Bajar documento - La nueva concepción de la historia

universal 1034 , la noción acerca de que ellas se dedicarán a disfrutar –de buen grado- de los
resultados acumulados, esto es, del aporte del esfuerzo entregado por parte de las
promociones humanas precedentes –inclusión hecha de la presente- no genera celo alguno,
sino –por el contrario- solaz por esta contribución.
El presuponer, que en el futuro habrá un momento objetivo necesario de arreglo de las
contradicciones que hoy vuelven indigna la vida, por quienes al fin y al cabo serían nuestros
hijos, despierta –mas bien- un sentimiento de satisfacción razonable (aunque aquí es posible
referirse al hecho con el adagio: “¡qué gano con dichas ajenas?”, la proeza emociona de todas
maneras y hay que reconocerla, pues, la misma contagia, alcanza la mente común y la imbuye
de mayor racionalidad), tal como ocurre con la madre y el padre, que ven realizados los
sueños que no se concretaron en ellos, en los logros de sus hijos, para la concreción de los
cuales se contribuyó (tiene sentido, por tanto, la frase: “todos han empujado el tren de la
historia”). Es, en todo caso, un sano experimentar felicidad en torno de la gesta humana
técnico-racional hasta hoy alcanzada, sintetizada en el exitoso “periplo” de la Voyager (sí:
humana, puesto que todo el planeta ha financiado el impresionante proceso de desarrollo
científico-técnico del poder mundial, merced a la contribución dada en el servicio de la
deuda externa, en el comercio asimétrico, en la repatriación de utilidades, en el despojo
abusivo de recursos, en la fuga de cerebros, en el hurto de inventos,...). También, participar
de ese placer, pero no de la entrega de medallas, de la celebración con “buen vino” o en la
degustación del potaje de los “platos a la carta”; sino, tan sólo: del resultado serio de la faena.
En esta etapa, por fin el ser humano supera su status de "ser alienado", se libera
significativamente del despotismo natural y de clase (se desenagena), y se realiza de modo
colectivo, mientras se recluye –en una primera y muy próxima etapa- en el disfrute creativo
estético de una bien alta y privilegiada coyuntura histórica. Con la presencia del proceso
humano exitoso el Universo óptimo se valida, pero, propiamente, la materia se encamina al
estado de “autoconciencia”; el citado: no constituye el resultado de un proceso predirigido,
evaluado de antemano por la conciencia, sino que se trata del producto del ejercicio de la ley
del desarrollo sobre el movimiento de la materia orgánica, inteligente.
Los momentos de alienación que siguen, pueden ser asumidos como tales, únicamente
cuando en la estructura combinada de relaciones de producción “con dominante”, prevalece la
forma mercantil capitalista de producción. Las nuevas formas de reproducción humana
sustentadas en la operación de las “máquinas pensantes”, se imponen sobre el “ser social”
integrado –esta vez- en comunidad de idioma, de raza, de historia, de territorio –la morada del
ser humano: el planeta tierra-, de conciencia, de intereses. Esta forma de supeditación a los
substratos por los brazos de la artificialidad generados, en esencia, es de otro orden, pues, la
citada no detenta carácter coercitivo alguno e independencia frente a las demandas del
colectivo, no coarta su desarrollo (la comprensión y la conquista del Universo), ni se impone
según una voluntad particular de un grupo de individuos sobre otro. Sin embargo, este hecho,
esta subordinación, constituye una realidad: la vigencia del proceso de “alienación” no
enajenante.
Este estado de cosas, en una palabra: es necesario, por cuanto la capacidad del cerebro
no es posible mejorarla (incrementar su eficiencia) por vía tan solo orgánica, de la ingeniería
genética, sino –de modo paralelo- por rutas de carácter artificial: a través de los productos de
la técnica, de la creatividad, de la inteligencia artificial, mediante la implantación de un chip
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En relación con la aseveración avanzada, Marx sostiene que la mente del ser humano, sea de forma
individual como en su carácter colectivo, no se halla en el mundo únicamente para realizar descubrimientos
pírricos, parciales y aislados en referencia con el mundo (por ejemplo: descubrir el fenómeno de la circulación
de la sangre o representarse el mapa genético…); ésta sería una conclusión incluso mezquina sobre el poder del
cerebro humano y sobre su misión; pues bien, el cerebro, en su estado de conexión mecatrónica genérica, se
proyecta como la medida subjetivo-abstracta de la objetividad. En una palabra, la presencia del ser humano en
modo alguno está ligada tan sólo con la razón de ser un agregado más en la cadena del equilibrio natural (se
conoce, que la vida en el planeta le precedió al ser humano y que ésta la puede suceder); por el contrario, el
agregado de cerebros (de átomos dotados de inteligencia, sin embargo con capacidad parcial y limitada) es la
potencia, que junto a los aparatos neuronales paranaturales y al concurso de procedimientos gnoseológicos de
“última generación”, conforman el poder del pensamiento futuro y de la concepción, coherente con la
dimensión de las esferas universales a concebir. Este es el sino de la “obra más perfecta de la creación” o del
último y cimero prodigio del desarrollo evolutivo de la materia, tomada esta expresión en sentido
exacerbadamente narcisista antropocéntrico. Parafraseando a Dante, debería repetirse la alusión que sobre el
gran florentino hiciera Marx: Y ante la ciencia y a la conquista del Universo como frente a la entrada al
Averno, esta consigna se impone: “déjese aquí cuanto sea recelo, mátese aquí cuanto sea vileza”.
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