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it-eso-stephen-king

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nunca lo inv<strong>it</strong>aran a uno de <strong>eso</strong>s partidos decriquet los sábados por la tarde. ¿Qué interéspodría tener una chica tan hermosa como GretaBowie en inv<strong>it</strong>ar a un chico como él, de pechohundido, asmático y con cara de rata ahogada?"Sí –pensó, caminando sin rumbo fijo porKansas Street–, debería haber ido a BroadwayOeste para contemplar otra vez aquellas casas... lade los Mueller, la de los Bowie, la del doctor Hale,la de los Tracker..."Ante ese último apellido sus pensamientos seinterrumpieron abruptamente, porque... ¡hablandodel demonio!, allí estaba, frente al garaje decamiones de Tracker Hnos.—Todavía sigue aquí –pensó Eddie en voz alta yse echó a reír–. ¡Qué cabrón!Phil y Tony Tracker, dos solterones de toda lavida, tenían en Broadway Oeste la casa máshermosa de las de esa calle: una impecablemansión victoriana, con verdes prados y grandescanteros de flores que se alborotaban (a la maneraordenada de un jardín inglés) durante la primaveray el verano. Cada otoño se sellaba la carretera deentrada, para que estuviera siempre negra como unespejo oscuro. Las tejas del tejado de aguas teníanel verde perfecto de la menta que coincidía casi conel del prado; a veces la gente se detenía afotografiar las ventanas de la buhardilla, muyantiguas y notables.948

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