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it-eso-stephen-king

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—¿Y qué haremos si pasa <strong>eso</strong>?—No lo sé –rep<strong>it</strong>ió Mike, señalando el equipode emparchar–. Pagué siete pavos por <strong>eso</strong>.¿Piensas usarlo o sólo mirarlo?Bill sacó su chaqueta del cesto y la colgó de unapercha. Luego la rueda trasera. No le gustó elchirrido herrumbrado del eje y recordó elchasquido casi silencioso de la tabla de patinar delchico. "Lo que le hace, falta es un poco de ace<strong>it</strong>e –pensó–. Y no le vendría mal engrasar la cadena.Está mohosa... Y naipes. Le hacen falta naipes enlos rayos. Seguramente Mike tiene algunos. De losbuenos, plastificados, de <strong>eso</strong>s tan resbaladizos que,la primera vez, siempre terminan desparramadosen el suelo en cuanto uno intenta barajarlos.Naipes, si, y pinzas para sujetarlos..."Se interrumpió, súb<strong>it</strong>amente helado."Por el amor de Dios, ¿qué estás pensando?"—¿Algún problema, Bill? –preguntó Mike.—No, ninguno. –Sus dedos tocaron algopequeño, redondo, duro. Metió las uñas abajo ytiró. De la cubierta se desprendió una pequeñachincheta–. Aquí está la culpable –dijo, y en sumente volvió a sonar, extraño, espontáneo ypoderoso: "Castiga, exhausto, el poste tosco yrecto, e insiste, infausto, que ha visto a losespectros". Pero esta vez a la voz, su voz, siguió lade su madre diciendo: "Prueba otra vez, Billy.Estuviste muy cerca de decirlo bien".1050

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