Bajar documento - La nueva concepción de la historia

naturaleza (y al resto de la sociedad) y en un momento dado, sobre el mea culpa, asumir como
propósito prioritario, justificatorio de su vida, no afectar el entorno, para que se instaure la
“civilización del valor de uso y del deseo”? ¿Las pasadas generaciones tuvieron
exclusivamente un papel reproductor, perennizador de la vida (banco germoplásmico), siendo
la presencia de las actuales, la medida evaluativa de su éxito y justificación? En el proceso
simplemente replicado: ¿dónde quedan las personas de ciencia y las políticas, que han
mejorado la conciencia humana y el entorno social? Estas preguntas tienen como respuestas
argumentos que se salen de la vulgaridad, en el instante en el que se deja de lado el idealismo
y el materialismo hedonista (“inmanencia: conciencia sensible”).
A la fecha (año 2011) ya se cuentan con las condiciones, que permiten entender: qué
es la realidad, en qué consisten la materia, el Universo, la naturaleza, la humanidad (la
historia, la sociedad) y la mente; porqué se halla aquí el ser humano: su antecedente, función,
fin (sentido de este tipo de existencia) y la frontera de todo. El proceso humano “como
destino”: la historia metadeterminada, es la condición puesta en la existencia colectiva, la cual
debe considerarse como el segundo triunfo general de la humanidad (el primero ha sido su
capacidad de sobrevivir en condiciones estocásticas y contradictorias de clase, habiendo
superado por lo menos el infortunio de los dinosaurios), que se expresa en la toma de
conciencia sobre la trama seguida por el género: el haber advertido el “guión” (movimiento de
la conciencia humana hacia el absoluto) de los avatares de la razón y el alinearse con el
continuum de dicha trama (la “diosa naturaleza”, en efecto, creó a su hijo omnipotente –la
humanidad- y éste debe alzarse por sí mismo hacia su forma providencial), en condición
óptima, maximizadora conducente al tercer y definitivo triunfo: el despliegue total de la
inteligencia, en tanto “estado en potencia” (aún en ausencia de la mediación revolucionaria, la
humanidad debe ir por donde debe, incluso soportando décadas más del sistema económico
liberal burgués).
En los recorridos de libros especializados en materias filosóficas marxistas, como parte
de la elaboración de trabajos similares, se topa con la idea, de que el ser humano “debe
liberarse no en el trabajo, sino del trabajo” (eso lo sostienen por lo menos A. Gorz y A.
Moreano; también M. Nicolaus y P. Virno se han percatado del suceso, naturalmente en estos
últimos casos, dicho reconocimiento se inscribe en el contexto de otra perspectiva). La
novedad o diferencia de criterios radica en el hecho de que los señores citados glosan a Marx
“a pie juntillas” (en verdad, lo hacen por muy debajo de su concepto) y se muestran incapaces
de incluir una sola palabra más a la idea que suscriben. Si el ser humano se libera del trabajo:
¿cuál es su nueva inmanencia procesal, su “lógica”? (Moreano asevera, que el futuro es
lúdico). Marx lo pone con todas sus letras, y reflexión con la que prospecta hasta el último día
de vida de la humanidad. Marx dice, en una referencia múltiples veces reseñada en este
documento (naturalmente, en una obra que registra su pensamiento maduro, científico,
objetivo, racional: Los Grundrisse), que el capitalismo cesa cuando la automatización se ha
vuelto proceso concreto, el “valor” (de uso y de cambio) se ha revestido completamente de
carácter histórico, con lo cual el ser humano pasa al aprovechamiento de las operaciones del
sistema maquinizado de proveeduría y se dedica a conocer y a dominar a la naturaleza. ¿Qué
otra cosa dice, sino que el ser humano se torna espiritual y camina rumbo a ser el sabedor de
todo y el regente de la realidad? En realidad, el desarrollo positivista, tecnocrático de las
fuerzas productivas (Teoría M, robótica, biónica, computación cuántica, telemática,
neurogenética, nanotecnología, IA, interfaz inteligencia natural-inteligencia artificial,
aeronáutica espacial) conducen al ser humano hacia dicha posición. En una palabra, el ser
humano debe liberarse del trabajo, históricamente a través del trabajo, en el interior del
proceso de autoproducción de su existencia, lo cual conduce a la producción de la conciencia
en cuanto producto tardío de la división del trabajo y del intercambio: la primera liberación
hace de la producción de la conciencia, la única vía de producción: el conocimiento.
Hasta que no han sido descubiertos el carácter y la tendencia inscrita en la “propiedad
de la inteligencia” hacia la formación de la conciencia universal, los seres humanos ciegos,
perdidos, incididos solamente por el movimiento alienado, cuasi autónomo de las fuerzas
productivas, han seguido adelante hasta llegar al presente (gozne entre los siglos XX-XXI y
milenios 2000-3000). No obstante, las proyecciones esbozadas sobre el futuro de la
conciencia, comprehendidas en la visión vernácula sobre el desarrollo de la vida, han sido
sencillas: 1) el paraíso celestial (resurrección), 2) la reencarnación (“doctrina de la
transmigración de almas”), 3) la presencia del ser humano como la simple demostración de la
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