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it-eso-stephen-king

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estaba construido. Las aberturas entre las tablas yla ribera actuaban como esclusas. Ben no habíapodido explicarlo porque no conocía el término.Sobre las tablas, el Kenduskeag había tomado unaspecto henchido. El sonido carcajeante el aguallana, que avanzaba parloteando entre piedras yguijarros, ya no existía; todas las rocas, corrientearriba a partir del dique, estaban cubiertas. De vezen cuando, un poco de césped y tierra, socavadospor el arroyo ensanchado, caían a la corriente conun chapoteo.Corriente abajo, el curso del agua estaba casivacío. Unos hilos delgados e inquietos corrían porel centro, pero <strong>eso</strong> era casi todo. Las piedras, quehabían estado bajo el agua por un tiempoincontable, se secaban al sol. Eddie las contemplómaravillado... y con aquella sensación extraña.Ellos habían hecho <strong>eso</strong>, ellos. Vio que una ranapasaba saltando y la imaginó pensando: "¿Adóndediablos se ha ido el agua?" Entonces soltó unacarcajada.Ben estaba guardando sus envolturas vacías enla bolsa que había llevado para el almuerzo. TantoEddie como Bill quedaron asombrados ante laabundancia de la merienda que Ben desplegó: dosbocadillos de mermelada y mantequilla decacahuete, uno de fiambre, un huevo duro (con supizca de sal en un troc<strong>it</strong>o de papel enceradoretorcido), dos barras de higo, tres pastas grandesde chocolate y un turrón.506

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