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it-eso-stephen-king

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camión recolector de residuos. No había siquieraveinte centímetros libres a cada lado. El motorestaba en marcha. Por debajo de ese ruido, apenasaudible, se oía el murmullo de una conversación enla cabina del camión. Más hombres almorzando.Faltaban sólo tres o cuatro minutos para elmediodía; pronto, el reloj de los tribunales daría lahora.Oyó que su padre la seguía otra vez,acercándose. Entonces se arrojó al suelo para pasarpor debajo del camión impulsándose con los codosy las rodillas heridas. El olor de los gases de escape,mezclado con el de la carne cruda, le dio náuseas.En cierto modo, la facilidad con que avanzaba erapeor, porque estaba deslizándose sobre una capade grasa y desperdicios. Siguió avanzando. Encierto momento se levantó demasiado y su espaldachocó con el tubo de escape del camión; tuvo quemorderse los labios para no gr<strong>it</strong>ar.—¿Beverly? ¿Estás ahí? –Cada palabra,separada de la anterior por un jadeo.Ella miró hacia atrás y se encontró con los ojosde su padre, agachado junto al camión.—¡Déjame.. en paz! –logró protestar.—Putilla –replicó, ahogándose en saliva.Y también se arrojó al suelo, con un tintinearde llaves, para arrastrarse tras ella con grotescasbrazadas.1576

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