Bajar documento - La nueva concepción de la historia

lo que se trata es, no de arreglar la vida del trabajo, sino de cómo recomponer el organismo
social al que pertenece la persona, para que ésta tenga acceso a los bienes y servicios para la
reproducción de la vida en condiciones óptimas, trabaje o no. Para personas para las cuales, el
trabajo habitual, soporte económico de sus procesos de reproducción, se contrapone con su
actitud de abdicación de él, dada su propensión a la vagancia, la cesación del trabajo les viene
bien; para los desempleados, el avance de los procesos de automatización, que les permita –en
un dado momento- acceder a los productos obtenidos por dicha vía, será una bendición; en
efecto, los dos grupos citados, van a conseguir solución respectiva a sus problemas, mediante
el acceso al abastecimiento gratuito por el “trabajo” de las máquinas. No obstante, para las
personas que aman el trabajo, pues, ven en él, la razón de la existencia: su preocupación
irremplazable, la única posibilidad todavía de exponerse al reto de hacer objetivas las
potencialidades espirituales y físicas, por tanto, que no pueden prescindir de esta esfera,
forzosamente van a tener que dejarlo a un lado, puesto que la coerción de la automatización se
impone. Ahora bien, el trabajo nunca llegará a ser un juego entre las personas adultas:
“trabajar a la manera en que juegan los niños” (el trabajo en la producción económica), antes
caerá; no obstante, el trabajo espiritual será una forma seria y eterna.
Si máquinas complejas e inteligentes proveen el sustento de su reproducción
(satisfactores para atender las necesidades primarias y espirituales, como el “capital” social,
sostén del conjunto de actividades), la humanidad que viene se concentra únicamente en el
estudio, en la mejor y más completa tarea de captación de los procesos del mundo, y todas las
preocupaciones que hoy embargan la mente de la intelligentzia (Flores, Fernando y Craw,
John. El espíritu emprendedor y la vida Wired: el trabajo en el ocaso de las carreras;
Londres, 2000) cuanto los planificadores en coherencia de la especie, se desvanecen. No
obstante, dicho sea de modo necesario, esta pareja de estudiosos -Flores y Craw- del
fenómeno (opus citada), confunden conceptos al respecto (o analizan los fenómenos con una
matriz teórica modelísticamente incoherente): economía de mercado (una forma histórica de
atender las necesidades dada por la división social del trabajo) y economía del conocimiento
(un producto, que puede ser realizado en el mercado o fuera de él; en efecto, ya se ha
sostenido, que el conocimiento es un producto que corona la larga etapa de producción
mercantil, que es una “mercancía” en la que se concentran y anulan todas las contradicciones
de clase y que, por tanto: el valor de cambio –en ella- se transforma paulatinamente en su
contrario absoluto); dicha aberración lleva a la citada pareja de personajes, a la torpeza de
impugnar criterios que dicen que Marx vierte al respecto, sin entender su posición dialéctica:
la especialización separa a los individuos al mismo tiempo que los pone en conexión
recíproca, mas, lo importante aquí, es que esta división es parte fundamental del proceso de
desarrollo humano (Marx pensaba en el ser humano integral, realizado en el trabajo hasta
llegar a un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, siempre en dirección de
la conciencia total, como identidad).
Como es común, también tales autores no ven incidencia alguna del desarrollo de la
técnica sobre el marco clásico de relaciones humanas, al aseverar, que los cambios técnicos
no afectan la esencia de la vida humana. En efecto, sostienen que:
“No somos los amos de nuestras tecnologías, pero igualmente éstas tampoco pueden
alterar las circunstancias básicas de la vida humana... es un error creer que las nuevas
tecnologías pueden hacer que muchas de las virtudes tradicionales sean
obsoletas,...” 1731 .
Pero Marx expuso de otro modo lo que estos señores ignoran y proceden a difundir
como cosecha suya o de otros escritores “burgueses” del pasado como Durkheim o Nietzsche,
esto es, la emergencia, en un dado momento de la historia, de los llamados “trabajadores de
portafolio”, los “emprendedores”: la organización de productores libres asociados, base de la
edificación del ser humano multifacético, con identidad universal. No es la innovación
tecnológica permanente ni la rapidez de los cambios, los factores que han dejado atrás el
“modelo de las carreras” como principal forma de realización de la vida laboral; en el
mercado, los capitalistas se ven permanentemente presionados a reducir costos para sostener
la competencia, y lo consiguen elevando la productividad del trabajo vía constante innovación
1731
Flores, Fernando y Craw, John. El espíritu emprendedor y la vida Wired: el trabajo en el ocaso de las carreras; Londres,
2000.
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