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it-eso-stephen-king

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Beverly bajó el cristal y arrojó el cigarrillo.Luego se volvió hacia él, pálida, asustada, perotambién serena.—No puedes... no deberías pegarme. Es unamala base para una... una... relación duradera.Estaba tratando de hallar un tono, unacadencia adulta para hablar, pero fracasaba. Él lehabía provocado una regresión. Estaba en esecoche con una criatura. Voluptuosa y sensual comoun demonio, pero una criatura.—No poder y no deber son dos cosas distintas,chiquilla –dijo Tom, manteniendo la serenidad,aunque por dentro se estremecía–. Y seré yo quiendecida qué const<strong>it</strong>uye una relación duradera y quéno. Si lo aguantas, bien; si no, puedes largarte. Novoy a detenerte. Podría darte una patada en el culocomo regalo de despedida, pero no te detendría.¿Qué más quieres que te diga?—Tal vez ya hayas dicho bastante –susurró ella.Y él volvió a pegarle, más fuerte que la primeravez, porque ninguna mujer podía faltarle a TomRogan. Hubiera golpeado a la reina de Inglaterra,si le hubiese faltado.La mejilla de Beverly chocó contra el tableroacolchado. Su mano buscó el picaporte de laportezuela, pero cayó. Se agazapó en el rincón,como un conejo, con una mano sobre la boca, losojos grandes, húmedos, asustados. Tom la mirópor un momento; después se bajó y rodeó el coche188

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