Bajar documento - La nueva concepción de la historia

El sexo: ¡es para gente mentalmente atrasada!; y ahora: ¡qué bonito!, sus cultores
–que son la mayoría-, se han inventado una serie de pretextos, razones y justificaciones, para
incorporar a la fornicadera como una variable esencial en la matriz de estructuración del
índice “calidad de vida” y de la realización humana. A las cosas: se las puede utilizar, pero no
al ser humano (sólo el capitalista ha sido instrumento de la historia en la transformación de
sus semejantes en recurso, y al arte y al sexo en rubros propiciadores de ingresos). Esta es una
máxima de proceder recto; mas, a la misma se la utiliza con sentido maniqueo, esto es, para
construir principios de moral justificatoria de actos dolosos. Por ejemplo: cuando una persona,
particularmente masculina, define y aplica la llamada “estrategia de seducción” con el fin de
gozar, de alcanzar el éxtasis con una persona a la que se la considera objeto de conquista y de
disfrute particular, éste: es un acto reñido con la moral; incluso en aquellos encuentros
llevados de mutuo acuerdo para satisfacción recíproca del sexo, hay colusión para torpedear
los dictados de la moral, pues, el sexo tiene finalidad reproductiva y secundariamente es
elemento que alegra la vida y que dispone a su detentador a conservarla 875 . Al respecto Freud
sostiene, que el amor es la resultante del desarrollo del sexo; mientras que Fromm se ubica en
la posición inversa, idealista: el sexo es el desarrollo del amor; Fromm se siente incómodo e
impugna a Freud, cuando en realidad, cosa rara en Freud: volviéndose materialista e histórico,
Freud tiene razón, puesto que primero es el sexo, luego viene su racionalización en la historia
(también se dice que el amor está en el cerebro, cuando en realidad el “flechazo de Cupido” es
verdad, pues, el factor que pone a operar el cerebro está fuera de él: la mujer o el barón). El
amor carnal se apodera de la persona, precisamente cuando ésta no está madura, aunque la
pasión se prolonga algo más; la persona joven no tiene ni los elementos de la voluntad ni los
conocimientos requeridos para dirigir la existencia por andariveles de la frugalidad, de la
razón y la sublimación; además, en la actualidad, el incremento del ocio ha encauzado a las
diversiones, al sexo, al arte, como la primordial ocupación de la vida, adheridas al sentimiento
de curiosidad, al prurito del deseo, de los que es prisionera la vida juvenil. En sentido maduro:
los sueños no son para la satisfacción de la carne como lo sostienen las religiones, sino para la
del espíritu: del espíritu científico.
El ser humano, siempre se encuentra recluido, embobado, por las fuerzas emotivas
intrínsecas, por la ideología. En sus primeras etapas, después de su conformación como homo
sapiens, el ser humano se dedica a sobrevivir y a reproducirse de modo instintivo; luego, este
ser crece vegetativamente, pues, en los nuevos estados de la existencia necesita de brazos: de
fuerza de trabajo y de una familia ampliada; a continuación se multiplica con el objeto de
perennizar sus genes, para demostrar características de sementalidad (ser soldado de las
guerras), para contar con alguien a su lado que lo represente, para tener la ocasión de sentir
orgullo de su crío. De este modo la especie se ha sostenido: las élites, merced al afán de
acumular riqueza; en otros sectores se han experimentado comportamientos diametralmente
diferentes, en atención al desarrollo de la ciencia (la pérfida tecnología y el saber positivista,
según es la censura del folclorismo neoizquierdista); la masiva población ha actuado como los
pies de este proceso. Se ha dicho, en un intento de suavizar, en la idea, el repulsivo hecho, que
todo el Universo piensa, que tiene conciencia: ¡absurdo! En la aseveración por demás sencilla,
es un elemento de la materia, una vez llegado a una fase específica de su desarrollo: el ser
humano, el que piensa por todo el Universo (un grupo selecto de la clase dominante
históricamente lo ha hecho, en referencia con la humanidad tomada como un todo); por tanto,
conocimiento sobre cómo la mente actuó y qué productos plasmó en su recodo ultramontano, y de qué manera
viven en el presente mediatizando una visión más objetiva de la vida y ampliar la conciencia sobre el “ser”
mismo, sino que se da la oportunidad y el derecho a que otras formas de ver el mundo y neutralizar el
cristianismo que a sangre y fuego fue impuesto en el cerebro amerindio). Esta informalización, esta regresión
monstruosa, solamente se torna entendible, si se asume que el arte debe dejar la escena de la vida, proceso que
tiene su inicio con la aceptación de estructuras rudimentarias como importantes de atención social formal (es la
norma, en todo caso, pues, la homosexualidad, el saber Oriental, la medicina alternativa, el vegetarianismo,
etc., han conseguido posicionarse en un buen margen de población): todo lo sagrado se vuelve profano, lo
distinguido común, lo respetable irreverente…
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El comer es un acto de placer, empero finalmente el mismo trae aparejado el cumplimiento de un objetivo:
reponer el material gastado (“energía”, se dirá según el paradigma dominante) en el movimiento de la vida, en
el trabajo, en el deporte, en el esfuerzo. En el hacer “popó”, en el orinar, existe también satisfacción; sin
embargo, como en todo, en dichos actos privados está presente su finalidad: el expulsar residuos y toxinas
inapropiadas para las necesidades del organismo. Por arte de magia del desarrollo de las fuerzas productivas,
de la técnica, la relación sexual humana, ha mantenido su carácter y quedado como simple placer, a leguas de
su objetivo natural: la procreación.
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