Bajar documento - La nueva concepción de la historia

ien, en el largo aliento, también este tipo de formación prepara a los individuos en aquellas
posturas cognitivas, destrezales y axiológicas, en coherencia con la conducta de sujetos en
cuyos motivos de la vida se anida la necesidad vehemente del desempeño frugal, preocupado
por el avance racional del grupo, en el interior de la “sociedad de la espiritualidad”, de la
“inteligencia”, del “conocimiento” (“nadie sabe para quién trabaja”, el arma de la “formación
por competencias”, desarrollada por el capitalismo como una de las maneras de utilizar la
inteligencia potencializada de la futura capa social de los burócratas y de los intelectuales de
modo que éstos delineen el curso de negocios inmersos en los turbulentos escenarios
económicos: los líderes). Momento humano, ya se ha dicho, en el que el trabajo se ha vuelto
tan sólo una abstracción, en el que el “gobierno” se realiza sobre máquinas y cosas (la dupla
política gramsciana: “gobernantes/gobernados”, concluye y se instituye la práctica
deliberativa intersubjetiva), y en el que la praxis conducente a redondear el saber racional, es
su quintaesencia (sin embargo, uno, en el presente: no puede abstraerse de admirar, valorar e,
incluso: practicar el arte, puesto que se halla contaminado por las condiciones de una sociedad
que magnifica la esfera sensorial de la vida, por cuanto el individuo es la resonancia interior
de su tiempo -es su prisionero-, al cual es imposible evadir para volverse estrictamente
racional).
Las clases dominantes posmodernas pragmáticas de principios de los nuevos siglo y
milenio, abominan la situación actual de la estructura de la matrícula universitaria en el
“mundo en desarrollo”: “supremacía de las carreras humanísticas y otras que ofrecen poca
carrera laboral” (en la muy inmediata coyuntura y según el canon de los más simplones
intereses relativos al lucro, éste es un llamado ideológico que espera surta en la juventud el
efecto de reemplazar la abstracción por el experimento de laboratorio, con el fin de desplazar
el pensamiento crítico de la conciencia de las nuevas generaciones). No obstante, ésta (la
elección de carreras sociales y humanas) es una tendencia histórica correcta (“hablar más y
hacer menos”: “qué pena con” los pragmáticos), pues, a futuro las ciencias naturales y el
diseño técnico (la producción), serán monopolio exclusivo de las máquinas y de la
inteligencia artificial; mientras que el verdadero acto del pensar, será privilegio de la elite
humana. En efecto, la inteligencia artificial pondrá en la “mesa del consumo espiritual”
(previamente, en la mesa del consumo material), la información más objetiva posible sobre el
“modo de ser” de la realidad, la que deberá masticar la mente natural con el objeto de
redondear el saber. No obstante, por un lapso muy corto, puesto que la automatización
invadirá también dicho campo, las ciencias naturales y “tecnológicas” volverán a cubrirse con
una aureola necesaria; en realidad, la colonización del espacio desarrollará las profesiones en
el área de la Física, de la Biología, de la Genética y de las disciplinas fácticas
(nanotecnología, robótica, inteligencia artificial y la tecnología espacial en general, pues, ya
visión, valores, estructura, según el lenguaje de programación empresarial burgués) de la mano de autoridades
afectas al stablishment. El perfil de la propuesta de “reforma” se legitima en el concepto sugestivo de
“sociedad del conocimiento”. La propuesta, según la perspectiva teórico-metodológica en boga, no considera el
concepto de “postuniversidad”; se propone, mas bien, en sentido clásico, ofrecer una formación profesional por
competencias (cambios que se adelantaron a hacer las “universidades” privadas y europeas –entre comillas,
pues, mas bien tan sólo son politécnicas-, con semestralización), en coherencia con los problemas principales
que cada profesional de elite proactivamente debe abordar en su rama, de cara a las necesidades sociales, y en
cuanto política de aliento de la “construcción”, in situ, de ese tipo de sociedad; el cometido demanda tres ejes
programáticos de actuación: saber, saber hacer y ser (conocimientos, destrezas operativas y valores, en
concreto), con lo cual se espera integrar al país a la referida “sociedad del conocimiento”, mientras que la
Universidad pasaría a cumplir su papel, mediante el ejercicio profesional de ese tipo de egresados. En sentido
histórico, este planteamiento: está bien (el conducir a una sociedad atrasada hacia los niveles científicotécnicos
de vanguardia, de modo que pueda insertarse formalmente en los procesos fundamentales del mundo, será
positivo, muy a pesar de que la estrategia devenga en matricidio, puesto que la Universidad desaparece con
anticipación al dictamen de la condicionalidad histórica); en el coyuntural (ideológico: la verdad es subversiva)
e institucional (del honor: autonomía, conducta propia), no es pertinente: el pensamiento no comprometido de
los intelectuales de la academia, yace embargado, al servicio de la “racionalidad instrumental”, habiéndose
retirado de la institucionalidad educativa la nominación “universidad”. En realidad, el sistema puede llevar a
la humanidad hacia la meta liberal-tecnocrática de la “sociedad del conocimiento” por sí solo, o sea, sin el
dadivoso aporte de la Universidad pública por antonomasia crítica. La Universidad (del “tercer mundo”; no se
pierda de vista el hecho atinente a que en la coyuntura histórica el “primer mundo” debe completar el
desarrollo de la automatización, mientras que las neocolonias tienen por misión avanzar en la forja de las
nuevas relaciones sociales) puede ir por su propio proyecto (incluso si su esencia siga siendo el “sesgo”
sociológico, humanista, político contrasistema), éste en nada alteraría el curso general del movimiento
histórico: pero en la práctica concreta, permitiría por lo menos contar con momentos de ejercicio racional del
proceder intelectual académico.
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