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it-eso-stephen-king

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parterres de su madre habían desaparecido.También, por lo visto, las barras para gimnasia quesu padre había levantado en el fondo, con cañosviejos. Recordó que, un día, Georgie se había caídode lo más alto astillándose un diente. ¡Cómo habíallorado!Vio todo <strong>eso</strong> (lo viejo y lo nuevo) y pensó enacercarse a la mujer que tenía al bebé dormido enlos brazos. Pensó decirle: "Hola, me llamo BillDenbrough. En otros tiempos vivía en esta casa."La mujer diría: "Ah, qué bien." ¿Y qué más?¿Podría preguntarle si en la viga de la buhardillaaún estaba la cara que él había talladocuidadosamente, la que él y Georgie solían usarpara probar puntería con los dardos? ¿Podríapreguntarle si sus hijos dormían, a veces, en elporche trasero, en noches muy calurosas, hablandoen voz baja mientras observaban la danza de losrelámpagos en el horizonte? Tal vez podría haceresas preguntas, pero era seguro que tartamudearíamucho si trataba de mostrarse simpático. Y enrealidad, ¿quería las respuestas? Tras la muerte deGeorgie, aquella casa se había vuelto fría. Decualquier modo, lo que él buscaba con su, retorno aDerry, fuera lo que fuese, no estaba allí.Así que siguió hasta la esquina y giró a laderecha, sin mirar atrás.Pronto se encontró en Kansas Street rumbo alcentro otra vez. Se detuvo por un rato ante la cerca1032

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