Bajar documento - La nueva concepción de la historia

“Modernidad”: proceso humano considerado en su carácter categorial abstracto,
fenomenológico y fetichístico –es necesario tener presente, que siempre en la historia se han
registrado momentos de ese tipo: etapas nuevas que se erigen frente a una pasada o en
tránsito- no constituye absurdo o fracaso alguno respecto de la historia (aceptar dicha premisa
implicaría tildar de fiasco la esfera completa de realizaciones de una fase de vida de la
humanidad –como sostener estúpida y racísticamente, por ejemplo: la noción de “década
perdida” para los Estados neocoloniales y para los estratos de trabajadores que efímeramente
estuvieron en la dirección de ciertos subconjuntos humanos en el ex Bloque Oriental, como si
su nombre no estuviese inscrito en las grandes realizaciones humanas); tampoco la
“posmodernidad” –“... el desencanto de la razón moderna... vivir sin razonar… mosaico de
sujetos y hechos y complejidad…”- tan sólo puede ser enrevesamiento de la conciencia en
acto que va en curso de fracasar, pues, la reevaluación de la ciencia y de la técnica, conducirá
a retomarlas, pero, ésta vez, sometidas a cometidos superiores del ser humano, que no son
otros, que los relacionados con la profundización del dominio cognitivo del mundo 107 . Al
llegar a dicho escaño la especie, por otra parte, desaparece para el ser humano toda tribulación
existencialista, puesto que éste advierte su razón (necesidad) en el Universo y asume con
conciencia (soporte lógico, libertad) su sino (demostrar la optimidad del Universo viable y
producir su “yo” representado): toda persona será sabia (homogeneidad, monotonía no
sobrellevable); el proceso de evolución del Universo (de la Materia, de la realidad, del
mundo) habrá concluido, pues, el curso del desarrollo material en marcha llega a su cima con
la producción del concepto, de la idea, del Verbo (la pecaminosa “carne” produce al “Verbo”,
tanto lógica como históricamente; la carne se hizo Verbo, pero el verbo volverá a hacerse
“carne” con la muerte) 108 .
La “modernidad” –strictu sensu-: exceso de libertad empresarial, paroxismo de la
contradicción inherente (competencia), psicosis consumista, acumulación (“transmutación
constante de trabajo en capital”), proceso del cual la ciencia y la técnica han sido mecanismos
subordinados necesarios, aparentemente ha dado piso a la reemergencia hegemónica de
posturas neoteológicas como correlato de sentido posmoderno; no obstante, en el mundo
actual es posible plantearse seriamente la opción de encontrar el sentido de la existencia en la
realidad misma, no en la especulación religiosa, la que aprovecha la oportunidad del
descrédito con el cual ha manchado a la humanidad el capitalismo, para actualizar su discurso
neofidelista y de ese modo justificar la continuación de sus prácticas coercitivas y abusivas de
“difundir el Evangelio y pescar seres humanos”, esto es, atar la conciencia y estropear el
“libre albedrío” (a esta gente debería decírseles: “¡metidos!, no se entrometan en lo que no les
importa”). En efecto, los cristianos evangélicos dicen: “… solamente hay dos eras en la
historia: antes de Cristo y después de Cristo” (“el ateísmo ha muerto”, sostienen, y se relamen
los labios; no obstante, el ateísmo vive: “el ateísmo soy yo”). En realidad, debe entenderse,
que existen dos macroeras en el Universo: antes del ser humano y con el ser humano; en la
dimensión histórica, en cambio, sólo hay tres grandes momentos u ondas muy largas: 1) la de
“Eros” (hasta Newton), 2) la racional (hasta Marx) y 3) la “divina” (hasta cuando el ser
humano-“Dios”, renuncie a ser); empero, en estricto sentido, no hay eras sino formaciones
sociales en la historia, y la posmodernidad es la frontera del estadio burgués, una vez que éste
ha alcanzado su status de concreción total 109 . Bastardeando las palabras evangélicas: la
pondrá de pie la nueva humanidad; la posmodernidad tiene que dar, está dando mucho al género: en ella se
resuelven los conflictos anteriores, en su seno el ser humano identifica y toma el verdadero camino.
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La base material del pensamiento (y actitud) posmoderno: la expansión global del mercado, del capitalismo,
de la división social del trabajo (complejidad: concreción etárea y espacial, de la formación social capitalista),
del desarrollo de las comunicaciones, de las fuerzas productivas en general, constituyen el zócalo de la distorsión
descentralizada del pensar, sentir y ser (hiperindividualismo), como denominador incurso en los llamados
“pequeños relatos” formadores de un ambiente espiritual aparentemente caótico e indeterminado; actitud
conspiradora supuestamente voluntaria frente a la ley, de las tendencias particulares, de oposición frente al
principio fundamental: paso de la importancia de las particularidades, que es como se realiza la determinación de
hierro del orden de la vida, en los procesos actualmente en curso.
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Estas aseveraciones pulverizan de golpe todas la preocupaciones que componen la estructura de reflexión del
denominado “desencanto posmoderno” (carencia de objetivo de la vida, anarquía e ineficiencia en la conducción
centralizada, ausencia de principios de identidad, diversidad -“clima posmoderno”- e imposibilidad de
institucionalizar una comunidad), especialmente el discurso anotado por el puño de Norbert Lechner.
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La hora más oscura de la noche, preludia el alba (dixit general Eloy Alfaro D.). La llamada “posmodernidad”,
precisamente es eso: la concentración de todas las taras de la “modernidad”, esto es, la última reacción agresiva
y concentrada de esa larga etapa histórica (la formación clasista de la humanidad) que muere. Este mareo, esta
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