entre los “objetos
teóricos” sobre los “objetos reales”: cósmico, social y cerebral, para portar el supuesto
cognitivo del “objeto subjetivo-real universal”. Esta es una tarea titánica, que compete
desarrollarlo al poder del trabajo intelectual natural/artificial, o sea, a aquella conjunción entre
“segunda” y “tercera” naturalezas: la mente posthumana. En sentido metafórico, la
“modernidad” condujo al desarrollo de la ciencia y de la técnica a develar y poner las
premisas universales del pensamiento en torno del medio material; la “posmodernidad” tiene
puesta su razón: probar dichos supuestos, modificando la forma de organización humana,
1805
La concepción religiosa (la actitud ante la vida, que de ella se deriva), es la forma de entretenimiento de la
razón más sórdida que existe: es muy conveniente tener creencias preconstruidas y pensar que incluso en
ignorancia, si se es bueno, el premio está a la vista luego de la muerte (la ciencia, la política, las ilusiones y la
aspiración de hacerlas realidad por vía del esfuerzo humano, se deploran aquí). Marx afirmó con razón: “La
Religión es el opio del pueblo” (y estuvo en lo cierto; hoy, es gracioso escuchar a una persona ocurrida, pero
que en cierto modo da en el clavo: “si algo tengo que agradecer a la religión, es que ha hecho de mí un buen
ateo”); las creencias y prédicas de signo anglicano, luterano, estadounidenses, se cubren con honor con dicha
sentencia; no obstante, frente a este psicotrópico maniqueo, acomodaticiamente renovado, finalmente el cuerpo
social debe empezar a generar anticuerpos.
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