Bajar documento - La nueva concepción de la historia

me quedo enredado en las maromas de la unidimensionalidad de ese pensamiento
panpolitológico, eticista, culturalista 339 , que rechaza la concepción del devenir humano como
proceso histórico-natural, el cual acota y delinea el “papel del factor subjetivo en la historia”
(B. N. Biessonov); debo, por tanto, a la manera de Darwin no mirar los hechos fácticos: la
Paleontología, para sostener tesis lógicas y los contornos del porvenir; criterios de sentido no
común, que sin embargo se reafirman en la historia 340 . Los ejes nodales de ese nuevo
pensamiento (veta: “pionero de paradigmas” -¡bah!-, siempre en expresiones de la derecha
zalamera), se citan una vez más: 1) inteligencia y propiedad de la inteligencia; 2) esta
propiedad define el sentido, la razón y el fin de todo el drama humano
(ontopraxeologoteleología); 3) la inteligencia se realiza en acto, en su concreción como saber
absoluto; 4) en la base de este movimiento está la contradicción dialéctica: el Materialismo
Histórico (fuerzas productivas y relaciones de producción); 5) la Revolución de Octubre fue la
partera general de la historia: el capitalismo está muerto; 6) el proletariado ha cumplido su
misión y se está autoanulando en la robótica; 7) con la robótica inteligente, el ser humano se
libera del trabajo, se dedica al desarrollo de la conciencia en el comunismo (democovivencia),
y termina el desarrollo de las fuerzas productivas; proceso humano que va hasta el total
conocimiento y control de la naturaleza (tercera naturaleza: naturaleza “divina”) 341 .
En realidad, quién, a nombre del marxismo, pugne por bloquear el desarrollo de las
fuerzas productivas, al aducir que el mismo destruye la naturaleza, sirven de instrumento a la
explotación, a la acumulación y al dominio, asume una conducta burda, archirreaccionaria;
pues, si por un lado todo eso ocurre con el avance de la tecnología (“son los capitalistas los que
ponen límites a una difusión masiva de la automatización, ya que esto implicaría una caída cualitativa
de sus ganancias” 342 ), siendo ese el carácter que debe negarse, por otro, ese movimiento es el
proceso de realización de la historia (todo lo nuevo viene dado por el progreso de las fuerzas
productivas –inteligencia ontologizada- y por los conocimientos que el mismo produce). Si el
capitalismo sobremadurado bloquea el proceso hacia la robotización económica debido a que
ésta conspira contra el objetivo absoluto de la valorización, la racionalidad debe desentrabarla
para que ésta apoye y sea la base del desarrollo absoluto de la esfera espiritual (mírese bien: la
naturaleza, que produjo al ser humano, generó los bienes que permitieron la sobrevivencia de
este ser –y de los otros- en la etapa de la reproducción natural, preproductiva; no es tarea
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Las ideas básicas, mutatis mutandis, de ese sector alude a categorías como “contracultura”, sistema de vida
alternativo, “antimodernidad” (oposición a la unidimensionalidad del desarrollo tecnológico, promoción del
orden y del valor de la naturaleza per se), opciones de formas de sociedad futura múltiplemente abierto a su libre
elección y construcción por parte de la generación en curso, etc.; por su matriz ideológica subjetivista
especulativa, la citada “escuela” jamás se monta sobre el potro del futuro como proyección racionalizada de las
tendencias de las condiciones materiales del presente: del estado más desarrollado de las fuerzas productivas, el
cual siempre revitaliza ese movimiento prometeico de modo inmanente, el que constituye la forma objetual más
alta en la que se ha plasmado la inteligencia, en el interior de la lucha fratricida por la existencia.
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Mientras que unos marxistas han desarrollado la doctrina, la han socializado o la han utilizado con fines
prácticos, otros han producido categorías y teorías dentro de él y también en otras visiones. Al interior del
marxismo y fuera de él, algunos exponentes se muestran interesantes: Gramsci, Althusser, Zeleny, Foucault,
Habermas, y quizá Bordeau y Derridá (no el coterráneo Bolívar Echeverría, puesto que su teoría sobre los
“ethos” es una forma alternativa culturalista de la de los “modos de producción” althusseriana, balivariana,
poulantzasiana, godelierana, cuevaniana; en tal sentido, dicha construcción adolece de doble retroceso: en tanto
representación y en cuanto propuesta –volver al pasado del “valor de uso”): 1) Gramsci: gobernantes y
gobernados, hegemonía, guerra de posiciones, sociedad política/civil; 2) Althusser: aparatos ideológicos de
Estado, ruptura epistemológica; 3) Foucault: poder-saber, cárcel-mundo, vigilar y castigar, microfísica del poder,
individuos gobernables; 4) Habermas: legitimaciones, relaciones comunicativas, intersubjetividad; 5) Zeleny:
ontropraxeología; 6) Bordeau: habitus; 7) Derridá: deconstrucción.
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Sin embargo, una excepción; sin proponérselo y tomar conciencia del enunciado, M. Foucault también
expone esa metadirección para la historia: “… donde la aspiración por la verdad y la libertad encuentran su plena
realización como proyecto histórico” (Guzmán, Francisco. Michel Foucault: el pensamiento de la contingencia;
Revista Observaciones Filosóficas, México, 2000).
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Chingo, Juan et al. ¿“Crisis del trabajo” o crisis del capitalismo?; publicado en Estrategia internacional
Nro. 11/12, abril/mayo 1999. En una palabra: si se mira a la formación burguesa y al trabajo en su inmanencia,
ellos constituyen la constante; no obstante, si se lo hace en el plano trascendente: en el eje de la historia, el
trabajo debe decesar y con él: el capitalismo; luego, es una posición progresista no solamente levantar
intelectualmente este hecho, sino el coadyuvar en la plasmación del mismo (si el proceso de automatización que
reivindica la vida para el desarrollo del espíritu debe completarlo el capitalismo o si tal proceso de substitución
completa del trabajo por la máquina inteligente se lo concluye en el interior de otro sistema, que ya no es ni
socialista ni capitalista, sino una vertebración conflictiva de baja intensidad entre los dos: época cambiada
principalmente “socialdemócrata”, en la que tales estructuras socioeconómicas se niegan para dar origen a la
eclosión del nuevo modo de vida: el comunismo).
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