Bajar documento - La nueva concepción de la historia

trabajo; no obstante, la sistematización de esta representación fenoménica deviene luego en su
práctica. Las formas del trabajo primero se institucionalizan, a continuación se captan
conciencialmente, luego devienen en la base de las relaciones comunicativas, en virtud de que
la división del trabajo incorpora el atributo de la abstracción al grupo. La superestructura es
propia de las sociedades clasistas y, sobre todo, de la sociedad capitalista; mas, las formas de
conciencia (las “visiones del mundo” y la que corresponde a su forma objetiva), si bien
pertenecen a la sociedad capitalista, éstas son inmanentes ontológicamente (sobre todo la
ideología) a la comunidad humana en general (es obvio, que estas formas al principio poseen
carácter enteramente mitológico, después proceden a tornarse objetivas, realistas). La
conciencia, en el presente, sigue siendo un “producto tardío de la división del trabajo”; ésta,
pervive luego de la superación de dicha división (entre géneros, entre campo y ciudad, la
división social y la internacional), lo cual se debe al hecho de que ésta (la conciencia) está
plasmada y por cuanto su producción ulterior corre a cargo de máquinas entre las que hay
también una división: entre quienes sustentan al ser humano y al propio sistema automatizado,
y aquellas que producen las nuevas ideas si fuere del caso (lo primero, por cuanto incluso las
máquinas deben “reproducirse”, para que el proceso prosiga).
La naturaleza de la realidad, en cuanto forma autónoma frente a la conciencia, se
advierte en su status de estructura general, que deviene: génesis, configuración, desarrollo,
mudanza; en coherencia, el pensamiento (el cual debe mantenerse siempre en el plano real
con el objeto de registrar fielmente su movimiento), en la comprensión positiva de las cosas
existentes, incluye la dialéctica de su necesaria decadencia, deceso y mudanza (Marx). Al
principio, el pensamiento, como atributo natural (propiedad histórico culturalmente no
desarrollada del ser humano), le es dada la misión de volatilizar la ontología concreta en una
representación abstracta, a recluirse en el plano de las formas generales. Mientras que el
procedimiento que recoge y procesa esta representación volatilizada, empíricamente directa
del mundo, conduce, siempre al pensamiento, a elevarse de la dimensión abstracta hasta la
concreta, proceso que debe recibir otra reformulación: aquella que se deriva de la
conformación interna de la estructura presente, para que la representación abstracta sea
conforme a la realidad. Este proceso cognitivo extraordinario, tuvo lugar en el lapso
comprehendido entre 1960 y 1990; en efecto, la profusa, rica, rigurosa, producción intelectual
se corresponde prístinamente con el ascenso de la “lucha de clases” dada en dicha coyuntura,
particularmente por la presencia de dos sistemas sociales: socialismo-capitalismo (a pesar de
que por entonces, el sistema socialista marchaba a pasos de gigante hacia la restauración del
capitalismo). Hoy, tanto la institucionalidad (universitaria) como los exponentes (el
“intelectual orgánico”) en el planeta todo, se han mediocrizado al unísono; la fuente de esta
defección tiene raíces –como siempre- materiales: la “lucha de clases”, en su versión clásica,
se ha modificado sustancialmente en la dispersión de problemas “red”, en los que se plantea el
conflicto societal de la “posmodernidad”.
En disposición de los principios estructurantes del procedimiento gnoseológico de
racionalidad científica (el pensamiento lógico, el que constituye una poderosa conquista
intelectual de Occidente), en el género se ha operado el “salto”: el cual le pone en ruta de
transición de la posibilidad a la realidad de aprehensión intelectual de la contextura objetiva
de la realidad y en ella ("razón pura", conforme a Kant) sustentar la acción práctica. En
efecto, para la humanidad in abstracto, han sido forjadas las premisas cognitivas, que le
permiten transmutar la utopía (el simple deseo, cuando los medios todavía carecen de
existencia) en hecho susceptible de alcanzar la realidad, su terrenalidad; esta forma de
pensamiento y de conducta, detenta su presupuesto material en la estructura clasista industrial
de reproducción de la vida, o sea, esa realidad material es su impulso y su explicación. La
captación subjetiva de las leyes, que presiden la conformación de la estructura (génesis), el
funcionamiento, desarrollo y las tendencias de cambio del organismo social, crea el “sujeto de
la historia” en su naturaleza subjetiva, en la medida en que pone a la vista la senda que
conduce el paso de la ciega necesidad hacia la conciencia de ella, sobre la cual el género
marcha hacia la conquista de progresivos niveles de libertad: el dominio racionalmente
mediatizado de las condiciones de posibilidad, que presenta la historia, necesidades y
condiciones sobre las que descansa la probabilidad de su satisfacción.
Con el ingreso de la humanidad en la coyuntura histórica burguesa (el campesino ha
perdido la propiedad de la tierra y el artesano los instrumentos de producción como
propiedades suyas -Marx), ésta ha madurado y emergen en ella los presupuestos ontológicos-
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