Bajar documento - La nueva concepción de la historia

inmanente, al llegar a término la concretización del proceso de la máquina; “… el capitalismo
remata un prolongado período de la historia humana, el período de la sociedad antagónica…”
y del amplio campo abierto para el progreso, pero, sobre todo cierra la extensa etapa del
trabajo como razón de ser humana. Ahora bien, si tal afirmación es verdad por un lado (el
trabajo va a perder su esencialidad), por otro no lo es, en vista de que sin el trabajo (y la
división del trabajo) la esencia de orden superior: la racional, no se habría dado en el ser
humano y por cuanto el trabajo se agota precisamente cuando la conciencia formada por él,
pasa el trabajo a las máquinas: el trabajo se niega en el ser humano en el momento en el que
lo ha forjado en su entera y multilateral dimensión. Por tanto, no debe procederse de modo
desafecto con el trabajo ni subestimarlo (lo cual no lo hacen Marx, Engels, Lenin ni Stalin).
La “nueva civilización”, para los impugnadores de Stalin, no es la del trabajo ni de la
racionalidad objetiva, tildada como tecnocrática, del “culto al progreso de las fuerzas
productivas” (“Así se templó el acero”), sino que la nueva civilización debe tener como nudos
críticos al deseo y la creatividad (creatividad también en la esfera de la producción de los
satisfactores que atienden el deseo, puesto que los señores, reprochan la creatividad inmersa
en el desarrollo de la tecnología unidimensional, opuesta al humanismo hedónico
polidimensional –incluso homosexual). Luego, si a la nueva civilización se la etiqueta como
“comunismo”, en ésta no hay trabajo sino creatividad para mejorar los grados de
productividad del placer. Ahora bien, la esfera sensorial, no obstante, es propia de los
animales, de los niños, de los jóvenes y de la mujer en su rasgo maternal; la misma ha
acompañado a la especie durante la larga etapa que precede al comunismo (reproducción
vegetativa por coito), como mecanismo efectivo de sobrevivencia de la inteligencia; a futuro
debe darse paso a la instauración de la humanidad madura (reproducción in Vitro,
clonación,…), racional, objetiva, de operación del ser “social” conformado como “sujeto de
pensamiento”, que también trabaja (siempre trabajará, de lo contrario: ¿en qué se
“entretendrá” la inteligencia?) en las esferas elevadas de las faenas del espíritu: dar sentido a
la información que sobre la realidad le alcance el sistema automatizado de investigación. Si
se mira el período de Stalin sin la animosidad que obnubila el discernimiento, se podrá
advertir cómo allí se perfilaron ciertos rasgos de la forma superior de civilización.
En suma, una nueva civilización: ¿para el goce? ¡No! Así como la humanidad se
renueva en los nuevas “unidades de inteligencia” para continuar en la empresa de
desentrañamiento de los misterios del mundo, ésta requiere de la sucesión de formas
civilizatorias que sean la consecuencia de la superación y negación de su conformación
anterior. Las civilizaciones pasadas, entre las que se incluye a la capitalista: la del capital y
del trabajo físico, han sido pasos dados por la historia; la civilización del hedonismo, en
cuanto goce del “deseo de lucro” (capital), de la creatividad estética (humanista per se) e
ilusorio-mitológica (religiosa), ha sido ya de modo completo en el mundo. La nueva
civilización montada sobre el proceso de concretización del proceso progresivo de las fuerzas
productivas, la tiene a esta nueva cualidad como presupuesto de la inmanencia del
compromiso que destaca preocupación y actividad del colectivo humano (democovivencia)
por llegar a la idea. La humanidad (salvo excepción aislada: los estoicos, Sócrates, Cristo,
Newton, Francisco de Asís,…) ha consumido todo el combustible fósil: las brasas
sustentantes de la muy larga etapa definida por el goce, el hedonismo y la lúdica. Los Beatles,
el deconstructivismo arquitectónico, el baile, el whisky, la pornografía, la luna de miel, el
fútbol, el cine y los óscares, la literatura romántica, las prédicas religiosas, la cuenta bancaria,
han sido el leitmotiv del mundo: la civilización de Eros ha sido y es realidad, y debe pasar a
formar parte del estercolero de la historia; por tanto, el nuevo ser humano es la negación
implacable de la etapa precedente inmadura del deseo. “Eros y civilización” es el más
desembozado y descarado llamado a vivir el paroxismo de los sentidos; constituye la nube
negra más enceguecedora librescamente puesta en el camino de la inteligencia: obstáculo
(epistemológico) hacia la frugalidad de la razón. Es el pasado de la infante humanidad: a
temprana edad se puede pintar, cantar, tocar piano, correr, componer una pieza musical
(Mozart), bailar, etc.; sin embargo, el pensamiento serio solamente viene en la madurez,
cuando la individua ha madurado, se ha documentado, disciplinado y formado; y, la
sentimentalidad es un paso previo, necesario, pero transitorio, temporal, en la formación de la
personalidad científica. La renovación generacional humana y de civilizaciones, por su parte,
son necesarias, tienen sentido inmanente, sólo en el marco de realización ininterrumpida de la
inteligencia hacia el saber absoluto; fuera de esta misión, nada tiene sentido en el Universo.
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